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- 25/12/2016 01:00
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En un rincón de la Ciudad del Saber, crece sigilosamente un vecindario de meliponas o abejas sin aguijón. Las distintas colmenas florecen en el patio exterior del Instituto de Investigaciones Clínicas y Servicios de Alta Tecnología (Indicasat).
Algunas viven dentro de sus nidos originales, troncos de árboles huecos. Otras han sido trasladadas a cajas de madera especialmente creadas para ellas. Son especies variadas, captadas en el interior del país. Todas son nativas, todas producen miel. Ninguna pica.
Antes de la conquista española y la llegada de la abeja de miel europea, los nativos del Istmo aprovechaban la producción de miel de estas abejas silvestres e inofensivas para su consumo personal. Esta práctica fue común entre distintos grupos indígenas del continente, con los mayas siendo los de más larga tradición.
‘En las Américas... el cuidado de estas abejas era una parte importante de las costumbres religiosas, hábitos alimenticios y comercio de muchos pueblos nativos', destaca el capítulo ‘Aspectos culturales de la meliponicultura' del libro Stingless bees process honey and pollen in cerumen pots , editado por David Roubik, investigador del Instituto Smithsonian de Investigación Tropical (STRI); uno de los pocos científicos enfocados en el estudio de las abejas en Panamá.
‘Con el proceso de colonización en las Américas, la introducción de la abeja europea y cultivos como la caña de azúcar, el hombre se separó de su entorno cultural y disminuyó la transmisión de los conocimientos tradicionales, incluyendo el relativo a las abejas sin aguijón', detalla el texto.
ABUNDANCIA DE MIEL
En Panamá, la abeja europea, domesticada y capaz de producir miel en cantidades comerciales, llevó la producción nacional a superar los 200 mil galones entre 1977 y 1981.
Así lo asegura Hermógenes Fernández, investigador del Indicasat. Este patrón se trastocó a inicios de los años ochenta con la llegada de la abeja africanizada de Brasil, una especie altamente productiva pero sumamente agresiva.
Su arribo afectó significativamente a la especie europea y produjo un severo declive en la producción nacional de miel, pasando de 200 mil a 18 mil galones en 1986. 30 años después, la situación ha mejorado ligeramente.
‘SI HABLAS CON LOS SEÑORES DEL CAMPO, RECUERDAN QUE CUANDO SUS PAPÁS CONSEGUÍAN MIEL DE PALO ERA COMO UNA FIESTA EN SU CASA'
HERMÓGENES FERNÁNDEZ-MARÍN
INVESTIGADOR DE INDICASAT
‘Este año la producción fue de 44 mil galones. En otras palabras, de 1981 a la fecha hemos perdido el 80% de nuestra producción de miel', insinúa Fernández.
Al margen de esta situación, la abejas meliponas sufren en silencio. Décadas atrás, la recolección de ‘miel de palo', era común en las áreas rurales del país. Esta miel silvestre, producida en pequeñas cantidades, se extrae de los nidos que construyen las abejas en los troncos huecos de árboles.
A diferencia de la miel comercial, alineada sobre los estantes del supermercado, la de palo se produce en menor cantidad, está compuesta por una mayor variedad de flora, posee un cuerpo y un color más ligero y su sabor es más rico. Así la describen quienes la consumen. Algunos incluso le atribuyen propiedades medicinales.
ABEJAS EN PELIGRO
Las distintas especies de abeja melipona se han visto afectadas por una serie de factores. Dentro del capítulo ‘Recuperación de saberes y formación para el manejo y conservación de la abeja Melipona beecheii en la Zona Maya de Quintana Roo, México' se detallan algunos de estos, que se pueden extrapolar a las circunstancias panameñas.
Por ejemplo, la deforestación —debido al rápido avance de la frontera agrícola y pecuaria—, la presencia de la abeja africanizada, el acelerado y desordenado desarrollo urbano y turístico o la falta de capacitación en el manejo de esta abeja.
Esto lo respalda Juan Carlos Di Trani, especialista en abejas del Indicasat. ‘Como parte de mi tesis doctoral demostré que las abejas africanizadas salen a forrajear más temprano en la mañana y regresan más tarde que las meliponas', sostiene. ‘Llega un momento en que las van desplazando, porque se van acabando los recursos'.
Di Trani añade que el Dr. Roubik ha demostrado que las meliponas son más comunes dentro del bosque tropical que fuera de él, a diferencia de las africanizadas, a las que le cuesta más manejarse en ese ambiente.
‘Su hábitat natural es el bosque, mientras más lo destruyas, más le das paso a la africanizada que acaba desplazando a la otra', dice.
