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- 11/04/2021 00:00
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Las miniaturas generan un encanto particular en las personas, representan el mundo que conocemos reducido a una pequeña escala lo que les añade un atractivo inexplicable, no en balde muchas de las artesanías centroamericanas, en especial las salvadoreñas, recrean todo tipo de escenas que caben en la palma de la mano, y las tallas panameñas en tagua no se quedan atrás. Sin embargo, el amor de los japoneses por estas figuras a escala va más allá de lo imaginable.
Sabemos que los monjes zen japoneses veían en la miniaturización —en especial la de árboles y paisajes— técnicas de concentración, contemplación y misticismo, pero a diferencia de otras de sus artes, las miniaturas no tienen una línea específica que podamos seguir, ya que han sido creadas en diferentes medios con variados materiales, y debido a la atención al detalle por parte de los artesanos, no es de extrañar que los japoneses también destaquen en estos menesteres.
Los bonsáis, un tema que tratamos previamente, devienen hasta los tamaños más pequeños, el keshitsubo, árboles de 3 a 8 centímetros de altura que caben en la palma de la mano, es cierto que pueden seguir creciendo, pero su aspecto mientras se mantienen en esta clase es impresionante porque representan en escala mínima a la naturaleza viva.
Otras miniaturas muy antiguas son los hashi-oki —reposa palitos de comer— que aparecen tan temprano como el inicio del período Heian (794-1185) e inicialmente reproducían solo la naturaleza, en la actualidad los diseños son variados al igual que los materiales, madera, cerámica o resinas plásticas. Son tan variados que hay para cada época del año como forma de agradar a los comensales. Otro tipo que resultaba muy útil era los netsuke —ornamentos tallados en madera o marfil— atados a un trozo de seda u otro tipo de tela utilizada en los kinchaku —bolsos de tela— como adornos, y en otros casos, al otro extremo de la seda habría un inro —caja pequeña para guardar cosas— también era exquisitamente decorada y se colgaban del obi —cinturón de tela del kimono—, que carecía de bolsillos donde guardar monedas, sellos personales o medicinas, entre otras.
A pesar de la gentileza y hermosura de las miniaturas, algunos de sus usos se aprecian en objetos no tan pacíficos, como los hechos en la tsuba —guarda— de las espadas, arte que podría haber iniciado en el período Kofun (300-538) y que con el paso del tiempo fue creciendo en detalles, calidad y maestría, como lo indica el Dr. Marcos Sala Ivars: “En el período Kamakura (1185-1333) encontrarás motivos tanto vegetales como abstractos y animales, luego en el Muromachi (1333-1573) aparecen los tres grandes gremios que las fabrican: los forjadores, los armeros y los fabricantes de espejos, quienes crearán diseños más complejos y miniaturización sobre las tsuba. Pero no será hasta finales del siglo XVII, con la aparición de escuelas como la Soten o la Jakushi, que aparecerán barroquismos tipo El Bosco”.
Evidentemente, con los 200 años de paz del período Edo (1603-1868) todas las formas artísticas tuvieron gran preponderancia lo que llevará a las miniaturas a un nivel de detalle, complejidad y belleza nunca antes visto.
En nuestra época la creación continúa con increíbles y variados diseños, que gracias a las técnicas de reproducción, materiales y distribución, se han hecho accesibles a toda la sociedad y a nivel mundial. Nos referimos a los famosos gashapon —onomatopeya del sonido que hace la máquina, gasha-gasha al dar la vuelta a la perilla y pon cuando cae la cápsula—, industria que genera más de $200 millones anuales y que saca al mercado todos los meses más de 100 miniaturas diferentes.
Al igual que otros aspectos de su cultura, los gashapon no fueron inventados en Japón, las conocidas Gumball machines de EE.UU. o Inglaterra son sus predecesoras. En Panamá había en las décadas de 1960 y 1970, dispensadoras rojas de juguetes con un cilindro o esfera de vidrio que dejaba ver los 'premios' que por 5 o 10 centavos hacían las delicias de los pequeños. En Japón los premios evolucionaron, mientras que otrora se conseguían figuras, ahora van desde decoraciones para celulares, hasta vasos o llaveros, entre otros, y representan autos, sushi, animales, paisajes y prácticamente cualquier cosa útil o común.
En Japón todo este fenómeno lo inició Shigeta Ryuzo en la década de 1960 y la diferencia era que los premios ofrecidos en su máquina venían dentro de una burbuja plástica que los protegía. Luego llegó la compañía Bandai, que apostó en grande por la calidad de las miniaturas: talladas a mano por artesanos y luego el prototipo final se reproducía de manera industrial, la pintura de algunos era acabada a mano para darle un mayor realismo. Desde su entrada en el mercado en la década de 1960 se han multiplicado en Japón a más de 360 mil máquinas expendedoras. Los nuevos juguetes cuestan de $3 a $5, mientras que los más antiguos se han convertido en piezas de colección, así que los tirajes, a pesar de la gran cantidad, son limitados.
Actualmente es posible encontrar máquinas gashapon en prácticamente cualquier lugar de Japón. La moda actual son las figuras que se pueden colocar en el borde de los vasos o tazas, la más conocida, Fuchiko, la representación de una OL —oficinista japonesa u office lady—, que alcanza hasta el momento 1,500 poses y vestidos diferentes.
Sin embargo, la más famosa de las miniaturas japonesas es la creación del artista Shigetaka Kurita en 1999, nos referimos a los emoji, imágenes de doce por doce pixeles con los que el autor quería facilitar la comunicación electrónica, en vez de escribir tormenta, solo había que insertar el emoji. Sus creaciones pueden parecer simples 21 años después, pero han sido reconocidas como obras de arte. Tan es así, que los 166 que creó forman parte de la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Estamos seguros de que esta pujante industria japonesa continuará asombrándonos con sus pequeñas maravillas en el futuro. No podemos terminar sin agradecer al Dr. Marcos Sala Ivars por su invaluable ayuda.
El autor es catedrático de la Universidad de Panamá y doctor en comunicación audiovisual y publicidad.