Última etapa del modelo civilizatorio

Actualizado
  • 06/10/2024 00:00
Creado
  • 05/10/2024 17:19
Necesitamos el desarrollo de una cultura que repudie todas las formas de violencia ecológica, dando paso a un desarrollo sostenible, entendiendo a cada uno de los componentes de la naturaleza como miembros de una gran familia
Expansión de un modelo civilizatorio que se niega a sí mismo

Hace aproximadamente 300 años, con el nacimiento de la industria, comenzaron los cambios acelerados en el clima del planeta, lo que más adelante llevaría a la sobreexplotación de los recursos naturales y a la polución.

La pérdida de cobertura boscosa por la expansión de la industria, el aumento de la temperatura global que causa perturbaciones en el clima, la acidificación del agua marina producto del exceso de dióxido de carbono que afecta a los microorganismos y crea una ruptura en la cadena trófica.

Se profundiza el derretimiento de los casquetes polares y, en consecuencia, el aumento del nivel del mar que provoca migraciones tanto de animales como de personas; a su vez, aumenta la disminución de las precipitaciones que generan pérdidas en la producción agrícola y en consecuencia pobreza y desigualdades.

Lo anterior está asociado a la actividad humana, a la lógica de un crecimiento económico constante que determina los ritmos de explotación, provocando un quiebre metabólico entre sociedad y naturaleza.

De acuerdo con Rothman, la civilización confronta una crisis polifacética de proporciones nunca vistas: a lo largo de la historia los humanos hemos superado situaciones catastróficas; pero ahora, el problema climático hizo un movimiento que pone en jaque la existencia de la sociedad.

Si la civilización no quiere recaer en la barbarie, debe superar ¡ya! la destrucción de la naturaleza. Una posición menos optimista es la de Rojas, que plantea que ya es demasiado tarde, la humanidad entró en una etapa sin retorno, próxima a un cataclismo global.

El ‘impasse’ de la civilización, ruptura metabólica entre sociedad y naturaleza

La riqueza global resulta del genio colectivo, pero, bajo la racionalidad actual del sistema, heredada desde el triunfo de la revolución burguesa, las riquezas resultan en el genio particular.

La anomalía del sistema comienza cuando el producto real del trabajo en sociedad, en un mundo industrializado, es dirigido hacia un pequeño núcleo y no redistribuido equitativamente. Lo anterior abre una brecha de desigualdad social que demanda recursos.

En consecuencia, para impedir que la brecha se siga expandiendo con rapidez, se pone en marcha un crecimiento económico galopante que atenúa el crecimiento desproporcionado de la brecha, prolongando durante un tiempo determinado el modelo civilizatorio agonizante.

La consecuencia es la aceleración del ritmo de extracción de los recursos naturales, que recorta el tiempo que la naturaleza necesita para reponerse. Dicho de otra forma, la distribución más o menos equitativa del gran capital restringido, refresca la sobreexplotación de las fuerzas productivas y de la naturaleza.

Lo anterior se conoce como “expansión de un modelo civilizatorio en crisis”, encaminado a la autodestrucción, porque altera las condiciones climáticas y agota los recursos necesarios para su propia existencia, como plantean Dürre y Foster.

La expansión de un modelo civilizatorio en crisis trae consigo fenómenos que antes no eran previstos tales, como: los daños ecológicos generados por la minería a cielo abierto; peligro de una guerra nuclear a gran escala por escasez de recursos naturales; contaminación radioactiva y transporte de sustancias tóxicas.

Otra característica de la crisis civilizatoria son los estallidos sociales a corto plazo y situaciones latentes a punto de detonar, debido a la brecha de las desigualdades que se expande y a una decadencia de los mecanismos gubernamentales. Además, muchos de estos problemas son adquiridos en un mundo globalizado.

Los peligros generados por la crisis se reparten bajo la misma lógica de la repartición de las requisas; es decir, los carentes de poder, por naturaleza estructural, ahora deben asumir la mayor parte de los riesgos.

