La mayor ciudad de la frontera sur de México, Tapachula, emplea a migrantes que quedaron varados por las restricciones del presidente de Estados Unidos,...
![Greene contó que durante la etapa estadounidense de la construcción del Canal murieron 6.000 personas y la mayoría de dicha cifra no provenía de dicho país. Greene contó que durante la etapa estadounidense de la construcción del Canal murieron 6.000 personas y la mayoría de dicha cifra no provenía de dicho país.](http://www.laestrella.com.pa/binrepository/700x458/1c64/700d394/none/199516884/RLUT/image_content_181-9379710_20250210173138.jpg)
- 11/02/2025 06:51
- 10/02/2025 19:31
A inicios del último mes del año que hace poco nos dejó, tuvo lugar, en el auditorio anfiteatro Georges Molinié de la Casa de la Investigación de La Sorbona de París el coloquio: El istmo de Panamá, perspectivas globales e intereses locales (1870-1930).
Durante él se dieron cita algunos de los historiadores de mayor renombre en nuestro país, así como especialistas del período estudiado provenientes de España, Estados Unidos y, como no podía ser de otra manera, de Francia. Este coloquio representó un verdadero hito en los estudios históricos y geográficos de América Central en el país galo, donde el tema del “Canal Francés”, al menos en el día a día, no deja de ser una suerte de tabú, un rincón escabroso del cual el primer impulso es sortearlo en lugar de atravesarlo, con sus luces y sus sombras.
Sin embargo, no deja de representar, también, un hito de capital importancia para nuestro país, especialmente en los tiempos que corren y con todo lo que ello implica: la época de la posverdad, en la que las especulaciones y acusaciones tienen cada vez más y más peso, dando la impresión de que, sin tener sustancia, inclinan la balanza a su favor con respecto a aquello que sabemos cierto.
Este tipo de espacios académicos, más allá de sacar a la luz los nuevos descubrimientos e interpretaciones en materia histórica, tienen el poder de fungir como una herramienta contra la desinformación y la manipulación de los hechos que tan comunes resultan en los momentos críticos que estamos viviendo como panameños, como latinoamericanos, como humanos.
Por ello, no me cabe la menor duda de que, cada vez más, es crucial que lo discutido en tales espacios no se quede allí, sino que llegue a manos del público, pues desentrañar la historia podrá ser deber exclusivo del historiador, pero conocerla no es sino deber del ciudadano, de la persona de a pie, a menudo la más castigada en épocas sombrías como la que, cada vez más, parece cernirse sobre nosotros.
Como todo lector, a estas alturas, debe saber, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está actuando en función de sus intenciones de recuperar el control del Canal de Panamá si no se cumplen ciertas “condiciones” que él considera necesarias para que tenga lugar lo que él llama un “intercambio justo” entre los países en cuestión.
No obstante, su narrativa va más allá, manoseando vulgarmente la historia: aduce que fue un “error” entregar el canal considerando que los Estados Unidos “lo construyeron” y, especialmente, que “entregaron 38.000 vidas” en ello. Hasta aquí, quien lea, seguramente pensará que el señor presidente tiene un punto válido visto desde su perspectiva. ¿Por qué tendrían los estadounidenses que desembarazarse de una obra que les ha significado tanto sacrificio? Parece sensato, hasta comprensible, que sea tal su postura. Es aquí donde entra la importancia de conocer los hechos.
Con apenas una parte de lo tratado durante el coloquio, es posible desmontar todo el intento de justificación histórica que el republicano pone en la palestra, especialmente con los puntos tocados por la historiadora Julie Greene quien, irónicamente, es compatriota del aludido, así como por aquellos recorridos de la mano de la ilustre historiadora panameña Marixa Lasso y de la especialista francesa Louise Bénat Tachot.
Durante su ponencia titulada “Interrogando el Mundo de los Trabajadores Caribeños en el Canal de Panamá”, Julie Greene (University of Maryland) arroja luz sobre las vidas de algunas de las auténticas víctimas que se cobró la ardua empresa canalera. Su trabajo “pone a los trabajadores afrocaribeños en el centro de nuestro entendimiento del proyecto de construcción del canal”.
Lo primero que es importante saber es que las poblaciones afrocaribeñas no eran homogéneas y que existían diferencias demográficas entre ellas. Los jamaiquinos, por ejemplo, solían ser letrados y dotados de una mejor educación que los provenientes de otras poblaciones.
Este factor hizo que muchos de ellos llegaran a desempeñar trabajos semicalificados: carpinteros, maquinistas, operadores de vías férreas, etc., y, a pesar de ello, eran peor pagados que sus pares estadounidenses “blancos”. Inclusive, en muchos casos, se les registraba como “ayudante” de maquinista o de carpintero para denotar su estatus inferior, aunque desempeñaran las mismas funciones.
Por si fuera poco, la diferencia entre los trabajadores del Gold Roll (estadounidenses “blancos”) y el Silver Roll (el resto) era notoria en cada aspecto de la vida laboral y cotidiana, más allá de los sueldos; desde mayor y más celosa vigilancia hasta el hecho de tener que almorzar en el suelo, bajo los árboles al no ofrecérseles lugar en una cafetería en condiciones.
Greene utiliza la historia y testimonios del trabajador Constantine Parkinson como hilo conductor para mostrar las atrocidades vividas por multitudes de estos trabajadores. Parkinson, quien perdió una de sus piernas tras apenas 4 años de trabajo justo después de empezar a trabajar en la red de vías férreas en el istmo, era panameño por nacimiento, aunque hijo de jamaiquinos.
En los pocos escritos que se han conservado de sus vivencias, declaró que “todos los días, gente se lesiona o muere y todo lo que los jefes quieren es terminar la construcción del canal”. Es importante observar que este tipo de testimonios son escasos entre los trabajadores afrocaribeños ya que los “registros de personal” de la Comisión del Canal Ístmico, que Greene utilizó como fuente, están plagados de registros y testimonios de trabajadores “blancos”, siendo los de personas racializadas casi inaccesibles.
Todo esto pone de relieve una verdad que, a la luz de tales evidencias, es imposible de negar: los trabajadores estadounidenses vivían en condición de privilegio con respecto al resto y, por si fuera poco, aunque algunos desempeñaran también trabajos semicalificados como los afrocaribeños, se encontraban, a menudo, en posiciones más seguras y atestadas de muchas más protecciones o privilegios laborales, por no mencionar que todo el trabajo calificado estaba reservado para ellos.
Cabe preguntarse si, realmente, el número de ciudadanos que “perdieron” los estadounidenses asciende a 38.000 dadas estas condiciones. La propia Julie Greene nos sacó de dudas durante la sesión de preguntas y respuestas aquella tarde del 6 de diciembre de 2024: en la construcción del canal francés, murieron alrededor de 22.000 personas, mientras que en la etapa estadounidense, murieron alrededor de 6.000 y, aunque no se trató el número exacto por demografía, es fácil intuir que, en su mayoría, no eran estadounidenses.
Desmentido este mito, en una siguiente entrega trataremos la ponencia “La creación de la Zona del Canal de Panamá, 1904-1916”, en donde se develan hechos tan reveladores que nos llevan a reflexionar sobre el gran costo civil y humano de la construcción del canal y, si acaso, no habremos con él pagado ya largamente el precio de ser los artífices de sus destinos, no sin antes recordar que conocer la historia, nuestra historia, nos hace libres y mucho menos manipulables.