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- 16/12/2023 00:00
- 15/12/2023 18:58
La incertidumbre que nos dejó la pandemia como secuela es cada vez más constante. El temor a estar expuestos a un virus, el teletrabajo sin límite de horario, las cuentas bancarias que están bajando debido a gastos múltiples y sin ingresos seguros, el poco halagador panorama económico, todo esto ha llevado a que en Panamá, cada 1,8 día se den casos de suicidio y que a diario se presenten seis intentos.
En mi artículo titulado “Una apuesta por la prevención del suicidio” en La Estrella de Panamá, explico a cabalidad cómo detectar ciertos indicios para prever tan lamentable desenlace.
Todo esto genera, además de angustia, tristeza real. La tristeza es una de las siete emociones universales que experimentamos todas las personas en todo el mundo como resultado de la pérdida de alguien o algo importante.
Lo que nos causa tristeza varía mucho según las nociones personales y culturales. Si bien la tristeza a menudo se considera una emoción “negativa”, cumple un papel importante al indicar la necesidad de recibir ayuda o consuelo.
La tristeza describe la gama, o familia, de estados emocionales que podemos experimentar y que van desde una leve decepción hasta una desesperación y angustia extrema, terminando por el abandono total del deseo de vivir o luchar.
La tristeza también se puede experimentar junto con otras emociones como: ira (p. ej., que un ser querido te abandone), miedo (que no seamos capaces de hacer frente económicamente a las responsabilidades) y, aunque parezca mentira, alegría (recordar el tiempo pasado con la persona o cosas perdidas).
El desencadenante universal de la tristeza es la pérdida, aunque esto puede variar mucho entre individuos según sus definiciones personales de valor y pérdida, sin embargo, hay otros desencadenantes como: rechazo de un amigo o amor, despedidas, enfermedad, la pérdida de algún aspecto de la identidad (p. ej., durante tiempos de transición en el hogar, el trabajo, etapas de la vida), decepción por un resultado inesperado (por ejemplo, no recibir un aumento en el trabajo cuando lo esperaba o que no te llamen para un puesto laboral).
La diferencia clave entre el estado de ánimo y la emoción es la duración. La tristeza es una de las emociones más duraderas y, a menudo, pasa por períodos de protesta, resignación e impotencia. Sin embargo, es importante señalar que la tristeza es diferente a la depresión, que es un trastorno psicológico común pero grave, descrito por sentimientos de tristeza recurrentes, persistentes e intensos que interfieren con la vida diaria. Si una persona no puede salir de esta emoción por sus propios medios, es necesario buscar ayuda profesional.
¿Cómo reconocer la tristeza? Un signo muy fuerte y confiable de tristeza es cuando las esquinas internas de las cejas suben. Pocas personas son capaces de manipular estos músculos voluntariamente, por lo que es especialmente difícil fingir (a diferencia de otros movimientos faciales), de hecho, si no se siente dicha emoción, no se puede recrear.
Según el tipo y la intensidad, la voz de una persona puede volverse más baja en tono y más suave en volumen, o más alta en tono y más fuerte en volumen.
Las sensaciones comunes incluyen opresión en el pecho, pesadez en las extremidades, escozor en la garganta y/u ojos llorosos. A menudo hay una pérdida de tono muscular, una postura baja o encorvada y miradas recurrentes hacia otro lado o hacia abajo. Lo que comúnmente se llama “mirada perdida” es constante y presente en esta emoción.
Ahora bien, la función universal de la tristeza es, de alguna manera, un grito para pedir ayuda. Esto puede ser una señal para que otros digan que necesitamos consuelo, o para que nosotros mismos tomemos un tiempo para recuperarnos de algún evento.
Algunas personas pueden obtener placer de su tristeza e incluso pueden buscar experiencias que evoquen tristeza para un efecto catártico; otros, sin embargo, tienen una aversión extrema a la tristeza y pueden hacer todo lo posible para evitar situaciones que creen que pueden desencadenar emoción más fuerte y sin control. Esto puede incluso hacer que algunos eviten el apego o el compromiso, ya que podría dejarlos vulnerables a la pérdida y la tristeza.
Detectar la tristeza cuando es sutil te dice que algo importante está sucediendo o ha sucedido y que la persona probablemente necesita algún tipo de consuelo. La expresión en sí, sin embargo, no le dice si es la persona adecuada o no para dar ese consuelo o si este es el momento preciso para ofrecerlo.
Aprender a reconocer y responder a las expresiones emocionales de los demás es clave, más, si usted labora en el departamento de recursos humanos de una empresa o trata a diario con clientes, compañeros, familiares o amigos. Ahora más que nunca debe desarrollar su vocabulario emocional con cursos y especialistas certificados.
Tenemos que tener en cuenta algo: la pandemia ha pasado, pero sus secuelas no. Es por ello que saber manejar asertivamente nuestras emociones, en especial la tristeza, será una de las metas que deben estar en nuestra libreta de compromisos.
Cierro, amigo lector, con esta frase de Gabriel García Márquez: “Nunca dejes de sonreír, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes quien se puede enamorar de tu sonrisa.”