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- 12/01/2022 00:00
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El impacto ocasionado al medioambiente por las actividades humanas, tomando en cuenta el transporte y las fuentes de energía, convierten a estos temas en una parte relevante de la agenda internacional, donde además se prevé que exista gran tensión a nivel geopolítico y se mantenga la incertidumbre sanitaria producto de la pandemia.
Tanto la emergencia climática como la crisis energética por las que el mundo atraviesa, empiezan a preocupar a todos, especialmente porque las implicaciones ponen en riesgo nuestra propia existencia, y además por los cambios que impactarán en nuestro estilo de vida y en la economía global.
El último informe del grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (IPCC) fue realmente alarmante y tuvo una cobertura mediática masiva, apuntando justamente a la necesidad de la descarbonización de la energía.
Además del sobregiro ecológico y el incremento de sequías, incendios forestales, picos de temperatura históricos, provocando un gran activismo civil que exige acciones reales.
Juan Manuel Lucero, coordinador de la plataforma nacional de transparencia climática, nos explicó en detalle su percepción sobre el tema y los avances en el territorio nacional.
“La emergencia climática no es un tema a futuro, sino la realidad de hoy. Los países como Panamá, altamente vulnerables a los efectos del cambio climático deben seguir presionando para obtener los recursos necesarios para hacer frente a la crisis, de modo que los principales emisores se comprometan con acciones concretas y ambiciosas, al tiempo que elaboran los marcos legales habilitantes para que la acción climática se fortalezca en su transparencia y garantice un desarrollo inclusivo y resiliente”.
“Sin duda los impactos se irán sintiendo cada vez más a lo largo del tiempo, esto puede ser engañoso ya que el avance progresivo y lento de algunos de estos, los hace difíciles de apreciar hasta que ya es muy tarde; por eso se requiere una acción temprana, preparación y una visión de largo plazo, coherente con las estimaciones y escenarios producto de datos científicos”, expresó Lucero.
En cuanto a las acciones que está tomando nuestro país, consideró que nos encontramos en la dirección correcta, reconociendo la importancia del problema, estableciendo planes y estrategias, vinculándonos, además, a la lucha contra el cambio climático con el desarrollo integral, mediante una Estrategia nacional de desarrollo económico y social bajo en carbono, publicando el Índice de vulnerabilidad al cambio climático y actualizando la contribución determinada a nivel nacional (CDN), donde se establecen compromisos relacionados con la economía circular y la transparencia climática.
También destacó el valor del desarrollo de la plataforma nacional de transparencia climática, para registro y monitoreo de la acción climática, haciendo uso de la tecnología para facilitar la gestión y el acceso a la información, así como también, el programa Reduce Tu Huella, donde se invita al sector privado a medir y gestionar su huella de carbono.
Sin embargo, concluyó que, aunque hay grandes avances aún queda mucho por hacer, pues la acción debe ser bien coordinada entre todas las entidades del Estado, además de inclusiva y participativa para que la academia, la empresa privada y la sociedad civil se involucren y todos puedan contribuir al nuevo modelo de desarrollo, promoviendo inversiones, programas, proyectos e iniciativas en línea con los Objetivos del Desarrollo Sostenible, los cuales deben verse como un todo.
Para Martha Ingrid Gonzáles, investigadora en Gobernanza, Sostenibilidad y Transición Energética, en un análisis global el tema que seguirá marcando la agenda es la transición energética y las medidas para combatir el calentamiento global sin afectar la seguridad energética.
“La COP26 en Glasgow terminó sin los resultados deseados, en términos de compromisos reales para la descarbonización de las energías”, agregó.
“Por lo tanto, esta tensión geopolítica se mantendrá. Por ejemplo, la Comisión Europea ya anunció que buscará incluir a la energía nuclear y al gas natural como energías limpias de transición”, dijo.
“Por otro lado, la producción de combustibles fósiles planificada por los gobiernos sigue sin alinearse con los límites del Acuerdo de París. A pesar de ello, en el sector privado cada vez son más las empresas petroleras que abandonan tal denominación para presentarse al mercado como empresas energéticas, y anuncian inversiones en energías renovables y nuevas tecnologías, tales como la captura de carbono, la producción de hidrógeno verde, entre otros“, comentó Gonzáles.
A su vez, remarcó que el activismo climático estará a la orden del día, buscando cuestionar temas relacionados como la ética y la justicia energética, así como la viabilidad de la consecución del ODS7: energía limpia y asequible.
También sostuvo que sobre la crisis energética, en realidad lo que deberíamos preguntarnos es cuánto más va a durar. “El invierno en el hemisferio norte ha desencadenado una mayor demanda de energía. Este consumo ha crecido no solo por los clientes residenciales, sino también por la recuperación económica y productiva en la nueva normalidad. Sin embargo, la oferta no ha sido capaz de atender dicha demanda creciente”.
“Las reiteradas olas de covid-19 han conllevado interrupciones en la cadena de suministro; además, la volatilidad de los precios de los combustibles fósiles se debe a la incertidumbre respecto al futuro de la industria, justamente producto de la propia transición energética. Esto a su vez conlleva a que las inversiones en producción de crudo hayan disminuido y no puedan responder a las necesidades de mercado”, estableció Gonzáles.
Recordando, además, que los sectores del petróleo y el gas son extremadamente sensibles a los temas geopolíticos y esta crisis está conllevando a que varios países reconsideren postergar los cronogramas que se fijaron para sus metas climáticas.
Pero no todo es negativo, la Agenda 2030 de Naciones Unidas, diseñada considerando como ejes del desarrollo sostenible al planeta, a las personas y a la prosperidad, es un instrumento potente para lograr cambios en el sector. La idea es empoderar a las personas para que puedan exigir a los gobiernos adoptar medidas de adaptación al cambio climático realmente significativas.
En este enfoque resulta alentador que se haya establecido como Objetivo 13 de Naciones Unidas a la “Acción por el Clima”. Una evidencia de ello son los casos de litigios por el clima y las energías que son cada vez más frecuentes y van proliferando por todo el globo.
Por último, y no menos importante, es el hecho de que el desarrollo tecnológico y las redes sociales han permitido acortar distancias y espacios para que el movimiento a favor del clima y las energías limpias puedan converger, dando como resultado nuevos grupos que presionan para que se den acciones contundentes, pues, de acuerdo con los estudios científicos, es poco el tiempo que tenemos para limitar el calentamiento global y actuar ante la emergencia climática.
La autora es abogada, presidenta de la comisión de derecho energético y sustentabilidad de la Asociación Nacional de Juristas de Panamá, fundadora de la Fundación Mujer y Energía y miembro de la Red Internacional de Energía, Cambio Climático y Derechos Humanos (Ricedh) y de la Asociación Iberoamericana de Derecho de la Energía (Aside)