Afroamericano, militar y artista en la patria de 1824

Actualizado
  • 22/01/2022 00:00
Creado
  • 22/01/2022 00:00
El historiador chileno Madrid señala, recogiendo expresiones del biógrafo inglés Lynch, que “[...] el número de afrodescendientes en el Ejército de los Andes es variable

“Ya concluimos lo de arriba de Maypo les bo ha hablar el ocho fue el que peleó y el onze se fue a robar. Digo cielito que así cielito del otro lado al frente del enemigo el ocho nunca ha saqueado”

Tonada que la Banda de Música Militar del batallón No. 8 del Ejército de los Andes entonaba para irritar al batallón No. 11 porque su banda de músicos no había participado en acciones bélicas y ellos sí. La particularidad de la Banda del Batallón No. 8 era que estaba integrada en su totalidad por músicos afrodescendientes que, en sus presentaciones en calles y plazas públicas, solían vestir a la usanza turca (Zapiola, 1974).

El investigador Blanchard (2008) cuantifica en 6 mil el número de libertos y esclavos negros que se unieron a las filas patriotas que protagonizaron las batallas contra las tropas virreinales en los Andes entre 1808 y 1823. El historiador Contreras (2011), sin discrepar de esta afirmación, aclara que la contribución de los afrodescendientes no fue únicamente en las actividades milicianas, sino que desarrollaron una vida pública en el comercio minorista y el mundo artístico (Gesualdo, 1962; Madrid, 2018) como el destacado pintor mulato peruano José Gil de Castro, el “pintor de Libertadores” (Majluf, 2011). Con su conducta contribuyeron a fortalecer el mecanismo simbólico de pertenencia respecto a las ideas patriotas, a expandir las ideas separatistas a través de expresiones concretas como la música, la escultura, las artes culinarias y la pintura.

El historiador chileno Madrid señala, recogiendo expresiones del biógrafo inglés Lynch, que “[...] el número de afrodescendientes en el Ejército de los Andes es variable, de acuerdo con diferentes investigadores. Se calcula que entre un 35% y 40%, de más de 4 mil hombres que cruzaron la cordillera en 1817, eran negros o mulatos, y del anterior porcentaje, más de la mitad eran esclavos del Ejército. Hacia al final de la década de 1810, tanto en Chile como en Las Provincias Unidas del Río de la Plata, se siguió reclutando esclavos y libres; sin embargo, también muchos murieron en batalla o se sumaron a filas desertoras”, sentencia que pareciera condecirse con el número de procesos judiciales –estudiados en Chile por la historiadora Gonzales Undurraga (2014)– interpuestos por mujeres afrodescendientes contra el Estado solicitando una indemnización por sus esposos, hermanos o hijos muertos combatiendo por la libertad americana o “amputados por la guerra”. Lynch, al referirse al ejército bolivariano que llegó al Perú en 1823, fija en un tercio el número de afroamericanos en las filas patriotas.

Paralelamente a la cuota de sangre aportada por los soldados afrodescendientes en todos los campos de batalla hasta llegar a Junín y Ayacucho (1824); la pintura, escultura y música ejecutadas por otros afroamericanos resultaron ser expresiones culturales que se desarrollaron “[...] en estrecha colaboración con la construcción del nuevo Estado republicano” (Madrid, 2018). Así, en el arte del retrato destacó indiscutiblemente Gil de Castro seguido por los maestros escultores mulatos Ambrosio y Pedro Santelices (padre e hijo) y el retablista José Tomás Apelo mientras que en música descollaba el mulato peruano José Bernardo Alcedo como compositor (Pereira, 2008) seguido del instrumentalista Joaquín Fretes (Bragoni, 2018) y de los hermanos mulatos Pintos –Pedro José, Bernardo y Roque Jacinto– músicos militares pertenecientes a las milicias de la ciudad de Buenos Aires (Pereira & Ibañez, 2008).

En las huestes virreinales también se registraron expresiones afroamericanas como las del compositor Mariano Barros cuyos tres hijos –Miguel, Manuel y Mariano– pelearon en el bando patriota alcanzando el grado de oficiales por su gallardía en batalla. Por otra parte, en el teatro, Madrid (2018) señala que “[...] destaca la figura de Luis Ambrosio Morante, actor nacido en Montevideo o Buenos Aires. Hijo de una parda libre y nieto de un barbero mulato, fue un actor respetado en Sudamérica y avecindado en Chile hasta su muerte”, ferviente defensor de la causa de la libertad. Y en gastronomía alcanzó renombre Francisco Panizo, antiguo esclavo que se incorporó como hombre libre al ejército del Libertador José de San Martín en Lima, alcanzando el nombramiento de cocinero del Estado Mayor en 1821 y el grado de sargento. Más tarde sería el jefe de cocineros del presidente peruano José de la Riva Agüero.

En el campo de la política sobresalió el mulato José Domingo Espinar, cirujano y militar panameño educado en Quito y Lima, cercano amigo del Libertador Bolívar al que cuidó con esmero al caer enfermo en Pativilca, Perú. En 1839, el multifacético Espinar llegó a ser diplomático del Perú ante Ecuador para impulsar vínculos comerciales.

Ricardo Palma, escritor costumbrista del Perú decimonónico y afrodescendiente, ha dejado hermosas estampas donde describe las anecdóticas tareas que cumplían los afroamericanos en los momentos iniciales del período republicano latinoamericano, reflejo de un legado que en la actual centuria se va poniendo en valor.

Hay todavía mucho que estudiar sobre la participación afroamericana en los primeros treinta años de los nacientes Estados hispanoamericanos, pero se podría afirmar junto con Rondón (2008) que el período independentista constituyó para “esta minoría étnica una posibilidad de alcanzar, junto con la libertad, un rol ciudadano.”

Embajador del Perú
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