Ciclistas, atletas, patinadores y paseantes de la capital colombiana tienen una cita infaltable desde hace 50 años: la ciclovía de los domingos y festivos,...
- 25/07/2016 02:00
- 25/07/2016 02:00
A un año del restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos se ha avanzado poco en la normalización total de esos vínculos y el bloqueo económico, comercial y financiero se mantiene virtualmente intacto.
Aunque se sabía que el proceso iba a ser lento y complicado, la familia cubana común, que es en la que impacta directamente el cerco, guardaba la esperanza de que tras la apertura de las embajadas en La Habana y Washington el presidente Obama relajaría de tal modo las sanciones que se podrían disminuir ostensiblemente las angustias cotidianas.
La realidad es otra, aunque la gente aplaude que, al menos, esté funcionando una comisión negociadora para abordar temas añejos y pendientes de solución, la cooperación en áreas de interés mutuo, y dialogar sobre temas bilaterales y multilaterales.
A Obama se le acaba el tiempo en la Casa Blanca sin avanzar en temas cruciales que interesan a empresas de ambos países y el énfasis puesto hasta ahora para llegar a acuerdos se limita a áreas en las que busca objetivos políticos como los servicios de telecomunicaciones, la administración hotelera y la operación de cruceros, al tiempo que persisten restricciones comerciales y no ha sido posible normalizar las relaciones bancarias como anunció en su visita a La Habana.
Las elecciones absorben todo el tiempo en la Oficina Oval y los cubanos creen que entre las prioridades de Obama en los seis meses que le restan de mandato no están la ejecución de sus prerrogativas para ordenar un desmantelamiento importante del bloqueo, como parecía inicialmente, y sólo queda la esperanza de que, gane quien gane en noviembre, el proceso de normalización de relaciones siga en pie.
Esa lentitud en el proceso, cuya responsabilidad las partes se las achacan la una a la otra pero que en realidad marca lo complicado del caso, ha hecho que los cubanos pongan los pies en tierra firme y asuman que no es en el mercado estadounidense donde están los remedios de sus males, aun cuando se hace una valoración justa de su significado, sino en sus propios esfuerzos.
Es cierto que la estrategia global cubana toma en cuenta el potencial socio-económico que se deriva de un mejoramiento de las relaciones con Estados Unidos, pero no lo aprecia como base para su desarrollo hasta 2030, largo período de tres quinquenios en los que se deben ejecutar y perfeccionar más de dos centenares de lineamientos económicos que sí son los cimientos de su futuro inmediato.
El mejoramiento del clima diplomático con Washington ha tenido un efecto positivo en el objetivo clave del gobierno de Cuba de diversificar sus relaciones económicas y comerciales y ampliar la participación extranjera en sus programas a mediano y largo plazos para garantizar su sostenibilidad y eludir los peligros que entraña depositar demasiados huevos en una sola canasta.
Los avances con Europa, y en particular con el Club de París, en contraste con la ralentización del proceso con Estados Unidos, son resultado de una estrategia vista de manera muy favorable en el viejo continente donde el empresariado trata de capitalizar la tardanza norteamericana y llegar de primero con sus inversiones a un terreno que puede ser muy fértil.
Lo más sintomático es que la ofensiva europea e incluso de países del Lejano y Medio Oriente por consolidar su presencia empresarial en Cuba, está diariamente muy presente frente al riesgo que entraña la vigencia de los componentes disuasivos y punitivos del bloqueo de alcance extraterritorial, como lo demuestra el hecho de que ya suman 14 mil 398 millones de dólares las sanciones por negociar con la Isla.
A un año de las relaciones diplomáticas restablecidas el 20 de julio de 2015 y a pocos meses de la visita de Obama, los disímiles problemas cotidianos que soportan los cubanos siguen como en estos 50 años cuando empezó esta batalla por la sobrevivencia y contra el bloqueo, pero los planes de desarrollo son muy firmes y racionales, quizás como nunca antes, porque las perspectivas de las relaciones internacionales de la Isla y la necesidad de poner fin a la angustia social derivada del feroz cerco, así lo exigen.
ANALISTA