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- 29/05/2014 02:00
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Los árboles de frutos comestibles en las áreas rurales de Panamá poco a poco han ido desapareciendo. Así lo aseguró Jorge Mendieta, experto y profesor en Ecología Vegetal del Herbario de la Universidad de Panamá. En una entrevista con el diario La Estrella de Panamá, Mendieta manifestó su preocupación por la desaparición paulatina que sufren muchas especies frutícolas comestibles que antes abundaban en la ciudad y que ahora difícilmente se pueden encontrar. Tales como: guaba, marañón, limón, mandarina, caimito, ‘ackee’ y jobo, por mencionar algunos ejemplos.
‘Aquellos árboles frutales que antes comíamos o que comían nuestros abuelitos prácticamente han desaparecido de los patios de las casas, ya casi ni existen; y si se encuentran, por lo general los hallamos en las áreas rurales más que todo, y cada vez en menor cantidad. Antes — por ejemplo— había grosellas y limones, pero ahora difícilmente encuentras esos frutos, ya que se cortan y no se vuelven a sembrar’, señala el experto en ecología vegetal, añadiendo que lo que más se está sembrando son plantas y árboles ornamentales como guayacanes y palmas.
En su experiencia —señala Mendieta— esta tendencia a la disminución ha sido provocada por ciertas conductas negativas de las personas, relacionadas con la conservación y siembra de dichas especies.
Atribuye que la pérdida de éstas en las ciudades se debe más al ‘boom’ urbanístico que se ha dado en los últimos años, pero también a la falta de interés de las personas de sembrar más árboles comestibles en sus hogares. ‘El modelo urbanístico actual es otro factor que está incidiendo drásticamente en la disminución no solo de las especies frutícolas y comestibles sino también de otros árboles que antes embellecían la ciudad. Esto porque cada vez los terrenos tienen menos superficie debido a sus altos costos, por lo que hay menos para la gente sembrar’, explica.
Aunado a esto, las zonas existentes se han vuelto poco adecuadas para la siembra. ‘Muchas áreas que en épocas anteriores eran residenciales, donde todavía habían árboles, ahora están ocupadas por muchos y grandes edificios que no dejan ni el espacio ni la luz solar suficiente que los árboles necesitan para desarrollarse’, indica Mendieta, quien al mismo tiempo reconoce que por lo menos en el Herbario de la UP hace falta realizar más estudios para determinar con exactitud cuántos árboles frutales existen actualmente, y cuántos se cortan o se siembran a lo largo del año.
Por su parte, el biólogo Orlando Ortiz, reconoció que la disminución de los árboles frutales en la ciudad es evidente, y aunque muchos de ellos como la familia del mango o el caimito no son nativos sino cultivados, hay que comprender que su preservación es importante, no solo porque sirven de alimento tanto a los humanos como a algunas especies animales, sino también porque son grandes receptores del CO2, uno de los gases que está provocando el calentamiento global.
Mendieta compartió que en estos momentos la UP está tratando de rescatar algunos frutos, como el caimito, mediante un proyecto de cultivo que llevan a cabo en la Ciudad del Árbol, en Chilibre.