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- 26/03/2023 00:00
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Cerca del mediodía, el Casco viejo bulle de actividad. Pasada la pandemia y todas sus consecuencias, la llegada de visitantes se reactiva y nuevos espacios forman parte de la oferta del barrio de San Felipe, Patrimonio de la Humanidad y principal centro turístico del país.
Luego de varios años de construcción, incluido el tiempo vivido en confinamiento, el edificio del antiguo Club Unión y posteriormente Club de Clases y Tropas, sufrió una completa renovación para albergar un hotel de la cadena Sofitel, uno de los pocos en la categoría Legend.
Tras la amable bienvenida del personal entramos a un lobby impresionante que luce una estética relacionada completamente con el Canal de Panamá. Artefactos de tema marino comparten espacio con pinturas que ofrecen la frescura del agua. La pared del fondo luce un mapa del área canalera elaborado en mosaicos. Imágenes fotográficas registran momentos clave en la construcción de la vía acuática presentan su evolución hasta fecha reciente.
Allí espero a Maylin Pérez Parrado, quien tuvo la responsabilidad de adquirir y curar la colección de arte, digna de un espacio de su categoría.
El hotel ya ha abierto al público, sin embargo, completa detalles, algunos relacionados con la colección de arte, decoración y accesorios, elementos que deben guardar completa armonía.
Para Pérez Parrado este proyecto empezó en 2018, cuando los propietarios del hotel la contactaron para proponerle, se encargara de esta empresa.
“A Sofitel, dentro de sus parámetros, le interesa que la colección de arte de cada hotel que desarrollan sea curada, sea una colección de alto nivel. El propietario, en función de cumplir con esos estatutos me contactó y me explicó que necesitaba una curadora que diseñara, pensara, crear e instalara su colección. Así fue como comenzamos y las primeras reuniones se dieron entre 2018 y 2019. Comencé a trabajar conjuntamente con el equipo que estaba a cargo de la construcción del hotel. El equipo de Sofitel entró después”, explica.
“Empecé curando el arte, posteriormente comencé a hacer asesorías con los muebles y posteriormente me amplié hacia accesorios u objetos de arte, que no son necesariamente arte pero que son objetos vintage que nos ayudan a decorar espacios y complementan con los demás elementos”, indica. Han sido cuatro años de multitasking… arte, muebles, accesorios, en el que se ha expandido un poco mi criterio, junto con un equipo de profesionales que incluye no solamente la arquitectura sino el diseño de interiores”, agrega. El equipo se completó con su asistente, Lourdes Escobar y Rodrigo Hernández, experto en este tipo de montajes.
En 2020, con la declaración de pandemia hubo una pausa, pero esto no impidió que se siguiera trabajando, cada uno desde su lugar de residencia, la de Pérez Parrado, actualmente, Países Bajos.
Ya había estado en el terreno cuando recién pusieron la primera piedra y en otras ocasiones. Incluso participé en algunos rediseños de planos que hubo que hacer en un reajuste de espacios”, comenta. Su último viaje a Panamá antes de la pausa había sido en febrero de 2020. “Nunca tuve intención de quedarme. Quedé atrapada allá y en ese momento mi hijo comenzaba la escuela. Tuve que reinventar todo mi programa de trabajo y desde allá”, rememora.
Al estar cerrado el hotel, el trabajo continuó contando con la referencia de los planos.
“Fue difícil al principio, pero en equipo nos reuníamos y compartíamos información. Soy mucho de planos, me gusta trabajar bajo un prediseño. Así pudimos avanzar y cuando se abrió el país pude viajar y bueno, todavía estamos en construcción, digamos que siempre he estado yendo y viniendo”, cuenta.
Unas mil obras que incluyen pintura, escultura, fotografía, grabados, acuarelas y dibujos la competan. Es una colección multidisciplinaria que se enfoca principalmente en el arte local. “Nos interesaba mucho potenciar y apoyar la escena artística local porque precisamente estando en medio de la crisis del coronavirus, se vio muy afectada y me sentí muy complacida de que tanto Sofitel como los propietarios abrazaron inmediatamente la propuesta y les encantó el sentido de poder apoyar a la comunidad artística”, asegura.
Tomando en cuenta los parámetros establecidos por la cadena hotelera, incluido el diseño de interiores, se establecieron temáticas específicas para cada área. El lobby está dedicado al Canal, los salones de conferencias están dedicados a los carnavales. La librería, a las reinas y el ballroom, lleva a los asistentes a revisar un poco el pasado del edificio, con fotografías de la visita de la Reina Isabel II durante su gira oficial e imágenes que registran a la socialité panameña en actividades de antaño en la terraza.
“La selección de las obras responde a esas temáticas pero también a que para mí, como curadora, era importante establecer la mayor colección de arte en Panamá en espacios de acceso gratuito. Aquí se muestra al público abiertamente, arte panameño del Siglo XIX, XX y XXI. Está aquí en el hotel, la mayoría en las áreas públicas”, confirma la curadora.
Para la experta, fue muy interesante poder abarcar esos períodos del arte panameño tanto por artistas establecidos y reconocidos y también por artistas emergentes. “Creo que logramos armónicamente crear una colección amplia y que llena esos espacios”, destaca.
Y los resultados, muy emocionantes, “sobre todo esa primera experiencia cuando reconoces que todo dialoga: los muebles, el diseño de interiores, el arte. Y en este punto nos alejamos de lo multidisciplinario y vamos a lo interdisciplinario. Cómo las disciplinas se van relacionando y cohabitan. Para mí como curadora eso es divino porque le presto mucha atención a la experiencia del cliente, del público y respeto esos valores”.