Mientras que los poderosos, por naturaleza estructural, asumen la menor cantidad de riesgos posible, a pesar de que estos últimos son pequeños cuantitativamente y consumen mucho más energía que el resto de la sociedad, como señalan Dürre y Beck.

Última etapa del modelo civilizatorio

En la etapa final del modelo civilizatorio, no desaparece la sociedad dividida en clases, más bien, parece que se fortalece; siguen siendo los carentes de poder los más afectados. Sin embargo, más temprano o más tarde, los ricos y poderosos que al inicio de la crisis no eran golpeados con vigor o se beneficiaban de ella, serán alcanzados por los peligros que vayan surgiendo.

Al tratar esta problemática surgen diferencias y conflictos sociales nuevos, un contraste entre los que son afectados por los riesgos y quienes se benefician de ellos. Los riesgos se pueden repartir en clases, castas, capas o estratos sociales. Sin embargo, hay peligros que abarcan a la sociedad en su conjunto. Surgen entonces una serie de problemas ideológicos, ambientales, tecnológicos, económicos, sociales y políticos, con lo cual el orden social está en peligro, señala Beck.

El desarrollo del modelo civilizatorio está históricamente marcado por una enorme desigualdad que sigue extendiéndose y diversificándose cada vez más. La pobreza y la depredación ecológica están intrínsecamente relacionadas; al aumentar sus niveles, crece el número de personas que sufren los daños, y cada vez más se complica resarcir los efectos negativos en las poblaciones afectadas. Desde la perspectiva de Rojas, los diversos problemas que afectan a la sociedad debido a la crisis civilizatoria ya sobrepasaron su capacidad de solución.

La sobreexplotación de los recursos naturales ha generado una gran cantidad de riquezas para las élites del poder global. Como se mencionó en líneas anteriores, existe una tendencia: las élites cada vez generan más emisiones nocivas, y los de menores ingresos generan menos contaminación. No obstante, esto ha traído consigo peligros ambientales que la sociedad entera tiene que asumir.

Inferencias

A. El cambio climático es inherente al sistema tierra; han existido diversas eras geológicas con determinados estados del clima. No obstante, la era actual es conocida como el antropoceno, porque el sistema social tiene la capacidad de transformar su entorno a gran escala y también condicionar el comportamiento del clima en el planeta. Esas transformaciones son generadas por una racionalidad sistémica particular, destruyendo el planeta más de lo que se conserva; la mayoría de las veces esos recursos no son renovables, y en el mejor de los casos tardan en reponerse.

B. El modelo civilizatorio, como cualquier sistema, posee sus propias contradicciones, pero este en particular presenta a grandes rasgos dos antagonismos: uno interno y otro externo. El primero, es la producción de desigualdades y riesgos sociales; el segundo, precisamente es el choque entre ese desarrollo desigual de la sociedad frente a la naturaleza. Lo anterior produce una ruptura metabólica entre la civilización y los recursos necesarios para su propia existencia, generando peligros, donde los carentes de poder son los más afectados. Desde esta relación, las élites tienen la capacidad de vivir en lugares con menos riesgos durante un tiempo determinado, ya que posteriormente serán alcanzados por las catástrofes.

C. Para frenar un colapso eminente, es fundamental cambiar la racionalidad ambiental, lo que implica una mejor distribución equitativa de las riquezas producidas en sociedad. Esto haría un giro de timón, ya que el principal eje ya no sería el crecimiento económico indiscriminado con sus nuevos alcances que antes no eran previstos, sino el desarrollo de una cultura que repudie todas las formas de violencia ecológica, dando paso a un desarrollo sostenible, entendiendo a cada uno de los componentes de la naturaleza como miembros de una gran familia.

El autor es sociólogo.

Pensamiento Social (PESOC) está conformado por un grupo de profesionales de las ciencias sociales que, a través de sus aportes, buscan impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de estas disciplinas.
Su propósito es presentar a la población temas de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.
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