Ignaz Semmelweis, el pionero sanitario del lavado de manos

Actualizado
  • 20/03/2020 11:11
Creado
  • 20/03/2020 11:11
Hoy, en medio de la pandemia por el Covid-19, el mundo recuerda y reconoce al médico creador el método correcto de lavado de manos, una figura de perseverancia y compasión humanitaria

Hoy se reconoce la labor del médico obstetra húngaro de origen alemán, Ignaz Semmelweis, quien en el siglo XIX descubrió que el correcto lavado de manos lograba reducir la mortalidad de pacientes y la transmisión de enfermedades. 

Google, en su tradición de realzar las conmemoraciones importantes a nivel mundial, colocó como logo del día una animación del subestimado doctor y la rutina de higiene que lo hizo pionero en los procedimientos antisépticos. Durante casi un minuto, la ilustración de Semmelweis nos muestra cómo debemos limpiar nuestras manos para prevenir complicaciones de salud. 

En un momento donde el globo entero lleva escuchando las indicaciones de higiene por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los gobiernos de diversas naciones frente al coronavirus,  conocer a este personaje es sin duda una necesidad, ya que sus investigaciones en una época y una sociedad tan diferente a la que vivimos actualmente lograron sacar a la luz el progreso en el área médica y salvar miles de vidas desde entonces.

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Semmelweis (1 de julio de 1818 - 13 de agosto de 1865), no fue reconocido como una mente genial durante su tiempo como Jefe de Residentes en la clínica de maternidad del Hospital General de Viena en 1847, pese a que halló que la razón por la que muchos de los bebés de madres primerizas, nacidos en la clínica, fallecían de fiebre puerperal  —mejor conocida como 'fiebre infantil'—, más que aquellos nacidos en las calles o casas era por la transmisión de infecciones a través de las manos de los médicos. 

Ese mismo año, decretó que todos los obstetras debían lavarse las manos con soluciones de cloro y desinfectarse cada vez que entraran o salieran de atender pacientes. Descubrió un nuevo concepto basado en la existencia de una"materia cadavérica" que se transportaba a través de las manos de los médicos y estudiantes que tenían a su cargo la atención de las madres en trabajo de parto en la Clínica y generaba en ellas la fatal enfermedad. 

Durante su estadía como jefe de la clínica llevó a cabo experimentos y exploró diversas hipótesis basadas en la mala ventilación de las salas de operaciones, luego comparó la cantidad de defunciones durante partos, resaltando la diferencia abismal del 12,11% en 1842 contra el 1,28% en 1848. A su vez, postuló que las partículas cadavéricas a las que se exponían los estudiantes de medicina y obstetras que luego tenían contacto con las madres —antes y durante el parto— entraban por el torrente sanguíneo de la persona afectada y que podía afectar no sólo a puérperas sino a las embarazadas y a sus propios hijos recién nacidos. 

Lavamanos instalado por Semmelweis para los médicos y estudiantes de medicina en la clínica.

Sus estudios no alegraron a los especialistas en salud, dado que los acusaba de las muertes de las madres y aquello representaba una mala imagen para los hospitales y sus ideas fueron rechazadas por ser contrarias a la opinión general. En 1849 fue relegado de su puesto y las medidas sanitarias de lavado de manos se redujeron, por lo que las muertes de pacientes aumentaron una vez más. 

Quienes le rodeaban aseguraban que había perdido la cabeza, pese a que sus resultados demostraban la reducción de infecciones en el cuerpo. En 1865 sus pares y su esposa decidieron internarlo en un instituto mental en Viena por su deterioro intelectual y emocional; allí desarrolló septicemia dado a una herida en sus dedos, propiciada por las medidas de contención de los guardias para ingresarlo al recinto, lo que desarrolló múltiples abscesos y dio fin a su vida en agosto de 1865 a los 47 años de edad.

En la biografía escrita por Frank Slaughter en 1950, se destaca que las trágicas circunstancias vividas por Semmelweis "destruyeron su mente" y lo hicieron "un mártir de la estupidez del mundo", "los largos años de controversia, la amarga frustración sufrida, el recuerdo de las pacientes que vio morir, primero por no poder descubrir porqué morían y luego porque sus colegas no podían entender los simples principios que él propuso para evitar las muertes; todas estas cosas fueron cargas demasiado grandes que pueden haber destruido la salud de cualquiera. Su tendencia natural a la tristeza aumentó, hubo días que prácticamente no hablaba a sus colegas, haciendo clases en un lenguaje monótono e incomprensible a sus alumnos interrumpido por arengas que hacía a ratos sin mayor sentido".

Pintura en óleo en rollo de pan en el departamento de partos del Hospital General de Viena.

El portal científico Scielo plantea que la importancia de los logros de Semmelweis en la obstetricia y la medicina "no ha sido aún superado siquiera por los avances de las nuevas tecnologías genéticas de los últimos años del siglo XX. La historia ha valorado a este médico húngaro de modo justo después de su muerte. Su vida fue la de un hombre que luchó con entereza y sin vacilación por sus ideales y convicciones".

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