Reconoce que observar el lobby, la emociona. “Ver que el mural que imprimimos en Barcelona, los compases que trajimos de Canadá, los asientos que compramos en Miami. las pinturas que comisionamos en Panamá y los pisos que trajimos de Nicaragua, con cada detalle se va armando esta especie de rompecabezas”, sostiene.
En cuanto a las obras, señala la curadora que gran parte fueron comisionadas, mientras que otras fueron compradas a colecciones privadas en Panamá.
“Siendo tan amplia y tan extensa la colección, no se podría haber contactado a tantos artistas individualmente”, reconoce. Por ello Pérez Parrado, luego de hacer una investigación, contactó a algunas personas que poseen colecciones que cubren diferentes periodos. Para el Siglo XIX están las fotografías de Carlos Endara que pertenecen a la colección de Ricardo López Arias. De la galería Arteconsult, la colección se nutrió con su vasta colección de arte gráfico. También se adquirieron obras del Museo de Arte Contemporáneo, de Múltiplo Editions, proyecto de Johnny Roux y adicionalmente fueron comisionadas obras a artistas como Thanyo De Freitas, Susana González Revilla y Vanessa Orelli, artistas contemporáneos. “Fue un proceso largo porque involucró visitar a los coleccionistas, museos, galerías y los estudios de los artistas para mirar existencias, condiciones y eso tomó casi un año, mientras avanzaba la construcción del hotel”, mencionó.
“El arte tiene que ir constantemente en comunicación con la arquitectura, porque hay elementos específicos que tenemos que saber para ya luego analizar el tipo de montaje que vamos a utilizar”, manifestó. Dependiendo de la obra, se establece el tipo de montaje que se va a realizar. Además, no se trata solo de seleccionar las obras sino elegir marcos que compaginen tanto con la obra como con el espacio donde se ubicará.
“Ha sido un proyecto en el que no ha habido un segundo en el que no haya tenido que dialogar con el equipo de construcción y ha sido muy bueno y también un reto porque son personas que están en un mundo más práctico”, admite.
Tal vez uno de los detalles más complejos del proyecto fue trabajar sin un presupuesto asignado. “Tenía algunos parámetros, una guía, considerando lo que debería cubrir, pero no tenía un presupuesto específico. Lo que se hizo fue hacer propuestas. Yo hacia la propuesta, se aprobaba la propuesta y procedía. Afortunadamente todas las propuestas que propuse se aprobaron y se estableció la colección”, indicó.
De acuerdo con Pérez Parrado, sumando la compra de las obras, enmarcados, montaje, transportación, seguro y honorarios del staff, el total invertido se acerca al millón de dólares. “Para Panamá, el contexto que manejamos es una colección bien establecida”, recalca.
Además de los artistas ya mencionados, la colección cuenta con obras de Eduardo Navarro, Amalia Tapia, Teresa Icaza, Roosevelt Díaz, Coqui Calderón… “Son casi 40 artistas panameños y para mí esto es un gran honor”, reitera Pérez Parrado.
Y es que, tomando en cuenta la carga histórica del hotel y su ubicación, no hubiese tenido mucho sentido que el arte se hubiese importado. “Siempre digo que soy cubana de nacimiento, holandesa de residencia y panameña de corazón. Habiendo estado por más de una década en Panamá, no lo hubiera concebido de otra manera”, alega.
Otro elemento a destacar, en cuanto a lo económico es que se trata de una colección que ya está pagada. “Aquí cada obra ha sido adquirida, comprada y saldada para la colección. Todo fue muy claro y es uno de los parámetros con los que yo curo los proyectos; no tener deudas ni consignaciones. Trabajar así es muy bueno, muy saludable”, considera.
Las obras han sido seleccionadas considerando un gran respeto hacia la preservación de la memoria, la herencia de los espacios. “Hay varios elementos que tanto a Sofitel, como al propietario y a mí como curadora nos interesaba cumplir y no es para nada agradecimiento, no es eso. Es simplemente lo que debe ser”, resalta.
Sumado a las obras de arte, los accesorios complementan los espacios y aportan pertenencia. “Son más de 2,000 piezas, contando libros y objetos comprados a colecciones privadas y que no tiene solo un valor decorativo sino también histórico y emocional”, ilustra.
Libros y enciclopedias que probablemente tuvimos en casa, tazas de porcelana, cafeteras..., “Lo ves y dices, es Panamá. Es nuevamente conectar con esa visualidad histórica. Sofitel Legend hay solamente seis en el mundo y en Panamá teníamos que enaltecer la cultura local y creo que se ha hecho de una manera respetuosa, sin rozar en el kitsch turístico”, afirma.
El trabajo no termina, continúan algunas adecuaciones que han debido realizarse para no reñir con señalizaciones, interruptores, alarmas y otros sistemas de seguridad. Todo cambio se revisa al milímetro. “Es un ejercicio que demanda creatividad, concentración y pragmatismo”, dice Maylín.
. Faltan pequeños detalles. Afortunadamente lo más pesado se ha concluido. Todos y cada uno de los libros debió ser hojeado para verificar que no hubiesen contenidos de odio, racismo, xenofobia u homofobia. En la salas de reuniones para la selección de imágenes se consideraron elementos que no generaran mucha distracción, mientras que en las áreas públicas destacan algunas reinas de carnaval y algunos visitantes probablemente dirán “Allí está mi tía!”.
“Ese es el objetivo. Que vengan panameños y digan 'yo tenía esta enciclopedia encasa', despertar ese sentido de pertenencia fue uno de los objetivos principales de esta colección”, concluye.