Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 27/11/2023 00:00
- 27/11/2023 00:00
Vivimos en un complejo escenario político y social en el que diversas problemáticas compiten por nuestra atención. Sin embargo, existe un tema que, aunque a menudo no se percibe como prioritario a primera vista, se revela como esencial: la desinformación de género. Este fenómeno distorsiona la libertad de expresión, convirtiéndola en un pretexto para difamar, propagar estereotipos negativos y atacar a personas, lo que se convierte en una amenaza palpable para la democracia.
La desinformación de género puede ser utilizada como una estrategia de distracción en un escenario político convulsionado, como en el que estamos hoy en nuestro país. En estos momentos de agitación y controversia, el enfoque en el liderazgo o protagonismo de las mujeres en la escena política y toma de decisiones puede generar cierta incomodidad o resistencia en algunos sectores. La desinformación de género se convierte así en una herramienta que desvía la atención de sus logros y capacidades hacia narrativas falsas o prejuicios que resultan perjudiciales para otras mujeres que aspiran a ocupar cargos de elección popular.
El sesgo cognitivo, tanto personal como social, a menudo es inconsciente y puede afectar a cualquier persona, independientemente de su nivel educativo. Sumado a los roles y estereotipos de género, los prejuicios y actitudes sexistas arrojan como resultado que las mujeres están siendo especialmente agredidas en el ámbito digital.
Estas agresiones se manifiestan en diversas formas a través de contenidos en línea, generados por medios de comunicación tradicionales, nuevos medios, o la propia ciudadanía. Esto incluye la difamación, hipersexualización, señalamiento de su aspecto físico y de situaciones personales, familiares y profesionales. Es un fenómeno que abarca desde contenido informativo fraudulento y engañoso, hasta discursos de odio y falsos deliberados. Al difundir este tipo de desinformación, se busca crear distracciones que desvíen la atención de cuestiones importantes y relevantes.
Después de mucha observación, he constatado que el papel desempeñado por personas reales es el que más contribuye a esta situación, ya sea mediante perfiles genuinos o falsos, lo que resulta aún más inquietante.
La desinformación de género no solo perjudica a las personas a las que va dirigida, sino que también socava los cimientos de la democracia. Su propagación podría disuadir a las mujeres de participar en el ámbito público. Es imperativo reconocer la gravedad de este fenómeno y tomar medidas concretas para contrarrestarlo.
Un estudio reciente destaca la carencia de investigaciones en América Latina sobre la desinformación de género, lo cual debería considerarse como una señal de alerta. Comprender cómo afecta antes y durante la campaña electoral y cómo impacta en la democracia, especialmente en las mujeres de la región, demanda una atención más profunda.
La clave para abordar este fenómeno radica en la verificación de la información. Es crucial tener al menos un conocimiento básico del proceso de verificación. Los medios de “fact-checking” recomiendan cotejar la información con fuentes oficiales y confiables, verificar con fuentes alternativas y expertas, para asegurarse de que se trate de hechos y no opiniones. Además, se deben tener en cuenta los criterios de noticiabilidad y evaluar si entre líneas se propagan discursos de odio, polarizados y radicalizados hacia un grupo de la población.
Enfrentar esto va más allá de ser una necesidad; es un imperativo moral y democrático, ya que puede presentar a mujeres políticas de manera sesgada, sugiriendo que no están cualificadas para liderar en ciertos temas. Esto contribuye a prácticas discriminatorias y tratos diferenciados según el sexo, que pueden influir en la percepción pública de las mujeres, socavando la legitimidad de su participación.
A los medios de comunicación, actores fundamentales en la configuración de opiniones, les exhorto a no recurrir a esta estrategia con el propósito de aumentar la interacción en sus redes sociales, considerando la relación entre la difusión de desinformación y su nivel de credibilidad y confianza. Asimismo, hago un llamado al Estado para que invierta en la alfabetización mediática e informacional de la población en su conjunto.
Consciente de que esta es una forma de distracción que puede o no ser intencionada, apelo a quienes han llegado a leer hasta este punto para que no seamos parte del problema, sino personas activas en la solución que no toleren comentarios sexistas. Es necesario enfrentar a esos perfiles que, con cierto grado de coordinación e insistencia, utilizan las redes sociales para desacreditar a las mujeres. Que esto sirva para enviar un mensaje claro de que este comportamiento no es aceptable en nuestra sociedad. Por otro lado, la sororidad entre mujeres puede ser una red de apoyo que fomente un cambio cultural. Si encuentras algún ejemplo de publicación en línea donde se critica a mujeres por comportamientos que no se cuestionan en hombres, puedes compartirlo en nuestro perfil en Instagram @observatoriomediatico.