Estados Unidos: de la diplomacia de las cañoneras a la de destructores

Actualizado
  • 23/03/2025 00:00
Creado
  • 22/03/2025 16:44
Donald Trump reaviva la Doctrina Monroe con la militarización del Golfo de México, aumentando la presión sobre su frontera sur con la Segunda y Cuarta Flota

La época de la expansión neocolonial de Estados Unidos en el hemisferio que por la amenaza del uso de la fuerza fue conocida como “diplomacia de las cañoneras”, resurge ahora con Donald Trump como fantasma del pasado cuando Washington trató de adueñarse de todo lo que existía al sur del río Bravo, pero ahora lo hace contra México con destructores y todo lo que aporte la II Flota de su Comando Norte creada para operar en el Atlántico.

Ya no es solamente la idea de retomar el control del Canal de Panamá, convertir a Canadá en su estado 51 y poner bajo sus orcas caudinas a Groenlandia, sino adueñarse de México y, con esa fuerza más, parodiando a José Martí, bajar en torrente hasta la Patagonia y hacer lo que manda la Doctrina Monroe de América para los estadounidenses, encarnada en el Make America Great Again (MAGA).

Ese es uno de los sentidos más importantes de la estrategia de Trump hacia lo que vuelve a considerar el patio trasero de Estados Unidos, algo semejante a lo que pensaba Adolfo Hitler de Europa.

Ahora el Pentágono acaba de confirmar que el destructor Gravely, provisto con misiles guiados clase Arleigh Burke y que fue utilizado en ataques a los rebeldes huties de Yemen el año pasado, fue asignado a la frontera entre Estados Unidos y México, para participar en las provocadoras operaciones de seguridad limítrofes y tomar medidas enérgicas contra la inmigración.

La Segunda Flota opera en el Atlántico desde el Polo Norte al Polo Sur, por el este de Estados Unidos a África y a lo largo de la costa oriental y occidental de América Central y Sudamérica, y con jurisdicción en el Golfo de México que ya Trump considera suyo, lo que técnicamente pone en alerta no solamente al ejército mexicano, sino de todos los países que están en el radio de acción de esa flota y de la IV, responsable de las operaciones en el Caribe, América Central y América del Sur desde su cuartel general en la Base Naval de Mayport, Jacksonville, Florida

La IV tiene la suya en Norfolk, Virginia, muy cerca de México, y su área de responsabilidad incluye casi 40 millones de millas cuadradas entre los dos polos.

La misión del Gravely en el golfo y sus alrededores incluye “intercepción de drogas y otras cosas que se dirijan” a Estados Unidos, confirmó el general Alexus G. Grynkewich, director de operaciones del Estado Mayor Conjunto del Pentágono, al anunciar la partida del buque de la Estación de Armas Navales Yorktown en Virginia.

Dijo que el objetivo es cumplir las órdenes ejecutivas de inmigración del presidente Donald Trump para “restaurar la integridad en la frontera sur de Estados Unidos”, un descarado invento para tratar de justificar lo injustificable.

Parece una exageración, pero con el despliegue de ese destructor lo que se pretende es crear una beligerancia donde realmente no la hay, y puede crear incluso una confrontación innecesaria entre ejércitos si se cometen imprudencias y violaciones de soberanía.

La nave de guerra, con 329 militares a bordo, está equipada con misiles estándar (SM-2MR); también de lanzamiento vertical ASROC (VLA), los Sea Sparrow evolucionados (ESSM), y los famosos Tomahawk, además torpedos MK-46, sistema de armas de proximidad (CIWS), cañones MK 45 de 5 pulgadas, y escuadrillas de aeronaves: (Vuelo IIA y III (DDG 79 AF), y helicópteros artillados con misiles Penguin/Hellfire y torpedos, un súper armamento impropio para acciones contra cárteles de la droga cuyas armas de fuego y movimientos son irregulares y absolutamente ajenos a los convencionales.

Además, las fronteras marinas y terrestres no son las únicas entradas de la droga y, en última instancia, lo más importante para detener el tráfico de estupefacientes, incluido el fentanilo, es eliminar el consumo y anular a las mafias estadounidenses que lo compran y distribuyen, pero de eso no habla nunca el presidente Trump.

Todo este movimiento se realiza dentro de un presunto marco jurídico unilateral ideado por el gobierno trumpista al catalogar de terroristas a las bandas de narcotraficantes mexicanas sin incluir a las estadounidenses que son el mar de fondo, con lo cual piensa que tiene en sus manos carta blanca para actuar militarmente sin importarle la opinión, la soberanía y la independencia de su vecino fronterizo.

El gobierno más destructor del medio ambiente, el más tolerante en el consumo de drogas de todo tipo, el más terrorista que ha albergado en el seno de su sociedad a grandes criminales, incluyendo asesinos confesos como los que volaron un avión de Cubana de Aviación en pleno vuelo y murieron todos sus ocupantes, además, el mayor traficante de armas, el que se formó con inmigrantes y ahora los expulsa, el mayor ladrón de cerebros, y el único que ha usado la bomba atómica, incluso cuando ya Japón había sido derrotado y no significaba ningún peligro militar para Estados Unidos ni para nadie, argumenta que la militarización del Golfo de México (su verdadero y único nombre geográfico) es para combatir el terrorismo marítimo, la proliferación de armas, el crimen trasnacional, la piratería, la destrucción del medio ambiente y la inmigración irregular por mar.

Se trata de la mayor amenaza militar de Estados Unidos a México desde la guerra de 1846-1848 cuando sus tropas invasoras llegaron hasta Chapultepec en el corazón del Valle de México, y tras una heroica resistencia de los lugareños lograron imponerse y robaron groseramente el 52 por ciento de su territorio, más de dos millones de kilómetros cuadrados de tierras fértiles y abundantes recursos minerales, incluidos petróleo, gas, y otros materiales estratégicos, que hicieron de Estados Unidos la potencia que es hoy.

Pero el México de hoy no es el de 1846, y ni siquiera el de 2012 cuando el ex presidente ilegítimo y narcotraficante Felipe Calderón, subalterno de las transnacionales estadounidenses y españolas, convirtió a México con el consentimiento de Estados Unidos en un narcoestado.

El México de ahora es el que ha recuperado los sentimientos de la nación y fortalecido su cultura para recuperar y reforzar la mexicanidad que las agresiones, discriminación, explotación y sometimiento de malos presidentes creyeron arrancar de raíz en una deshistorización del tiempo que hizo mucho daño, pero no el suficiente para borrar un patriotismo demasiado arraigado en su gente.

La primera mujer presidenta de este México insurgente proclamó no temerle a Trump, ni a su gobierno, ni a sus multimillonarios, y no se dejará avasallar ni permitir que le vuelvan a robar su independencia y soberanía, y el pueblo la ha respaldo con masivas concentraciones en el zócalo capitalino y en casi todas las grandes ciudades donde, como hizo Miguel Hidalgo en 1810, y Francisco I Madero, Emiliano Zapata y Pancho Villa un siglo después.

Con Claudia Sheinbaum han regresado a México con fuerza renovada esos grandes héroes y mujeres como Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Carmen Serdán, Elvia Carrillo Puerto, y Sor Juana Inés de la Cruz.

Luis Manuel Arce Isaac
Ya no es solamente la idea de retomar el control del Canal de Panamá, convertir a Canadá en su estado 51 y poner bajo sus orcas caudinas a Groenlandia, sino adueñarse de México y, con esa fuerza más, parodiando a José Martí, bajar en torrente hasta la Patagonia.
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