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- 28/05/2019 02:01
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En estos momentos el mundo del comercio está viviendo una de las más grandes acciones y movimientos de bloqueo del intercambio comercial mundial entre naciones, que va a contrapelo con lo ya acordado y establecido entre las más grandes naciones para el comercio mundial.
Se trata de la enorme guerra comercial entre las dos más grandes naciones del mundo en materia de producción, consumo y distribución de bienes y servicios del mundo; los Estados Unidos de América y la República Popular China.
Una de las razones desde mi punto de vista es que China ha logrado en estos momentos de manera sagaz adelantarse a las empresas norteamericanas en un rango de por lo menos 5 años en el desarrollo tecnológico al coloso del norte, en lo referente a la tecnología 5G en temas de comunicaciones de datos e interconexión de los equipos, razón por la cual Estados Unidos se ha dado cuenta tardíamente de que se enfrenta a uno de los casos más emblemáticos de visión futurista del mercado de la innovación tecnológica como lo fue Bill Gates con IBM en su momento.
Bajo estas circunstancias los mercados financieros están experimentado grandes variaciones por el riesgo de inestabilidad asociado a temas externos (Riesgo Sistémico), que no forman parte directa de las variables y habilidades empresariales.
Como excusa y con la intención de retardar el avance acelerado de las empresas chinas, los Estados Unidos han creado una enorme bomba de humo, creando incertidumbre de infiltraciones de índole de seguridad nacional como individual, que ha comprado también sus aliados, probablemente por las mismas razones de pérdida de mercado que motivan al imperio comercial del norte.
Si bien es cierto que todos los sistemas de comunicación de datos están expuestos a este riesgo cibernético, no es menos cierto que el mismo gobierno norteamericano, como sus aliados, son proclives al uso de este método para salvaguardar según ellos, sus intereses de seguridad también.
En este clima de altos riesgos, a Panamá se le abre una enorme ventana de oportunidad por un breve, pero muy importante espacio, que he denominado como la ‘Oportunidad Ricitos de Oro'.
Panamá debe tener claros sus objetivos de largo plazo para la firma del acuerdo comercial con la República Popular China, donde contemple la instalación de empresas de alta tecnología.
China ocupa el primer puesto en la fabricación y venta de baterías de este producto en todas sus presentaciones. Además, es el mayor productor de colector solar térmico, por medio de la tecnología de tubos de vacío como medio alterno de calentadores de agua.
También está a la vanguardia en la fabricación de autos eléctricos en el mundo; de hecho, muchos fabricantes de autos norteamericanos mudaron sus plantas al gigante asiático, en busca de materia prima más barata y de intercambio de innovación tecnológica que permite la globalización de los mercados. Idea central de los países desarrollados para aprovechar las riquezas de los más pequeños en desarrollo, pero que luego les explotó reversamente en sus narices.
Por último, y creo no equivocarme en decir que sería el aporte más importante y beneficioso para el país, es el establecimiento de empresas chinas de fabricación de paneles solares, donde también han sido exitosos en el desarrollo de esta tecnología. Pero tendría que ir acompañada de una nueva legislación para la liberación del mercado energético en vías de la autogeneración eléctrica, lo que permitiría que parte del ahorro que el consumidor pueda tener, lo va a destinar a nuevos gastos en consumo de bienes y/o servicios, generando así incremento en la actividad económica del país.
Por otro lado, pudiésemos aprovechar de manera más eficiente y eficaz la explotación minera de cobre, con la introducción de fábricas chinas de generadores eléctricos que tendrían costos más bajos, que va en concordancia también con la fábrica de automóviles.
En conclusión, Panamá tiene una enorme oportunidad de convertirse en un fenómeno Bill Gates, si logramos aprovechar nuestra posición geográfica estratégica, y explotarla de forma de que sea un desarrollo ‘ganar–ganar' para ambas naciones, sin perder de vista ni conceder más de lo necesario, para que esta relación simbiótica genere grandes beneficios para ambos países.