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- 15/09/2014 02:00
- 15/09/2014 02:00
La presencia de manadas de coyotes en zonas montañosas, potreros e incluso cerca de poblados del país aumenta de manera silenciosa.
En Panamá, estos animales fueron inicialmente reportados en la provincia de Chiriquí, a inicios de la década de 1980, y en 1996 se establecieron en algunos puntos de la región de Azuero (Ocú, Tonosí y Macaracas).
Una reciente investigación publicada por los mastozoólogos Pedro Méndez-Carvajal, de la Fundación Pro-Conservación de los Primates Panameños (FCPP), y Ricardo Moreno (Yaguará-Panamá), reveló que estos animales ya lograron cruzar el Canal de Panamá y se encuentran a la altura de Chepo, al este de la provincia de Panamá, especialmente en la vertiente del Pacífico.
La rápida expansión de su territorio se da debido a que los ambientes preferidos por estos animales son áreas abiertas y utilizan bien las carreteras como vía de movilización nocturna.
Aparte de su naturaleza migratoria como grupos nómadas, van avanzando hacia el sur y se establecen en lugares deforestados en donde encuentren presas disponibles y lugares para hacer sus madrigueras.
Paralelamente, otro informe de los científicos Sergio Bermúdez y Publio González (Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud) asegura que en este tipo de ambiente se habían minimizado o eliminado depredadores como jaguares o pumas, lo cual beneficiaba adicionalmente el establecimiento de los coyotes, permitiendo que los animales no solo habiten en ambientes favorables para su reproducción y desarrollo, sino que lograran subsistir sin competidores naturales.
En dicho trabajo, los investigadores reunieron información de propietarios de animales domésticos en Los Santos, los cuales manifestaron que los coyotes eran los principales depredadores de aves de corral, en zonas donde antes eran más comunes las zarigüeyas y en menor grado el zorro gris, el tigrillo congo, entre otros.
POCOS DATOS
A pesar de su amplia distribución, existen pocos detalles sobre cómo varía su alimentación según el ambiente donde viven los coyotes.
Israel Tejada, técnico de Departamento de Biodiversidad y Vida Silvestre de la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) señaló además que se han reportado ataques en varias zonas de Azuero, como Macaracas, Tonosí y La Miel, en la provincia de Los Santos, y Río de Piedra, en la provincia de Herrera, así como en Coclé y Veraguas.
Tejada señaló que los campesinos temen que los próximos ataques sean contra los niños de esas comunidades. ‘Esta situación ha comenzado a preocupar a habitantes de otras regiones’, señaló.
TALA Y QUEMA
A criterio de Eric Flores, jefe del Departamento de Biodiversidad y Vida Silvestre de la ANAM, la tala y la quema en la región ha disminuido la flora y también ha minimizado los alimentos silvestres que consume esa especie, motivo por el cual los coyotes llegan hasta los patios de las casas para conseguir comida.
Los mastozoólogos Méndez-Carvajal y Moreno señalan que en sus censos poblacionales de primates han logrado hablar con quejosos de las comunidades de Azuero y comprobaron que los coyotes mantienen un ciclo irregular de ataques, aumentando en alto grado para la estación lluviosa.
De igual manera, Moreno reporta que los coyotes son cánidos que consumen normalmente presas naturales del bosque, tales como ratones, monos y hormigueros y a su vez complementan su dieta con frutas, y que los dueños de los animales de corral deben prestar atención en su cuidado asegurando los establos y reuniendo a los novillos en lugares cercanos a las viviendas.
La hora de actividad de estos animales parece variar según los individuos. Por un lado, Flores afirma que la mayoría de los asaltos de coyotes se da en horas de la madrugada y lo hacen en manadas, mientras que Bermúdez y González señalan que estos animales tienen actividad diurna y nocturna.
Méndez-Carvajal, en base a referencia de los propios pobladores y su encuentro directo con coyotes en la zona de Pedasí, menciona que las manadas de estos animales normalmente son de cinco individuos y se desplazan en las carreteras en horas de la noche, pero se esconden al percibir al humano.
Así mismo, Flores asegura que esta situación se ha convertido en un problema, porque los coyotes son animales que rehúyen a los humanos y no se les ha podido estudiar a fondo.
ESFUERZOS REALIZADOS
Flores recordó que un equipo de la ANAM se trasladó a Natá en el 2003, encabezado por biólogos de la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) y Sociedad Mastozoológica de Panamá, que se entrevistaron con moradores de las comunidades donde se reportaban los casos de ataques de coyotes y la frecuencia de su presencia usando cámaras de sensor de calor y movimiento, pero no se efectuó ningún otro avance al respecto.
NUEVOS ESFUERZOS
En el año 2013 se realizaron nuevos esfuerzos, de forma voluntaria por Ricardo Moreno, Sergio Bermúdez y Pedro Méndez-Carvajal, quienes realizaron reuniones conjuntas con biólogos de la ANAM.
Productos de éstas, se establecieron algunos parámetros específicos para comenzar un estudio profundo de esta especie en el país; sin embargo, el plan no se concretó por falta de fondos en la entidad nacional del ambiente.
Esta iniciativa tenía como objetivo reunir información sobre su ecología, impacto real que estos animales pudieran tener en la agroeconomía de distintas localidades del país, así como también verificar su rol como reservorio de parásitos o patógenos.
En esto último, Bermúdez maneja una línea de investigación dirigida a establecer el vínculo entre vertebrados (domésticos y silvestres), los ectoparásitos que los afectan, y los riesgos potenciales que éstos puedan tener en la transmisión de enfermedades, especialmente las garrapatas como vectores de bacterias Rickettsiales.
Estas investigaciones incluyen los primeros listados de garrapatas que parasitan coyotes de Panamá, así como también otros animales silvestres, dijo Bermúdez.