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Seguridad alimentaria, en juego
- 28/03/2020 00:00
- 28/03/2020 00:00
El alimento, un producto económico fundamental, del cual solo un bajo porcentaje de los países del mundo sobresale en materia de producción. Un hecho que supone una amenaza más para la sostenibilidad de las economías mundiales, principalmente con la crisis de salud actual que muestra las limitaciones del comercio internacional como parte de las medidas preventivas.
Han transcurrido tres meses desde el inicio del brote de Covid-19, impactando seriamente las cadenas de abastecimiento internacionales, con fronteras y puertos que han cerrado, así como con una baja de la fuerza laboral por las cuarentenas o recortes en el número de colaboradores que han tenido que implementar las empresas.
Esta realidad ha ocasionado una afectación de las importaciones de alimentos, poniendo en juego la seguridad alimentaria.
Para Germán Núñez, CEO de Allchina, una compañía de logística, las cadenas han venido siendo interrumpidas desde que se desencadenó en China esta crisis de salud y la modernidad no supone una solución solemne.
“Hemos sido testigos de la paralización de una serie de medios de transporte y puertos que son clave para el desarrollo normal de las operaciones. Si bien estamos en un mundo más moderno, la actividad logística continúa siendo un trabajo de campo primitivo. De esto deriva que cualquier factor exógeno pueda ser el detonante de consecuencias”, comenta.
A pesar de las limitaciones que ha impuesto el brote del virus, aún no se determina la necesidad de una alarma en la seguridad alimentaria. Se estima que 820 millones de personas en el mundo pasan hambre crónica y, de estas, 113 millones reportan inseguridad alimentaria aguda.
De acuerdo con Núñez, la crisis alimentaria existe tanto en el ámbito local como internacional, y no es un tema que dependa meramente de la interrupción de la cadena de abastecimiento.
“Las crisis están presentes, el tema es que no se reconocen hasta que se materializa la problemática. Tal como se suscita ahorita, podemos seguir adquiriendo nuestros enseres en el momento, pero, ¿estamos listos para lo que se avecina en los próximos meses?”, reflexiona.
Las autoridades de la alimentación y agricultura estiman que para abril-mayo de este año, podría haber interrupciones que condicionan la seguridad alimentaria internacional.
Desde la perspectiva de Núñez y su experiencia en el ámbito logístico, en la región latinoamericana podríamos ver afectaciones en dos meses, una realidad que condiciona a la región.
Estos datos y hechos crean alarmas al contrastar el grado de dependencia de muchas economías en torno a las importaciones de alimentos. Según las cifras, se estima que 1 de cada 6 personas depende de alimentos importados. Una necesidad que surge principalmente porque el desarrollo agrícola a gran escala se da en función a zonas geográficas amplias y a una fuerza de trabajo eficiente, factores de los que muchas naciones carecen.
Para tener una idea del dominio de ciertas naciones en este sector, citamos Estados Unidos, una de las economías más grandes: importa un total de $133 mil millones en concepto de alimentos y sus productos derivados, seguido de China $105.26 mil millones, Alemania $98.90 mil millones, Japón $68.86 mil millones, Reino Unido $66.54 mil millones, Países Bajos $64.38, Francia $62.29 e Italia $51.34, Bélgica y la Federación Rusia $38.60 mil millones.
Para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), existe una preocupación sobre las consecuencias del Covid-19 y los grupos vulnerables, como la interrupción de las actividades del pequeño agricultor y la interrupción de almuerzos escolares a los niños.
Según las estadísticas, en América Latina y el Caribe los programas de almuerzos escolares de la FAO benefician a 85 millones, de los cuales el 12% depende vitalmente de ello.
Por otro lado, se estima que los países que dependen en mayor medida de la importación de productos básicos son los más afectados.
Actualmente, desde la perspectiva actividad-consumo, la demanda de los alimentos se mantiene al ritmo normal en cuanto a operaciones, y la oferta aún no reporta presiones inflacionarias.
En cuanto a las cifras más recientes del Índice de Precios de Alimento (FFPI) publicadas por la FAO (basado en una canasta de cinco grupos de alimentos, carnes, lácteos, cereales, aceite vegetal y azúcares, y empleada para el análisis de las variaciones de los precios), en febrero hubo un descenso con respecto a enero del año en curso.
Sin embargo, para el cierre de marzo, estas cifras podrían mostrar un alza.
Actualmente, la región latinoamericana es una productora significativa de materias primas alimentarias y fósiles. Con el coronavirus, se exacerbarán las presiones en las cadenas suplidoras y toda su logística, algo que se reflejará en los precios.
Por las características de propagación del virus, se podría esperar que los procesos de logística sean reformados. La manipulación e incluso los trámites burocráticos tendrán que variar y esto conlleva tiempo.
Según Núñez, estas reformas no serían factibles. “Ya las empresas están en una línea de cumplimiento de certificaciones internacionales y realizar reformas podría corromper lo que tanto ya ha costado poner en forma”, opina.
El FFPI reportó 180.5 puntos para febrero 2020, 13.5 puntos por arriba en comparación al mismo período 2019. Frente a las implicaciones que supone la pandemia para las cadenas de abastecimiento, el índice podría estar elevándose hasta un 5%. Muchos países a pesar de ser productores importantes también se convierten en los principales consumidores y dependen significativamente de importaciones de alimentos. ¿Estará dándose origen a una crisis alimentaria potencial?
Hace una década (2007-2008) se experimentó una crisis alimentaria, originada por la interacción de múltiples factores como el incremento del precio del crudo, una demanda mayor de biocombustibles y restricciones en las exportaciones, que terminaron por impactar el alza de precio de los cereales.
En aquella ocasión, se remarcó la necesidad de una mayor producción de granos para reducir la volatilidad de los mercados internacionales.
También el establecimiento de programas de protección de precios para no poner en vulnerabilidad a mujeres y niños, la liberalización del comercio agrícola y el avance sostenible en la agricultura, primordialmente en los países de mayor dependencia de las importaciones. Pero hoy, ¿estaremos alineados a poner en marcha estas recomendaciones?