Nicaragua recuerda a Clemente y su gran bondad

Cada 31 de diciembre, en dos países de vive un luto silente, sobrio, pero a la vez, una antesala a la llegada a cada nueva año llena de calidez y esperanzas.

Puerto Rico y Nicaragua se hermanan cada último día de cada año, desde la última noche del año 1972.

Dos días antes de la Navidad de aquel año, la ciudad de Managua fue devastada por un espantoso terremoto, que dejó graves daños estructurales y pérdida de vidas humanas.

Roberto Clemente descansaba en su casa de Carolina, Puerto Rico, cuando se enteró de la noticia.

Nicaragua en esos momentos era un país amigo, que necesitaba ayuda de quienes pudieran dársela de la mejor fe y voluntad.

Clemente siempre tuvo entre sus ideales el darle respaldo a causas humanitarias, y en ese momento, Nicaragua necesitaba de él.

Fue así como ‘El Cometa de Carolina' puso manos a la obra, y ordenó cargar un avión, modelo DC-7, con todo lo que se pudiera llevar a Managua, Nicaragua.

Clemente supervisó toda la operación de carga. Finalmente, el avión repleto de alimentos, suplementos médicos, ropa y otros enseres estaba listo para salir de la isla caribeña.

Minutos antes, decide ser parte de la expedición. Su esposa, Vera, le pide que no viaje tan de noche y en vísperas del Año Nuevo, pero Clemente quiere estar en Managua para ver que la ayuda sea entregada adecuadamente.

Sin embargo, ese viaje nunca se completó. El avión nunca llegó a tierras pinoleras. El cuerpo de Clemente jamás fue recuperado.

Han pasado 45 años desde aquella tragedia, y hoy con mayor fuerza se siente el laso entre boricuas y nicas, a través de un pelotero excepcional; un ser humano sin igual.

Todo su legado se resume en un cenotafio, ubicado en Carolina.

‘Hijo de Carolina, Ciudadano Ejemplar, Atleta, Filántropo, Maestro, Héroe de las Américas y del Mundo', sintetiza al inmortal pelotero boricua.