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Panamá debe cambiar su rostro perdedor en el deporte
- 29/07/2023 00:00
- 29/07/2023 00:00
Panamá está a las puertas de los Panamericanos de Santiago de Chile, los últimos juegos regionales antes de París 2024, por lo que es un buen momento para analizar qué se quiere del deporte.
A Chile se llevará una delegación casi que simbólica, lo que implica que, a partir de ahora, la mayoría de los atletas estarán pensando en el inicio de un nuevo ciclo olímpico.
Es el momento para analizar si debemos seguir siendo meros espectadores en cuantos juegos regionales asistamos, tras la modesta participación en los Centroamericanos y del Caribe de San Salvador.
La inversión realizada en las tres últimas administraciones (2009-2023), tanto en preparación como asistencia a competencias regionales, ha sido infinitamente mayor que lo aportado en todos los años anteriores de la era republicana.
Aún así, no contamos con una estructura deportiva definida porque, en esencia, se mantienen las mismas reglamentaciones de los años 80, ni con más o mejores instalaciones que antes, y la cantidad y calidad de nuestros atletas ni es mayor ni ha mejorado.
Los éxitos alcanzados en las primeras dos décadas del nuevo siglo, salvo contadas excepciones, se lograron con atletas que entrenaban y competían en el exterior y, algunos de ellos, con doble nacionalidad deportiva.
Es decir, que la estructura y la infraestructura es totalmente endeble y así se mantendrá, si no se entiende que el deporte debe atenderse como una situación de Estado y no como un botín político, como se ha hecho hasta ahora.
¿De qué han valido los millones de dólares invertidos en 'estímulo deportivo', entrenamientos, viajes de preparación, competencias y juegos regionales, si no pasamos en conjunto del noveno lugar y, de manera individual, son poquísimos los que destacan?
Guatemala y El Salvador, países de nuestro entorno regional, hace mucho tiempo nos dejaron atrás, con bases sólidas principalmente en su deporte escolar, a pesar de no contar con los recursos económicos que tiene Panamá.
Los guatemaltecos comenzaron a dejarnos atrás, en lo referente a medallas en Centroamericanos y del Caribe, a partir de los juegos de La Habana en 1982, en tanto que los salvadoreños a partir de Ponce, Puerto Rico, en 1993.
Un hecho a tomar en cuenta es que, en comparación a los países mencionados, Panamá tiene la oportunidad de foguear y mejorar sus actuaciones, al participar en muchas más competencias regionales, como los juegos Bolivarianos y Suramericanos.
No obstante, los resultados siguen siendo los mismo, tal y como ocurrió en San Salvador, donde los guatemaltecos se colgaron diecisiete preseas de oro, los anfitriones ocho y nosotros apenas cinco.
¿Qué debe hacerse para cambiar el rostro perdedor del deporte istmeño?
Las soluciones que pudieran darse no son fáciles, pero como acontece con otros males mayores, como del Seguro Social y la rampante corrupción en la cosa pública, es necesario tomar al toro por los cachos.
Algunos expertos afirman que es necesario cambiar el sistema jurídico, entendiendo que la actividad de alto rendimiento, al que las autoridades se aferran como 'suicidas garrapatas', es apenas una parte del desarrollo deportivo, además de los sectores escolares y comunales, entre otros.
Al tiempo de otorgar herramientas e instalaciones para su desenvolvimiento y desarrollo, deteniendo la 'salvaje práctica' de construir mayormente coliseos para el béisbol y el fútbol, como si no existieran otras treintena de actividades con necesidades similares, entre ellos, el deporte adaptado.
Una ley que elimine la obsoleta e inservible figura de las ligas provinciales y defina el papel de la entidad gubernamental ante la actividad profesional, convertida hoy en una federación más, con subsidios, subvenciones y derecho a 'llantarrias' públicas.
Una reglamentación que otorgue derechos a los atletas, como es el caso de los incentivos o estímulos, pero que al mismo tiempo les obligue devolver con resultados y trabajos sociales ese apoyo.
No es posible seguir sosteniendo ese renglón de patrocinio (que pasa del millón de dólares), principalmente a los de alto perfil, sin que al final del año haya una evaluación de rendimiento en nombre del país.
Es decir, una cosa son sus participaciones particulares y otras en juegos regionales, por los que realmente son apoyados por el gobierno, y donde debieran otorgarse beneficios versus resultados.
De igual forma, organizar charlas y seminarios con la dirección técnica de Pandeportes, dirigidas a lo largo del año a jóvenes competidores y estudiantes, tratando de incentivar a unos a seguir, y motivar a otros a que se involucren.
Una ley, que no de posibilidades a las autoridades deportivas a sentirse comprometidos políticamente, como ocurre en la actualidad, y que por ello tiene a antiguos directores de Pandeportes visitando regularmente el Ministerio Público.
También es necesario involucrar mucho más al sector privado, de tal manera que el gobierno deje de ser el mayor benefactor, y no hablamos únicamente del deporte de alto rendimiento.
Es posible que el gobierno, a través de Pandeportes y el Ministerio de Educación, distraiga en otros menesteres fondos destinados a su inversión deportiva, pero la verdad es que nadie puede soportar solo, la carga que implica apoyar todas las necesidades existentes.
Es por lo que una nueva reglamentación debiera darle mayores herramientas a las federaciones, además de la capacidad para introducir mucho más a la empresa privada en sus proyectos.
Se habla de una ley de incentivos, pero es posible que solo para quienes inviertan en el deporte de alta competición y de conjunto (fútbol, baloncesto y béisbol), sin estar claros con las otras disciplinas y sus semilleros.
En esa línea, el documento debiera ser claro en cuanto a incentivos fiscales para quienes apoyen al deporte desde su etapa incipiente, donde las necesidades son muchas más apremiantes y, a veces, la ayuda no llega o es muy esporádica.
Hay mucha tela que cortar en materia deportiva, pero el camino que llevamos hasta ahora, solo nos está conduciendo al despeñadero.