TRADICIÓN QUE SE APAGA
‘Si hablas con los señores del campo, recuerdan que cuando sus papás conseguían miel de palo era como una fiesta en su casa', comenta Fernández. ‘Pero ahora es complicado encontrar estos nidos para las personas expertas, las condiciones están cambiando'.
Natividad, un poblador de la comunidad de San Pedro, en la provincia de Coclé, asegura que cada vez es más difícil detectar los nidos de estas abejas en la naturaleza, pero destaca que las nuevas generaciones tampoco muestran interés por aprender a recolectar la miel de palo. Él aprendió la práctica por su papá.
‘[Los nidos] son difíciles de encontrar... Cuando yo estaba más chico había más montañas y se encontraba mejor', explica. ‘Los jóvenes no están muy entusiasmados por esa miel', agrega.
CIENCIA AL RESCATE
Hace medio año que Natividad asiste en la búsqueda de nidos de meliponas para un proyecto que llevan adelante Fernández y Di Trani en el Indicasat.
La idea es construir en el centro de investigación un espacio donde distintas especies de meliponas tengan sus nidos. La finalidad es doble: de educación y concienciación a la población sobre la situación que viven estas especies en el país y su importancia como polinizadoras en la naturaleza.
Para llevarlo a cabo, viajan frecuentemente al interior del país en busca de nuevos nidos. El 2 de diciembre realizaron una gira en compañía de William Wcislo, subdirector del STRI, que estudia el comportamiento de las abejas nocturnas.
En Palmar Arriba de Coclé Natividad había detectado un tronco que resguardaba un nido de meliponas. El equipo de científicos, junto con varios vecinos del área atravesó sembradíos de yuca, una quebrada y trepó por una cuesta fangosa para llegar al claro de bosque en que se encontraba el árbol.
Con una motosierra, se aserró una sección del tronco para llegar al espacio hueco en que estaría el nido y la miel. El periplo no rindió frutos, sino decepción. La miel se encontraba fermentada; el polen, blanco; los restos de cera, rígidos y de un color oscuro. No había indicios de abejas.
‘Yo diría que les cayó una plaga y las mató', plantea Di Trani.
El grupo entonces se encaminó hacia San Pedro, a casi dos horas de camino. Un familiar de Natividad mantenía un tronco con meliponas en su jardín y lo ofrecía al Indicasat.
Al llegar al sitio indicado, ya era de noche. El tronco, que ya tenía un corte a la mitad, se separó en dos, revelando el elaborado hogar de las abejas: potes de cerumen, rebosando de miel o de polen y, en el centro, los nidos de las crías.
Di Trani, encargado de trasladar todos los elementos de la colmena a una caja de madera, para transportar a la capital, realizaría el delicado proceso bajo la luz de las linternas, en aquel rincón de Coclé donde no llega la electricidad.
Las miles de abejas poco a poco se fueron acomodando en la caja nueva, donde ya estaban la abeja reina, las crías y la miel.
‘Ellas van a donde les huele a su nido, aunque es mejor hacer esto de día, porque se orientan mejor', subraya Di Trani.
Después de todo un día en el campo, los investigadores llegarían al Indicasat rayando la medianoche, con una nueva colmena.
‘En Indicasat queremos hacer educación, pues estas abejas son muy importantes para la polinización de plantas silvestres', concluye Fernández. ‘También queremos que las personas que tienen el conocimiento para encontrar nidos se involucren más en esta actividad'.
A largo plazo no descarta la posibilidad de establecer un meliponario, para la producción de miel de palo. La meliponicultura, actividad que ha ganado auge recientemente en países de la región, no es común en Panamá.
Su reintroducción no solo supondría una nueva práctica productiva para el mundo rural, sino que reforzaría el cuidado de las especies nativas de abeja y aseguraría la protección de un conocimiento tradicional.
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HISTORIA
Un legado cultural
La importancia cultural de las especies de abejas sin aguijón ha sido registrado por las comunidades a lo largo de los tiempos. Así lo detalla el capítulo ‘Cultural aspects of meliponiculture' del libro ‘Stingless bees process honey and pollen in cerumen pots'.
Los mayas, por ejemplo, en sus códices revelaron, a través de ideografías, su conocimiento sobre ‘xunan-kab', una especie de abeja sin aguijón (Melipona beecheii).
En ellos se describe la estrecha relación entre los mayas y las abejas sin aguijón en asuntos religiosos y de cosmología. También estaban involucradas en rituales de fertilidad mayas, un aspecto fundamental para ellos, puesto que sin fertilidad no había alimento.
Hoy en día, entre los mayas y los nahuatls, la costumbre de añadir miel de estas abejas a las bebidas ofrecidas a sus dioses durante las ceremonias religiosas todavía se mantiene, además de su uso en la medicina popular.