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Un laboratorio panameño para prevenir la violencia
- 31/05/2016 02:00
Hace seis meses, la doctora Anilena Mejía regresó a su natal Panamá con la idea de crear un laboratorio de prevención de violencia.
A diferencia del de muchos de sus compañeros en el Instituto de Investigaciones Científicas y Servicios de Alta Tecnología (Indicasat), el laboratorio de la psicóloga no se encierra entre cuatro paredes ni requiere de equipos sofisticados. Su trabajo se desarrolla en las comunidades más vulnerables del país.
Ese interés por ayudar a los jóvenes de barrios impregnados por la violencia la ha acompañado por mucho tiempo y fue el enfoque de su tesis de licenciatura en la Universidad Santa María La Antigua, donde se graduó con el primer puesto de toda la universidad.
Tras ello y con apoyo de una beca de la Senacyt, Mejía se incorporó al programa de doctorado de la Universidad de Manchester. Allí tuvo la oportunidad de ahondar aún más en el tema.
CRIANZA CONTRA LA VIOLENCIA
Con el apoyo de su supervisora –quien estudiaba sobre cómo las relaciones padre-hijo podían prevenir desde abuso infantil hasta pandillerismo–, la investigadora decidió probar un ‘paquete de intervenciones' para padres conocido como Triple P ( positive parenting program ) en Panamá.
El programa para la crianza de los hijos había sido ampliamente estudiado y su eficacia comprobada una y otra vez, por lo que muchos sistemas de salud en países desarrollados lo utilizaban con confianza. Sin embargo, nunca se había aplicado en un país en vías de desarrollo.
Este fue el primer descubrimiento de la científica social durante su doctorado. ‘Hice una revisión sistemática de la literatura y demostré que nadie lo había hecho en un país de bajos recursos', detalla. Más allá de convertirse en su artículo de mayor impacto durante el doctorado, este fue el catalizador para su investigación principal.
Para implementar el Triple P en Panamá, Mejía primero seleccionó a las seis comunidades con más altos índices de violencia en ese tiempo: San Joaquín, Curundú, Mañanitas, Pedregal, 24 de Diciembre y Juan Díaz.
En cada una se reclutó la ayuda de escuelas y centros de salud para identificar a los 108 padres que conformaron la muestra.
‘Le pedimos a las maestras o a los doctores que nos indicaran quiénes eran los niños con problemas emocionales más fuertes de esa escuela e invitamos a sus papás al estudio', relata.
De manera aleatoria se asignó a la mitad de los padres para recibir la intervención y la otra mitad funcionó como el control (el punto de comparación). Se les dio seguimiento a las dos semanas, tres meses y seis meses.
‘Los papás que recibieron el paquete reportaban una mejora en el comportamiento del niño, en la parte emocional y en sus propias prácticas de crianza', sostiene Mejía. En otras palabras, el ‘paquete psicológico' funcionó.
PROYECTOS EN DESARROLLO
Actualmente, la investigadora tiene entre manos dos proyectos, para los que solo está esperando financiamiento.
Uno de ellos busca utilizar los centros tecnológicos comunitarios para insertar una intervención en línea, que además se conecte con el teléfono móvil.
‘Los papás podrán llegar y recibir apoyo sin la necesidad de un profesional', explica. Hay varias razones por las que Mejía ha decidido trabajar en intervenciones ‘mínimamente suficientes', como se les llama en la literatura. La principal es que nunca habrá suficientes psicólogos para la cantidad de población que experimentará problemas de salud mental.
‘Esto lo dijo una persona muy renombrada hace siete años', agrega. ‘Así que debemos comenzar a enfocarnos en intervenciones que no requieran tanto'.
En este caso, utilizará el contenido de distintos ‘programas de crianza' que han demostrado ser efectivos para crear un programa local. Luego tomará cuatro comunidades y de manera aleatoria asignará a dos a recibir la intervención y a dos que servirán de control.
‘Quiero medir matemáticamente, con un profesor de la UTP, cómo se desarrollan las redes comunitarias, ver quiénes hablan entre sí sobre la intervención y cómo se difunde esa información en la comunidad', expresa. ‘Podríamos demostrar que una intervención no necesita llegarle a todos, sino que si le llegamos a la persona clave ella se encargará de difundirla informalmente'.
El otro estudio que ha diseñado busca incluir 28 centros de salud de la provincia de Panamá para recibir una intervención familiar de prevención de violencia en adolescentes. De manera aleatoria, 14 centros de salud recibirán entrenamiento para implementarla y 14 centros de salud no lo recibirán. Luego se les seguirá por dos años para observar su impacto.
CIENCIA SOCIAL ES CIENCIA
Mejía considera que en Panamá se le debe dar más importancia a la investigación en ciencias sociales. Esto evitaría que se ofrezcan intervenciones a la población cuya efectividad no ha sido demostrada.
Sin embargo, se ha encontrado con que muchas personas no entienden la importancia de invertir en proyectos tan largos y costosos si se puede implementar ‘cualquier cosa' para los pacientes con problemas de salud mental.
‘La salud mental requiere que el paciente reciba el mejor tratamiento posible y que este haya demostrado ser efectivo a través de investigación', subraya. ‘Si no, tal vez les estemos haciendo un daño y no estaríamos desarrollando nuestra sociedad'.
Y qué mejor si las intervenciones han comprobado ser efectivas en el mismo país en que serán implementadas.
‘Lo que yo estudio ya se ha hecho en otras partes del mundo, pero no en países pobres', aclara. ‘Ya sabemos que ha funcionado en Inglaterra, pero ¿funcionará en San Joaquín?', se cuestiona.
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ESTUDIANTES
Científicos sociales en formación
Además de sus propios proyectos, la doctora Anilena Mejía trabaja con estudiantes que desean desarrollar investigaciones propias. Actualmente cuenta con tres en su laboratorio.
Una estudiante de la Universidad de Panamá quiere estudiar si los entrenamientos musicales como los de Fundación Danilo Pérez tienen algún impacto a nivel emocional y conductual en los niños que los reciben.
Otro de sus estudiantes está interesado en el bullying y busca averiguar si existen diferencias en el ambiente familiar de las víctimas, los perpetradores y los que no están involucrados en bullying .
Su tercera estudiante está interesada en los adolescentes con VIH en Panamá. Ella desea saber si una intervención cognitiva conductual desarrollada en Estados Unidos mejoraría los niveles de adherencia a los medicamentos de este grupo en Panamá.
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‘La salud mental requiere que el paciente reciba el mejor tratamiento posible y que este haya demostrado ser efectivo a través de investigación',
DRA. ANILENA MEJÍA
INVESTIGADORA DE INDICASAT