Cambiando destinos de las privadas de libertad tras el programa de resocialización

  • 28/03/2025 19:31
El Centro Femenino de Rehabilitación ofrece programas que ayudan a la conmutación de penas y además brinda esperanza y oportunidades laborales a las reclusas que ahí se encuentran

Ingresar al Centro Femenino de Rehabilitación en la Avenida Domingo Díaz supone pasar por un proceso de revisión y documentación. Policías y supervisores se plantan en diferentes esquinas y puertas, vigilando cualquier movimiento fuera de lugar. Algunas reclusas, aquellas que todavía tienen familiares quienes las visitan, se deben vestir de blanco para acercarse a ellos quienes por su parte, deben portar una camisa roja.

“Nos ayuda a detectarlas de forma fácil si en algún momento aprovechan esta oportunidad para escaparse”, comentó a MÍA una de las inspectoras quien no deseó revelar su identidad.

Las conversaciones se llenan de risas y abrazos, aprovechando cada segundo de aquella visita. Actualmente son 729 privadas de libertad quienes se encuentran en el centro de rehabilitación. En las horas de la mañana, algunas buscan la manera de entretenerse o de aprender una nueva habilidad con la esperanza de conmutar sus penas.

Estas son las que se mantienen en un lado del centro donde los salones de costurería o talleres de educación les demuestran que si tienen la posibilidad de una segunda oportunidad de vida. De las 729 privadas de libertad, son 350 quienes forman parte del programa de resocialización en el cual pueden participar de talleres de costura, completar su educación primaria, secundaria o universitaria o cumplir con labores intramuros dentro de las paredes de la cárcel femenina.

Programa de resocialización

El programa de resocialización ofrece diferentes opciones. Una de ellas es el taller IntegrArte donde las privadas de libertad aprenden las bases de la costura al igual que fabricar diferentes piezas de vestimenta y accesorios como bolsos.

“Las cosas que aprenden a confeccionar son llevadas a bazares para que puedan ser vendidas y así conozcan una nueva forma de ganarse la vida”, le contó a revista MÍA Johana Ortega, directora del centro.

Las instalaciones también cuentan con una biblioteca, un huerto donde las reclusas aprenden sobre actividades agrícolas y plantan legumbres. Otro de los programas que son parte del plan de resocialización es “Mi voz para tus ojos” en el cual las féminas dentro del centro graban audiolibros para personas con discapacidad visual.

Aquellas quienes no desean realizar ninguna de estas actividades, también tienen la opción de trabajar en el mantenimiento de las áreas verdes dentro del centro, en la distribución de los alimentos, la exclusión de los desechos o el reciclaje.

Conmutación

Además de encontrar un propósito de vida ya sea para entretenerse o ganarse la vida, las privadas de libertad tienen una razón más para realizar este tipo de actividades: la conmutación de penas.

“Cuando ingresan al centro, las reclusas son evaluadas por una trabajadora social y psicóloga quienes, con su expediente en mano, ven cuáles son sus habilidades y de esa forma se le ubica en una de las diferentes áreas”, contó Ortega al medio.

Explicó que dependiendo de los días de trabajo de cada persona, se les puede reducir la sentencia judicial. “Por cada dos días de trabajo (ocho horas cada día), se les reduce 24 horas de su condena”, explicó la directora.

El proceso de conmutación de penas se eleva entonces ante los jueces de cumplimiento para que ellos realicen el cálculo correspondiente para la reducción de tiempos en la sentencia.

Ayuda psicológica

Además del programa de resocialización y las conmutaciones generadas por el mismo, Ortega le explicó a MÍA que el centro femenino cuenta con el equipo interdisciplinario (compuesto por una trabajadora social y psicológa) para brindarles a las privadas de libertad la ayuda emocional que necesitan.

“Además contamos con una clínica penitenciaria donde una profesional del Ministerio de Salud las atiende y les da seguimiento acompañado del equipo técnico”, señaló la directora. En el caso de que requieran alguna ayuda mayor, las mujeres que permanecen en la cárcel son referidas, a través de un médico general, a psiquiatría.

También reciben atención fisiológica dependiendo de las enfermedades que tengan (diabetes, hipertensión, enfermedades crónicas, etc.) o algún malestar que padezcan dentro del centro.

Libertad

Una vez las privadas cumplen sus condenas y abandonan el centro penitenciario, ingresan a lo que se conoce como “pospenitenciario”, un programa de resocialización en el cual pueden reinvolucrarse en la sociedad. Esto lo logran a través de una empresa que les otorga un empleo o les da la asistencia necesaria por un determinado tiempo procurando sus necesidades básicas para enfrentar dicha libertad.

Pero no todas tienen este privilegio. “La privada de libertad que no ingrese en el programa de resocialización, le llevamos un registro. Cuando deseen recibir alguna medida alterna para reducir el cumplimiento de la sentencia, debemos evaluar el impacto o cambio que ha tenido dentro de la institución”, manifestó Ortega.

En caso tal sea un impacto o comportamiento negativo, las medidas alternas no serán posibles y la reclusa deberá completar cada día de su pena judicial.

Yohana Ortega
Directora del Centro Femenino de Rehabilitación
“Cuando ingresan al centro, las reclusas son evaluadas por una trabajadora social y psicóloga quienes, con su expediente en mano, ven cuáles son sus habilidades y de esa forma se le ubica en una de las diferentes áreas”,
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