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- 01/10/2020 00:00
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Cuando el VAR nació, llegó al mundo amparado por un lema poderoso que se esperaba fuera la síntesis de todas las bondades que el nuevo sistema traería. El lema decía: “Interferencia mínima, con un máximo beneficio”.
La idea era aprovechar la tecnología para corregir “errores claros y evidentes”, y que funcionara como un apoyo necesario para los árbitros y jueces de línea que se desempeñan en el campo. Pero casi desde el primer día de su nacimiento, el VAR confrontó la claridad de sus metas, con una confusión que no ha hecho más que aumentar con el tiempo.
En la primera línea de fuego estaba la propia tecnología, que en algunas ocasiones puntuales se empeñaba en no funcionar o no hacerlo adecuadamente. Además estaba el hecho de que en diversas ocasiones, y pese a las revisiones del VAR, se tomaban muchas decisiones incorrectas. O en algunos casos, no se revisaban jugadas escandalosamente mal sancionadas. Otro asunto sensible es el hecho de que el fútbol es un deporte que necesita obligatoriamente del criterio humano para tomar decisiones arbitrales. Y si bien el árbitro central es el dueño de la decisión final en jugadas controvertidas, la suma de los seis árbitros que se ocupan del VAR añaden confusión a la hora de las interpretaciones.
El fútbol es un deporte fluido, que no se ve favorecido por interferencias o interrupciones. Y ese es otro problema que trae consigo el VAR. Muchos goles deben esperar la revisión de turno, mientras congelan los abrazos de celebración. Y sumado a este conflicto, están los árbitros que sintiéndose respaldados por el VAR, realizan una labor tibia o perezosa.
Si nos atenemos a lo expresado en la página oficial de la FIFA, la cosa parece sencillísima. Lo primero que se explica sobre el funcionamiento del VAR, son los casos que ameritan el uso del sistema de videoarbitraje. Estos serían las incidencias que podrían modificar dramáticamente el desarrollo de un partido. A saber: goles. Así lo explica la FIFA: La función de los asistentes de video es ayudar al árbitro a determinar si se ha producido alguna infracción que impida conceder un gol. Una vez que el balón ha cruzado la línea de meta, el juego ya se ha interrumpido, por lo que el ritmo del partido no se ve afectado.
Luego, penaltis. Los asistentes de video evitan decisiones erróneas relativas a la concesión (o no) de un penalti.
Tercero: tarjetas rojas. Los asistentes de video evitan decisiones erróneas relativas a la expulsión de un jugador.
Y finalmente: confusión de identidad. Esto ocurre cuando un árbitro no amonesta o expulsa al jugador que debe, o no está claro qué jugador ha cometido una infracción, los asistentes de video pueden informar al árbitro para que este sancione al jugador pertinente.
Si se da uno de los casos antes mencionados, este sería el procedimiento a seguir:
Se produce una incidencia.
Entonces el árbitro informa a los asistentes de video, o los asistentes de video recomiendan al árbitro que se revise una decisión o incidencia.
Revisión y recomendación de los asistentes de video.
Los asistentes de video examinan las imágenes grabadas e informan al árbitro mediante un sistema de audio de lo que están viendo en pantalla.
Decisión/acción arbitral.
El árbitro toma la decisión o actúa adecuadamente tras ver el video en el lateral del campo o basándose en la información que le han comunicado los asistentes de video.
Hasta aquí todo parece bastante claro, ¿cierto?
Qué va. Es hora de introducirnos en el laberinto de los enredos, errores y confusiones.
Problemas recurrentes; posibles soluciones.
Si estás pensando en la posibilidad de volver al tiempo anterior al VAR, olvídalo. El VAR llegó para quedarse. Por eso es mejor ir pensando en los posibles ajustes que acercarían el sistema de videoarbitraje a sus metas originales (“Interferencia mínima; máximo beneficio”).
Lo importante es buscar mayor justicia en la cancha desvirtuando lo menos posible la fisonomía del fútbol. Mantener la esencia social y deportiva del fútbol resulta esencial. Pero no sería mala idea lograrlo con algo de apoyo tecnológico.
Ya comentamos que un comité de 6 personas ayudando al árbitro del partido es una receta inobjetable para generar más confusión. En ocasiones no queda claro determinar quién dirige cada partido. El árbitro mantiene un diálogo continuo con la cabina donde labora el equipo asesor, en un proceso distractivo y que limita la concentración del responsable máximo de impartir justicia en la cancha.
Luego está el tiempo que se toman para verificar y en última instancia decidir la jugada en discusión, lo cual es una amenaza directa contra la fluidez del juego. Y de la mano de la fluidez, viene la emoción, que en ocasiones queda envuelta en puntos suspensivos, mientras el árbitro dialoga con su equipo de asesores y pone en pausa la reanudación del juego.
Otro elemento importante es unificar criterios a la hora de definir cuáles son las jugadas consideradas de “errores manifiestos”, en los que hay que acudir al VAR. Si no nos ponemos de acuerdo en lo que es un error manifiesto, difícilmente saldremos de la confusión.
Buscando respuestas y casi desde el inicio del VAR, sus responsables observaron algunas soluciones puestas en práctica por otros deportes. No quiero decir que los errores arbitrales o las controversias hayan desaparecido del hockey sobre hielo, el tenis o el fútbol americano, pero algunas de las soluciones encontradas quizá podrían hallar una aplicación en el fútbol. Por ejemplo, en el hockey sobre hielo existe la tecnología de la línea de gol. Cada vez que el disco cruza esa línea una alarma avisa al árbitro, decretándose el gol de inmediato. Esta tecnología, prima hermana del “ojo de halcón”, solo funciona si no hay elementos tecnológicos fallidos (como ya ocurrió en alguna liga europea, cuando el sofisticado mecanismo se apagó en medio de un partido). Otro ejemplo está en el fútbol americano, donde si bien los errores arbitrales no han desaparecido, sin embargo han disminuido. Allí se permite que los entrenadores de cada equipo tengan la oportunidad de reclamar en dos ocasiones durante cada mitad de partido, alguna jugada que consideren injusta o mal sancionada.
Quizás una forma de simplificar el sistema pasaría por que solo el árbitro pueda consultar con los asistentes del VAR en caso de duda mayor o muy grave. Eliminaríamos las frecuentes llamadas de atención desde la cabina, que están ayudando a convertir a los árbitros en seres perezosos y distraídos. Y ya que menciono a los asesores en cabina, ¿tienen que ser seis? ¿No podríamos funcionar mejor con un número más reducido?
Seguramente el VAR va a mejorar, tiene que mejorar. Pero para lograrlo deben implementarse cambios, escuchar las ideas y las objeciones de los protagonistas, sin escudarse en rígidas autosuficiencias o en un falso exitismo que no conduce a ninguna parte.
Quizá solo así logremos aproximarnos a una mayor justicia en el fútbol.