“No dejo de oír a la gente pidiendo auxilio, su hilo de voz perdiéndose en la oscuridad y la silueta de un hombre en el techo de su coche alumbrada por...
Benjamín Dibaidi Ávila, el divino manto celestial en noches oscuras
- 12/07/2021 00:00
- 12/07/2021 00:00
Esa mañana había escampado muy temprano debido a que las fuertes lluvias habían azoteado las pocas casas -improvisadas viviendas de zinc y materiales de recuperación- que formaban los primeros asentamientos de Loma Cobá. Era 1989 y para esa mañana latinos y gunas dirigidos por un líder comunitario de nombre Benjamín Ávila, hacían resistencia en la zona revertida bajos los gritos de: “¡Vivienda, educación y mejores condiciones de vida!”
Entre la multitud en esa mañana, un niño de apenas cuatro años -procedente de la comarca Guna- aprendía bajo los ejemplos paternos los difíciles meandros que las personas de los pueblos originarios han de pasar… y él se hizo fuerte.
Benjamín Dibaidi Ávila es el nombre que lleva cocido en su piel el niño de cuatro años, que hoy adulto es ejemplo de una actitud guerrera típica de algunas personalidades de la cultura Guna, de aquellos que nunca se rinden ante los obstáculos. Las páginas de Café Estrella se abren a una amable tertulia con Benjamín para acercarnos a esas realidades que parecieran lejanas, pero que en cambio nos pertenecen por ser constructoras de nuestra actualidad. Benjamín alza su taza de café, en su cara se dibuja una sonrisa de ternura y yo de inmediato le pregunto:
Nací en la comunidad de Ukupseni, Comarca de Guna Yala, el 5 de marzo de 1984.
Sí. A mis cuatro años.
Fueron los años en los que adquirí conocimientos de la herencia cultural Gunadule. Tres años de aprendizaje sobre el teatro, la danza, el canto, la oratoria, declamación, pintura, música, en la casa del Arte Bugasui; en ese entonces mi mentor fue Teoremo.
En los 80 y 90 se crearon varios movimientos juveniles, entre ellos 'Juventud Duiren', mi papá fue parte de estos. Ellos crearon talleres y festivales de arte infantil, que se trasladaron a diferentes comunidades de Guna Yala.
En 2001 con la ayuda de mi papá, llego al seminario-taller del maestro Miguel Moreno; la verdad es que no lo conocía, ni estaba metido en el tema del teatro panameño. Ese taller fue un empujón para luego entrar en la Facultad de Bellas Artes, en la Escuela de Teatro, que años después, montaría algunas de sus obras.
Entré en un curso de locución en 2008, y me hice compañero de trabajo de Isolda De León; ella me invitó al programa radial 'Tertulia Literaria', que me animó a leer poemas; ahí conocí al profesor Ricardo Ríos (q.e.p.d) y con él entré a conocer personalidades de la literatura panameña participando en círculos de lectura en la antigua librería Exedra Books.
Estando en el programa radial 'Tertulia Literaria' conocí a Noel Pinzón, quien venía a promocionar el Concurso IPEL. Entablamos una conversación y hablamos de teatro; motivado me invitó a un taller que estaban organizando el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral (Mitradel).
Empecé actuando en la obra de Raúl Léis, 'Curados de Espanto', una obra escrita para el IPEL; desde entonces hemos producido 10 obras de teatro, con tema social, histórico, cultural y de autores panameños, como Neco Endara, Miguel Moreno, Antonio Sanmartín, Raúl Léis, Mireya Hernández, entre otros.
En cada oportunidad hay que dar lo mejor; la obra 'El Fusilado' de Neco Endara, ha sido una de las actuaciones difíciles, ya que el personaje debe mantenerse, amarrado, vendado y sentado durante toda la obra. Darle vida a Victoriano fue un honor.
Hay bajas por la pandemia; esto nos ha retrocedido un poco, pero, la función debe seguir, el teatro sigue creciendo y en la actualidad he visto grupos que están dando su milla extra para seguir adelante.
Sí, hay futuro en el teatro panameño.
Eso me da ventaja para saber enfrentar los nuevos retos.
Panamá está llena de riqueza cultural y se debe exportar esa riqueza, empezando desde las escuelas, colegios, instituciones y universidades, en fin, debemos empezar a conocer la multiculturalidad, nos hace falta.
No pienso que sea la pregunta. Ya que nosotros somos los que aportamos la riqueza cultural de Panamá, somos los que damos los colores y le damos bienvenida a todo al que quiera conocer nuestra cultura. (risas).
En todo momento hay novedades, el que no viaja a la comarca de Guna Yala, se pierde la inmensa cultura que tenemos: danzas, cantos ancestrales, poetas, oradores, artesanos, teatro popular, y puedo seguir con una lista de cosas interesantes por conocer, que hasta yo sigo conociendo cada día de Guna Yala.
La política como la conocen ha perdido su rumbo. La comarca Guna Yala, desde que se conoce hasta ahora, ha mantenido esa democracia participativa. Todavía tenemos comunidades que mantienen el trabajo en común, deberían aprender de nuestras aldeas.
Actualmente soy gestor cultural en el IPEL, dirijo el grupo Teatro de los Trabajadores(Tetrab). También estoy activo en el grupo de artistas que creamos en 2020, durante la pandemia llamado UAG-Unión de Artistas Gunas.
He tenido la dicha de participar en cinco películas, unas como coprotagonista y como extra. Algunas de ellas: El Viento y el Agua (2008), Siguiendo las Estrellas (2009), El Chance (2010), Manos de Piedra (2016), Atrápalo Vivo o Muerto (2019). Y esperamos que se pueda concretar un próximo proyecto para 2022.
El Teatro Indígena Igaryala de Panamá lleva más de 15 años. Trabajamos con jóvenes, niños y adultos, en su mayoría de diferentes culturas. Hemos producido ocho obras y todas con temas ligados a nuestras culturas; las fusionamos con la Guna, Ngäbe y Emberá, que son con las que he trabajado.
Para mantenernos ha sido difícil, pero no imposible que el público pueda apreciar nuestra multiculturalidad.
Cada vez que me encuentro bajo el manto estelar, lejos de las luminosas ciudades, en esas noches en las que el cielo es tan profundo y de azul oscuro, cierro los ojos, respiro fuerte, lo más profundo que puedo… y pienso en la pequeñez de nuestra forma de pensar la vida. Debido a que somos incapaces de comprender el regalo más precioso que el gran Dios pueda haber donado a una nación como la nuestra.
Un territorio donde se abrazan hombres de todas las razas, de todas las procedencias del mundo, un cielo formado por millones de estrellas, que cada noche regresa a hacernos sentir emocionados, abrazados a nuestras fragilidades, uniéndonos a los murmullos de los más necesitados, a la soledad del que sufre, para que juntos dejemos un testimonio agradecido a ese espíritu de paz y amor en el cual cada panameño ha sido educado.
Bajo ese manto celestial cada reivindicación que nos conduzca a la unidad nacional nos brinda la opurtunidad de glorificar este regalo del Señor. Amén… y gracias a Benjamín Ávila.