Integrantes de la caravana migrante en el estado de Chiapas, en el sur de México, denunciaron este jueves 21 de noviembre que las autoridades les bloquearon...
- 06/07/2020 00:00
- 06/07/2020 00:00
El boxeo mundial ha tenido grandes exponentes en todo el mundo. Solo de imaginar que el noble arte del marqués de Queensberry tiene casi dos centurias, es lógico pensar que habrá más de un millar de gladiadores con un historial extraordinario.
Panamá también tiene sus años en el negocio. Según los registros, algo así como 114, y claro está, tiene bajo su manga una cantidad de nombres históricos, y otros no tanto, pero que de una forma u otra le fueron dando forma y nombre a lo que un día alguien le dio por llamar: 'La escuela del boxeo panameño'.
Hace muy poco, el presidente de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), el venezolano Gilberto Mendoza, durante una entrevista con este servidor, recordó que en una ocasión le hicieron ver que el gran boxeo que exhibió el boricua Wilfredo 'Bazooka' Gómez en su exitoso paso por el ring, provenía de la escuela panameña.
Algunos hablan del tema y cuando se adentran un poco en la historia recuerdan pasajes extraordinarios exhibidos por Ismael Laguna, Pedro 'Manhattan Kid' Ortiz, Antonio Amaya, Isidro Martínez, Pedro Tesis, Rocky McCay, y un poquito más acá Enrique Torres, Enrique Pinder, Orlando Amores y Alfonso Frazer.
Es claro que no todos pudieron alcanzar la fama y llegar a la cita prevista con los dioses del Olimpo, pero en ellos hubo entrega, pundonor y un envidiable estilo, al que alguien alguna vez se le ocurrió bautizar como: 'La escuela del boxeo panameño'.
A ese grupo de extraordinario andar por las clásicas doce cuerdas perteneció Ernesto 'Ñato' Marcel.
“Mis esfuerzos se iniciaron desde un cuarto pequeño y semioscuro, después de atravesar el maloliente zaguán de calle 4, donde mis padres nos dieron lo que pudieron: algo de escuela, buenos ejemplos, cariño, sacrificio y mucha correa...”, así inició el excampeón del mundo, el colonense Ernesto “Ñato” Marcel, su reseña de despedida de los cuadriláteros en 1974.
Ese año, Panamá despedía a uno de los más talentosos discípulos de la clásica escuela boxística istmeña, que en 1972 se había convertido en apenas el sexto púgil del patio en obtener un título mundial.
Efectivamente, en marzo de ese año, Marcel se graduaba con los mayores honores, al vencer contra todos los pronósticos al monarca venezolano Antonio Gómez, 'El León de Cumaná', por nocáut técnico, y lo despojaba de la faja pluma de la AMB.
Hoy, casi cinco décadas después de ese primer adiós, Panamá lo vuelve a despedir, pero en esta ocasión lo hace para siempre. 'Ñato' Marcel dejó de existir la madrugada del pasado 29 de junio, tras algunos años con serios quebrantos de salud.
Marcel quizá no fue el más carismático de los gladiadores locales, pero aun así gozó del aprecio de los fanáticos por su perseverancia, su estilo y su innato talento.
“Después de (Ismael) Laguna, (Antonio) Amaya y (Roberto) Durán, él era uno de los mejores. Diez años fue campeón peso gallo aficionado, ¡te imaginas eso!”, recordó el expresidente de la Comibox capitalina Rogelio Pérez.
Después del cacareado pleito con Durán, en el que cayó por nocáut técnico en 1970, mucho se habló de que 'Ñato' Marcel era flojo, de que apenas sentía un fuerte golpe daba marcha atrás y perdía todo el brío inicial.
Esos comentarios fueron rebatidos en innumerables ocasiones por su primer manejador, don Isaac Kresh, quien insistía que, en el caso de su protegido, no era cobardía sino vagancia, porque no le gustaba entrenar.
“El 'Ñato' no es cobarde, ningún boxeador lo es, el problema es que es haragán, no le gusta entrenar”, palabras más, palabras menos, le dijo don Isaac al periodista colonense Esteban Lan en una oportunidad.
A propósito de Durán y Marcel, algunos aseguran que la pelea se realizó para saber quién era el mejor pluma del patio, pero la versión de uno de los protagonistas, fue otra.
“Una vez Durán y yo viajamos a México y realizamos unos asaltos de guantes, como parte de nuestra preparación, y lo deslucí totalmente. Eso parece que no le gustó al 'Cholo' y al llegar a Panamá, le pidió a su manejador, don Carlos Eleta, que montara el pleito y este se dio”, le dijo Marcel al periodista capitalino Rodolfo Newland.
Y, si observamos el peso presentado por ambos en ese compromiso, el 16 de mayo de 1970 en el gimnasio Nuevo Panamá, donde Durán pesó 129 ½ libras y Marcel hizo 128, están más cerca de la división súper pluma, la inmediatamente superior.
Durán, Marcel, Amores y Pinder coincidieron en marzo de 1970 en México, cuando realizaron sendos pleitos. El capitalino se presentó en el Distrito Federal, y los colonenses vieron acción en Monterrey y Acapulco.
Otro golpe a su credibilidad sufrió Marcel en su pleito de título mundial (el último), que realizó con el 'Flaco Explosivo' nicaragüense, Alexis Argüello, el 16 de febrero de 1974 en el Nuevo Panamá.
El runrún que corrió entre la decena de apostadores fue que la pelea al final se inclinaría a favor del pinolero y, con ello, adiós al cetro universal del colonense.
Lo cierto es que Marcel terminó el compromiso con los brazos en alto, no sin antes repasarle el abecedario boxístico panameño al novel corajudo boxeador centroamericano.
“Me tocó duro y estuve muy mal. Sus manos llegaron muy fuerte, pero con mi experiencia salí avante (...). En el noveno creí que era el final, pero pasé el temporal”, les dijo Marcel a los periodistas.
Entre tanto, el periodista nicaragüense Edgar Tijerino en su crónica dijo que: “Ganó un gran campeón, Marcel (...). En el asalto doce, cuando Marcel apareció completamente recuperado en forma sorprendente, comprendimos que había llegado la hora de quemar las naves. Toda Nicaragua sabía que la derrota era el corolario lógico”.
Esa fue la historia. Si Ernesto Marcel hubiera sido solo un pequeño ápice de lo cobarde que algunos afirmaron, jamás hubiera sido el gran campeón que fue.
Al final, parafraseando a Tijerino, cuando toca quemar las naves y culminar esta nota, cito a Marcel en su carta al pueblo panameño al retirarse. “No hay camino corto ni fácil para alcanzar el triunfo, pero una vez arriba, hay que mantener la dignidad, para poder bajar por sus propios pies, por voluntad propia y con la frente alta”.
“Para extrañar, ya no será el dinero, sino el delirar del público, que defino como la verdadera gloria”, concluyó. Descansa en paz, Ñato.