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- 09/02/2022 00:00
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La crisis entre Ucrania y Rusia no solo ha despertado todas las alarmas internacionales por los resultados que provocaría un conflicto bélico a gran escala en esta región, sino además por sus implicaciones económicas y energéticas, pasando otras desapercibidas como las ambientales y humanitarias, siendo estas dos últimas muy poco debatidas entre los expertos por el momento.
El origen de esta situación está en el ámbito geopolítico, sin embargo, no podemos pasar por alto que en el presente, Rusia figura como el cuarto emisor de gases de efecto invernadero del mundo y produce alrededor del 4% de todo lo que expulsa la humanidad a la atmósfera, pero también es el principal proveedor de crudo y gas natural de la Unión Europea, expuesto en un sencillo análisis de la Oficina Europea de Estadística a la vista de las importaciones de la UE.
En ese contexto, vale la pena analizar estas aristas y cómo se entrelazan entre sí, pronosticando que este conflicto, pueda terminar con más pérdidas que ganancias en medio de un intento por la recuperación económica postpandemia y la lucha climática por el planeta.
El doctor Henry Jiménez, abogado especialista en energía de Wirth-Rechtsanwälte y Coordinador General de la Red de Cambio Climático, Energía y Derechos Humanos, nos explica cómo estos ámbitos crean una gran influencia dentro de la crisis.
“En la esfera geopolítica, el conflicto se ve alimentado por la interpretación que hace el presidente Putin de la desaparición de la Unión Soviética, buscando crear las condiciones que justifiquen una especie de reunificación legítima del pueblo ruso”, detalla en entrevista.
“Siendo además secundado por su viceministro de Relaciones Exteriores, Sergei Ryabkov, quien declaró recientemente que, es absolutamente obligatorio garantizar que Ucrania nunca se convierta en miembro de la OTAN”, dijo.
Es en este punto donde se concentra la razón del conflicto, pues Rusia no acepta seguir perdiendo influencia y por otro lado Occidente representado de algún modo por la OTAN, mantiene y defiende su política de brazos abiertos para otros países puedan sumarse e integrar la alianza.
De igual manera en cuanto a la esfera energética, aseveró que Rusia ha construido la mayor red de gaseoductos del mundo para comercializar su gas y exporta el 85% de su producción total a los países de la Unión Europea, representando un tercio de su consumo general.
“En definitiva, la Unión Europea y Rusia se han hecho dependientes y quizás no imaginaron que este conflicto podría deshacer o dejar fuera de funcionamiento, la Red de Gasoductos incluyendo el recién terminado Nord Stream 2, que recorre el lecho del mar Báltico hasta conectar con Alemania, evadiendo a Ucrania, irónicamente muy presente”, expresó Jiménez.
“En ese contexto, esta crisis solo asegura más perdedores. El arma más poderosa de Putin podría convertirse en un talón de Aquiles para su economía y para la UE podría derivar en una crisis energética devastadora con impredecibles consecuencias”.
Concluyó que a raíz de esta situación, pueden salir favorecidos a futuro nuevos proveedores de gas como Australia y Catar y antiguos como Estados Unidos. Por lo que es posible que el mercado global cambie radicalmente.
En todo este contexto, ha surgido nuevamente la preocupación de los ambientalistas en cuanto al cambio climático que hoy funde al Ártico a pasos acelerados, y las consecuencias ambientales de una guerra cercana.
En el presente, se estima que las posesiones árticas de Rusia suman una superficie de tres millones de kilómetros cuadrados, el 18 % de la totalidad del país, y viven en ellas cerca de 2,4 millones de rusos, que conforman el 40 % de la población total del Ártico en el mundo. Incrementando además, su presencia militar por sus grandes riquezas.
Esta zona se ha convertido en campo abierto para las perforaciones por parte de este paÍs, pues alberga ingentes reservas de hidrocarburos estimadas en miles de millones de toneladas de crudo y billones de metros cúbicos de gas, producto de que, el volumen de hielo experimenta un descenso medio del 35% en invierno y un 75% en verano, según refiere la Organización para la Explotación de Satélites Meteorológicos (Eumestat).
Dicha capa de hielo es cada vez más fina, pues su espesor medio, que en 1980 superaba los tres metros, no alcanzaba los 1,5 metros en 2008. Y eso significa grandes extensiones libres de hielo, un mar helado más fácil de romper y durante más tiempo en el año, aumentando las extracciones de estos combustibles que causan la crisis climática y el aumento del transporte de mercancías y mayor tráfico de buques gaseros y petroleros.
Hoy sabemos que, los gases de efecto invernadero producto de la quema de gas, petróleo y carbón los cuales se sueltan a la atmósfera retienen el calor rebotado del Sol, por lo que la tierra se recalienta.
Y el Ártico lo hace mucho más rápido que el resto del planeta, indicando la última evaluación del Panel Científico de la ONU de 2021 que, su tasa era el doble de la global. Sin embargo, la realidad puede ser peor ya que en diciembre pasado un trabajo de la NASA afirmaba que la velocidad era cuatro veces superior.
Kimberly Quintero, ingeniera ambiental y presidenta de Jóvenes y Cambio Climático, analizó dicha situación y expreso lo siguiente: “El deshielo ocasionaría que el mar se expanda y con el aumento del nivel del mar, no solo se verían afectadas nuestras costas, también las poblaciones que quedarían altamente expuestos a convertirse en desplazados climáticos. Ante este panorama, ¿esta Panamá construyendo los planes nacionales y locales de adaptación necesarios y con la urgencia que se requiere?”.
En cuanto a las afectaciones ambientales de una guerra, sostuvo que “debemos tener presente que cualquier evento de esta naturaleza atenta en gran medida contra el logro de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, cuyas repercusiones sociales y económicas, sin desmeritar las ambientales, son muchas veces incalculables”.
“Algunas de las zonas de Europa que se han visto involucradas en las grandes guerras de la historia humana, aún presentan rastros de municiones, suelos y aguas contaminadas que representan un peligro hacia la población y las actividades que se puedan desarrollar en la zona”.
La experta reforzó que los conflictos bélicos suponen una grave amenaza para el desarrollo sostenible y “es nuestro deber esforzarnos e impulsar objetivos compartidos que se centren primero en las personas y el planeta”.
Siendo el monitoreo ecológico necesario para evaluar y minimizar los riesgos ambientales derivados de esta crisis armada, lo cual solo puede traer una catástrofe ecológica, especialmente en las zonas cercanas, alimentada por la contaminación de aire, el suelo y el agua por la combustión de grandes cantidades de municiones en los enfrentamientos e inundaciones en las plantas industriales.
De acuerdo con el doctor Jiménez, un aspecto fundamental que no se está observando con la debida importancia son las violaciones del derecho internacional humanitario (leyes de la guerra) y del derecho internacional en torno a los derechos humanos.
“En el conflicto armado de 2014 y 2015 en el este de Ucrania, concretamente en Dombás, todas las partes violaron el derecho internacional humanitario, provocando el desplazamiento de más de un millón de personas y la muerte de más de 13,000, cifra que sigue aumentando”, remarcó.
Agregando que , “si no se llega a un acuerdo político y por el contrario se desata un enfrentamiento armado, habrá consecuencias muy lamentables para miles de personas que verán sus derechos humanos violados”.
La autora es abogada, presidenta de la Comisión de Derecho Energético y Sustentabilidad de la Asociación Nacional de Juristas de Panamá, fundadora de Fundación Mujer y Energía y miembro de la Red Internacional de Energía, Cambio Climático y Derechos Humanos.