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- 29/09/2019 07:00
- 29/09/2019 07:00
Un viaje de treinta minutos en bote nos lleva a una de las pequeñas islas de manglar que la estudiante de doctorado Heather Stewart ha elegido para sus experimentos en el archipiélago de Bocas del Toro en Panamá. Algunos ni siquiera están en el mapa. Pero ella los bautiza, según su aspecto en las imágenes satelitales.
“Vamos a isla Elefante”, dice, mientras maneja el bote. Escogió sus sitios relativamente lejos de la isla principal y del pueblo de Bocas, para reducir la probabilidad de impactos humanos. Aún así, en el transcurso de tres años, ha perdido tres de sus sitios debido a proyectos de desarrollo, el principal motivo para el declive de los manglares en Bocas. A bordo están sus dos pasantes, Abby Knipp y Robyn Mast. Ayudar a Heather con su trabajo de doctorado en el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) es intenso. Requiere de muchas horas en el océano seguidas de varias más en el laboratorio.
En isla Elefante, saltan del bote y bucean entre las raíces de manglar. Sin inmutarse por las aguamalas que nadan bajo sus aletas, Heather señala los distintos organismos que crecen pegados a las raíces. ¿Por qué crecen allí? Para averiguarlo, hace dos años les quitó todos los organismos a algunas raíces y colocó varias tuberías de PVC entre ellas.
Esto le permite comparar cualquier nuevo crecimiento en las estructuras naturales y artificiales y le ayuda a descifrar las preferencias de las comunidades sésiles: “Si los organismos que crecen en las raíces de manglar solo necesitan una estructura, también crecerán en las tuberías de PVC”.
Esta mañana, recoge algunas de las tuberías de PVC que ha dejado en el manglar durante dos años. Están cubiertas de organismos sésiles. De vuelta en el laboratorio, Heather, Abby y Robyn, miden la cantidad de crecimiento en cada estructura y pasan el resto de la tarde identificando las diferentes criaturas para medir la biodiversidad.
Hay esponjas, tunicados, bivalvos, percebes, algas y anémonas. Incluso hay pequeños cangrejos y camarones, que son móviles, pero utilizan el intrincado microhábitat sésil en las raíces para esconderse. Esto permitirá descubrir cuán diversas pueden ser las especies en un bosque de manglar intacto, lo que sirve como punto de comparación para los manglares que se encuentran alrededor de proyectos de desarrollo.
“La sedimentación que genera el desarrollo puede asfixiar las raíces y matar a la mayoría de los organismos que viven allí. El hecho de que haya manglares no significa que habrá vida”, explica Heather.
Con la esperanza de obtener información sobre cuánto tiempo puede tomar una comunidad de raíces de manglar en recuperarse del estrés, Heather movió la mitad de estas tuberías de PVC tras el primer año de su experimento. Aquellas ubicadas en un área protegida fueron cambiadas a un lado de la isla con mayor oleaje y viceversa, durante el segundo año.
“Después de un año, podemos ver diferencias en las comunidades de las tuberías que movimos y las que no. En Bocas estamos protegidos de los huracanes, por lo que el mayor estrés lo generan los humanos”, dice ella. “Lo bueno es que las personas pueden cambiar su comportamiento para ayudar a los manglares, evitando cortar árboles para construir y solo construyendo alrededor de ellos, evitando arrojar basura al océano o a los manglares y disminuyendo la velocidad cuando navegan alrededor de las islas”.
También siente curiosidad por un fenómeno misterioso exclusivo de Bocas del Toro: grandes corales que crecen hasta varios metros dentro del bosque de manglar. Esto nunca se ha reportado en la literatura científica, y Heather quiere saber qué lo está causando. ¿Los manglares ofrecen un hábitat favorable?
Para abordar esta pregunta, organizó un experimento con fragmentos de corales individuales recolectados tanto del manglar como del arrecife en la Bahía Tranquilo, un sitio alejado de la influencia humana. Colocó algunos en un entorno de arrecife, que es naturalmente soleado, y otros en un entorno de arrecife con una estructura artificial que proporciona sombra.
Colocó un tercer grupo en un entorno de manglar, que normalmente ofrece sombra, y finalmente unos más en un manglar donde se movieron las ramas para dejar entrar el sol. A través del tiempo monitorea el crecimiento y la salud de estos pequeños corales, para ver en qué ambiente les va mejor.
“Esto nos permitirá entender si los corales crecen en ciertos lugares debido a la cantidad de luz o si se trata de arrecifes versus manglares”, explica Heather.
Esto es importante porque, a nivel mundial, muchos corales están muriendo debido al blanqueo causado por el aumento en la temperatura de los mares. Pero algunos de los que se blanquean en el arrecife, muchos de los que son más comunes a grandes profundidades, prosperan en el manglar, a pesar de la poca profundidad, la cantidad de sedimento, la menor calidad del agua y las grandes cantidades de algas. Comprender este fenómeno puede revelar pistas para ayudar en la conservación de los corales en todo el mundo.
Y mientras completa su investigación doctoral, Heather intenta minimizar su impacto en el ecosistema e influir positivamente en la comunidad de Bocas del Toro. Cada vez que visita sus sitios de estudio, recoge basura. Usualmente son desechos plásticos, pero ha recuperado ventiladores, televisores e incluso una caja registradora del fondo del océano.
Heather también ha trabajado junto con la iniciativa Reforestando Centroamérica, creando conciencia entre los lugareños sobre la importancia del manglar. Por ejemplo, su papel previniendo la erosión, las inundaciones y las tormentas, mejorando la calidad del agua costera, protegiendo la biodiversidad marina —incluyendo las especies juveniles que viven en las raíces, arrecifes de coral y pastos marinos—, y secuestrando carbono. Aunque Panamá ha perdido más de la mitad de sus manglares y muchas especies están en peligro de extinción, en Bocas todavía hay esperanza.
“Nuestros manglares están bien y nuestros arrecifes están mucho mejor que en otros lugares, pero hay cosas que podemos cambiar para ayudar a protegerlos. Por eso es tan importante hacer este tipo de trabajo aquí”, concluye Heather. “La gente de aquí se preocupa por las islas y aprecia la belleza y singularidad de este increíble lugar. Es nuestra responsabilidad como investigadores comprender mejor estos ecosistemas y compartir nuestro conocimiento con los demás para que todos podamos ayudar a proteger la biodiversidad en este planeta”.