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Dolarización, una solución agridulce para la economía latinoamericana
- 13/02/2022 00:00
- 13/02/2022 00:00
El reemplazo de la moneda local por el dólar como método de pago o instrumento de fijación de precios ha sido una práctica a la que han recurrido varios países de América Latina, con resultados dispares, según el perfil económico financiero y la naturaleza de la crisis que propició la medida, según las experiencias recabadas por Efe para una panorámica regional con motivo del 20º aniversario del fin de la paridad cambiaria en Argentina.
Allí lo conocían como el “uno a uno”: si tenías un peso, tenías un dólar. La hiperinflación asustaba en las calles y Domingo Cavallo, ministro de Economía de entonces —1991— encontró el antídoto contra la crisis.
Se llamó Plan de Convertibilidad y su éxito dependía de que el Estado respaldara en reservas esos dólares que circulaban de mano en mano.
Si bien durante el primer año la inflación bajó del 1.344 % al 25 %, el tiempo demostró, once años más tarde, que establecer un vínculo cambiario con la divisa estadounidense para estabilizar la volátil economía del país fue un placebo.
Este viernes se cumplen dos décadas desde que Argentina puso fin a ese experimento fallido, una efeméride que reabre el debate sobre si la dolarización es una alternativa adecuada para economías emergentes como las latinoamericanas, con monedas permanentemente susceptibles a la depreciación.
Con variaciones, Panamá, El Salvador y Ecuador adoptaron el dólar oficialmente.
En El Salvador, la dolarización llegó para quedarse desde 2001, cuando se permitió su coexistencia junto al colón, que dos años después dejó de circular pues el sistema bancario convirtió todas las cuentas a dólares.
El mecanismo se considera “más político que económico”, según el economista Ricardo Castaneda, pues careció de “elementos técnicos” para su adopción.
El coordinador del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales para El Salvador y Honduras (Icefi) explica a Efe que dolarizar fue "un experimento” parecido al actual proceso del bitcoin del presidente Nayib Bukele.
La medida admite dos enfoques distintos, en una nación con altos niveles de pobreza, violencia y migración. Por un lado, que la inflación "no sea tan alta” en comparación con el resto de la región. Y por otro, “la evidencia” de que la dolarización frena “el crecimiento económico, pues hay menos herramientas para incidir en la economía", señala Castaneda.
Una historia diferente es la de Ecuador, donde a pesar de las desventajas para competir con las exportaciones o realizar reformas monetarias en procesos inflacionarios, la dolarización ha dotado de una cierta e inusual estabilidad al país, en especial, al sistema bancario.
Introducida a raíz de la crisis financiera que quedó plasmada en el "feriado bancario" que tuvo lugar hace veinte años, la media fue la respuesta a una dura realidad que Ecuador arrastraba desde 1995.
El modelo actual genera controversias permanentemente, pero ningún Gobierno, ni de de derechas ni de izquierdas, se ha atrevido a eliminarlo, temeroso del impacto que tendría en la confianza internacional.
En el caso de Panamá, el uso del dólar se remonta a hace más de más de un siglo, concretamente a 1904, apenas un año después de que se independizara de Colombia, y justo cuando Estados Unidos inició la construcción del canal para comunicar el océano Pacífico con el Atlántico y los panameños apalancaron su economía con base en su relación con el país norteamericano.
El Centro Nacional de Competitividad (CNC) de Panamá estima que ya en 1856, con el Ferrocarril Transístmico, "circulaban el dólar y otras divisas regionales, por la afluencia de viajeros debido a la llamada 'fiebre del oro'”.
Dólares y balboas aprendieron a convivir de modo extraño: se sabe que la divisa nacional equivale a un dólar, pero solo la conocen en monedas de una unidad y con una masa monetaria limitada.
La apuesta tuvo sus ventajas. A juicio del CNC, posibilitó "una de las tasas de inflación más bajas de la región y una competitiva oferta de créditos", además de la estimulación comercial.
Fue la receta para una economía estable, cuyos ingredientes principales son -según la Superintendencia de Bancos- el uso del dólar, prescindir de un banco central, carecer de control de la oferta monetaria y que el Estado se abstenga de intervenir para fijar el precio del dinero. Los panameños gozan así de intereses competitivos, acceso al crédito y servicios bancarios del primer mundo.
Y aunque el empleo del dólar imposibilita la estimulación de las exportaciones echando mano de las devaluaciones, “los beneficios superan con creces los costos”, sostiene el Centro Nacional de Competitividad, una organización público-privada sin fines de lucro.