Brutalidad policial en Estados Unidos perfila 2,5 veces más a negros que a blancos

Actualizado
  • 05/06/2020 00:00
Creado
  • 05/06/2020 00:00
La muerte de George Floyd, tras ser asfixiado por un policía en Mineápolis el pasado 25 de mayo, recrudeció un problema que no es nuevo para los afrodescendientes en ese país: el asesinato de negros –la mayoría de las veces desarmados– a manos de la policía

Un policía blanco de Mineápolis, Derek Chauvin, puso su rodilla izquierda sobre el cuello de Floyd por más de ocho minutos. El supuesto delito de Floyd fue haber pagado con un billete de $20 “falso”. Los tres policías que estaban a su alrededor no hicieron nada. Mientras, la mujer que filmó el hecho con su celular gritaba a Chauvin que parara. Floyd alcanzó a decir algunas veces que no podía respirar, hasta que no pudo decirlo más. Floyd murió un tiempo después en el hospital.

Protestas masivas, en repudio a la muerte de George Floyd, han despertado el movimiento #blacklivesmatter.

Los policías solamente fueron despedidos inicialmente, lo que encendió la ira en varias partes del país donde no solo la población negra salió a las calles a demostrar su hartazgo. Varios días después, en medio de protestas que llegaron hasta la Casa Blanca, es que los fiscales deciden acusar a los cuatro policías que estuvieron presentes.

Ahora los fiscales se debaten entre el nivel de asesinato con el que acusarán a los cuatro policías. Esta semana elevaron de homicidio en tercer grado a homicidio en segundo grado. Los familiares piden cargos de homicidio en primer grado.

La data compilada por Mapping Police Violence y publicada por Statista, ilustra que la población negra en Estados Unidos tiene casi tres veces más posibilidades de morir a manos de policías que la población blanca. Exactamente un riesgo de 2,5 veces más. Incluso el 24% de todos los muertos a manos de policías en 2019 era negro, aun cuando la población afrodescendiente solo representa el 13% en todo el país.

En los estados del este la proporción llega al 30%. Y el 99% de los oficiales que se ven envueltos en estos asesinatos no pisa los tribunales. “Es un sistema que está condicionado para matarlos...un genocidio”, así lo describe la abogada internacionalista Gilma Camargo, una panameña y afrodescendiente que estudió abogacía y ejerció por muchos años en Nueva York, uno de los dos estados (el otro es Illinois) donde la proporción de negros muertos a manos policiales llegó al 30%.

Cuando vivió en Estados Unidos, hasta hace aproximadamente una década, Camargo no solo fue parte de casos de brutalidad policial, sino que se encargaba de “entrenar” a la población afrodescendiente para “reducir el riesgo” de morir en uno de estos incidentes si había alguna tensión en la comunidad. En pocas palabras, ayudaba a la ciudadanía a cuidarse de la policía; una de las tantas contradicciones en Estados Unidos.

El consenso que parece prevalecer es que es un problema sistémico. “El racismo no se ha vuelto peor, solo que ahora se está grabando”, es una frase del actor Will Smith que pulula en las redes sociales. El primer presidente negro de ese país, Barak Obama, aprovechó para pedir a los estadounidenses que trabajen por el cambio, lo que tradujo en “la importancia de votar correctamente”, aun cuando él apoya al candidato demócrata con menos cara de querer cambiar algo.

Pero algo debe cambiar. Este es el momento, piensa Gilma Camargo, quien ayer se levantó a las 3:00 de la mañana para monitorear desde Panamá a sus familiares y amigos que están en Estados Unidos. Las preguntas de cañón: ¿dónde están? ¿Por qué calle tomaron? ¿Cómo fueron vestidos? ¿Llegaron bien? Parte de lo que enseñaba a jóvenes de su comunidad en Nueva York era el perfilamiento racial a la defensiva: dónde no estacionarte, dónde poner las manos, salir siempre con una libreta... toda una metodología para sobrevivir en las calles, pero irónicamente enfocada en prevenir la muerte a manos de quienes juraron ante la constitución protegerlos.

“Me cansé de ir a funerales, de ver muchachos que no habían hecho absolutamente nada, ser asesinados”, recuerda la jurista con voz quebrada. Un rosario de casos cruzó entonces por su memoria. El caso de Amado Diallo, un chico negro que fue abatido con 41 tiros por cuatro policías en el Bronx en 1999 o el de Sean Bell, asesinado en Queens en 2006, o el de Eric Garner en 2014 en Staten Island. Este último también fue asfixiado por un policía blanco llamado Daniel Pantaleo. También hubo un video donde Garner clamaba que no podía respirar. Ninguna de las víctimas –todas negras– portaba un arma cuando fueron asesinadas. Tampoco hubo condena penal para ninguno de los policías en al menos los tres casos citados.

El miedo en la población afrodescendiente en Estados Unidos es tal, que muchas personas negras prefieren no tener hijos. Camargo lo escuchó varias veces: ¿para qué traer al mundo hijos, para que el sistema policial los mate uno tras otro?

El abogado del caso de Floyd es un reconocido activista que practica el derecho en varios estados de ese país. Ben Crump pidió el arresto de todos los policías involucrados, y la acusación de Chauvin por homicidio en primer grado, basado en la autopsia independiente que determinara que la causa de muerte de Floyd fue la asfixia por presión sostenida. Además de que la posición en que estaba –contra el suelo y esposado– impidió que su diafragma funcionara, lo que aparentemente lo había matado en el lugar de los hechos. Y el ignorar las advertencias de los transeúntes y de los paramédicos que llegaron en ese momento, y seguir presionando a Floyd, justifica cargos por homicidio en primer grado, por la premeditación y la intención de Derek Chauvin. “Esto demuestra que la intencionalidad del sistema es que no haya justicia verdadera”, razona la abogada panameña.

El caso no será estrictamente jurídico. Por eso el análisis, explica Camargo, siempre debe considerar el componente político, social e histórico. Y es que “estos casos de brutalidad policial contra negros son políticos porque llaman al sistema a defenderse a sí mismo”, explica. Lo que sigue es continuar haciendo presión, porque “donde deje de hacerse la presión, el caso puede terminar en que el mismo sistema proteja a los policías –o el que sea el instrumento en ese momento– de esos ataques a la población negra”. No es un caso de policías buenos y policías malos, porque los buenos no tienen el poder de hacer desaparecer pruebas o demorar procesos. Y cuando cesa la presión ciudadana, los procesos se pueden caer, no se admiten pruebas por razones superficiales, las familias se cansan, y el final es la impunidad, advierte.

En el plano político, que nunca deja de teñir todo, es oportunidad para que surjan nuevos liderazgos, piensa Camargo. A meses de las elecciones, Trump se juega la reelección echando sal a las heridas y polarizando el país aún más. La oposición tiene una cara difusa y se ahoga en estrategias para hacerse ver como la única opción. Debajo, las minorías no han dejado de luchar por el reconocimiento de derechos básicos como la vida, la libertad y la igualdad.

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