'Missing Sharks', el documental que retrata la caza de tiburones y su amenaza al ecosistema marino

Actualizado
  • 16/09/2020 00:00
Creado
  • 16/09/2020 00:00
La periodista e investigadora ambiental Martina Álvarez llevó a cabo su primer documental basado en la realidad de la pesca de tiburones en el Caribe panameño, y cómo afecta al océano. En este cortometraje se intensifica la lucha por un ecosistema a salvo y la 'demonización' errónea del tiburón
Comunidad pesquera en la comarca Ngäbe Buglé donde su exportación es el tiburón martillo, una de las especies en peligro de extinción.

“La primera vez que vi a un tiburón no podía creerlo, me enamoró su forma elegante y la tranquilidad que transmitía, nadé junto a él y al salir a la superficie mi concepto de los tiburones había cambiado para siempre”, explicó la ecologista e instructora de buceo profesional Martina Álvarez a La Estrella de Panamá durante una conversación sobre su primer documental Missing Sharks, que fue estrenado el pasado 10 de septiembre en Youtube.

Álvarez es una investigadora marina y periodista ambiental apasionada por el mar y el ecosistema marino; además vivió por cinco años en las costas de Bocas del Toro, donde empezó a filmar el documental en 2018, pero se mudó hace seis meses a Estados Unidos por la pandemia del nuevo coronavirus. La investigadora argentina describió su encuentro con el tiburón como una “experiencia transformadora”, que cambió su perspectiva en lo que respecta a la protección de la naturaleza global.

“Bucear me dio acceso a lugares que son desconocidos para la mayoría de la gente. La vida que hay en nuestros océanos cambió mi forma de entender el lugar del hombre en el mundo”, expresó la experta, “cada conexión con cada animal del mar me lleva a querer ver y saber un poco más de este universo azul, misterioso, del cual solamente conocemos el 5%”.

El interés de Álvarez por realizar un documental retratando la realidad de la pesca indiscriminada de cazones –tiburones jóvenes– en Panamá, nació al dedicarse a estar más de ocho horas al día en el fondo del mar y notar la ausencia de tiburones en lo que generalmente debe ser su hábitat natural. “La presencia de tiburones es sinónimo de un océano sano, y no podía entender cómo en la isla de Roatán (Honduras) o isla de Cocos (Costa Rica), que tienen condiciones similares al Caribe panameño, sí hay abundancia de tiburones, y aquí no. Sospechaba que algo andaba mal y tenía que investigarlo”, indicó.

La investigación duró un año en llevarse a cabo y la película un año más en filmarse por completo, ya que todo el equipo estaba formado por su hermano Félix Álvarez (22 años) músico responsable del la mezcla de sonido del documental; Augusto Fernández (24 años) camarógrafo; Jazmín Levis (30 años), encargada de postproducción y montaje; Alex Keppel, local de la isla en Panamá, que enseñó al equipo sobre la pesca de tiburones. “Traté de hacer una historia interesante y sencilla con todo lo que descubrimos, poniendo la información que teníamos como protagonista a través de una narración que educara a quien lo viera en los 12 minutos de duración”.

A su vez, recibieron el apoyo de la organización Shark Defenders y del reconocido fotógrafo de tiburones, Mike Bolton, quien actualmente reside en Panamá y ha trabajado innumerables veces con Discovery Channel. Además, Bolton contribuyó a la cinta con diversas imágenes de tiburones. 

Álvarez ya llevaba tiempo escribiendo sobre la importancia de los tiburones en el océano en diversas publicaciones para la Fundación Rewilding Argentina, que creó el Programa de Conservación Marina Sin Azul No Hay Verde (No Blue No Green), “destinado a proteger el hábitat del mar patagónico, de sus costas y las especies que allí existen”.

“El mar siempre fue un tema que me atrajo. Luego de mi primer encuentro con un tiburón, me di cuenta de que tenía una imagen muy errónea de los tiburones y tuve que aprender lo que realmente sucede en este ecosistema y cómo afecta a los tiburones”, señaló la buceadora.

La 'demonización' errónea del tiburón ha sido un tema clave desde hace décadas dadas las grandes películas, series o videos que muestran ataques sin contexto o análisis profundo por expertos en la rama. “Mucha gente les tiene miedo y los ven con una visión bloqueada por la desinformación ilimitada que existe sobre ellos, lo que hace difícil tener compasión por estos animales; pero es parte de nuestra lucha educar a las personas en el rol importante del tiburón en el océano y hacerles entender que los necesitamos tanto como ellos a nosotros”, comentó Álvarez.

Panamá ha sido escenario de la muerte de más de 108 mil cazones al mes para su venta y distribución en diversos puertos de la ciudad capital, así como en el interior, lo que responde a la demanda y oferta que dan los pescadores de comunidades indígenas y demás áreas del país. Sin embargo, la latente amenaza del finning o aleteo –que consiste en cortarle las aletas al tiburón y tirar su cuerpo mutilado al mar sin aprovecharlo, donde inevitablemente morirá por asfixia al no poder nadar, desangrado o devorado por otros peces– sigue presente.

La Ley 9 de 2006 prohíbe la práctica del aleteo en las aguas jurisdiccionales de la República de Panamá, pero la regulación sigue siendo poca y la práctica se lleva a cabo de forma clandestina.

Ante esto, la Autoridad de Recursos Acuáticos de Panamá (Arap) elevó su preocupación ante la explotación inmesurada de más de 18 especies de tiburones en el territorio nacional. El pasado julio autoridades de la Arap llevaron a cabo una mesa de diálogo en conmemoración del Día Mundial de la Concienciación de los Tiburones junto con el Ministerio de Desarrollo Agropecuario (Mida) y la Defensoría del Pueblo, donde se planteó un anteproyecto de ley en pro de la regulación y ordenamiento de pesquerías de tiburones y rayas.

Pese a que en Panamá se tiene prohibida la captura del tiburón ballena, no existe un plan de acción para la conservación y ordenamiento de las pesquerías en Panamá que contemple a las demás especies de tiburones. “Panamá es signatario de la Convención Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora (Cites), por lo que se hace necesario contar con una legislación para proteger algunas especies, en peligro de extinción, entre ellas los tiburones”, indicó la administradora de la Arap, Flor Torrijos, al Panamá América.

Los esfuerzos por llevar esta protección a los océanos limitantes con Panamá se engloban en el borrador del Decreto Ejecutivo de Tiburones y la Raya. Según el diario nacional, la Federación Nacional de Pescadores solicitó la presencia de representantes del Ministerio de Ambiente (MiAmbiente) y se determinó realizar próximas reuniones en Santiago y Chiriquí dentro de 60 días, con el fin de analizar las regulaciones al sector pesquero y de distribución.

Para Álvarez, la regulación y reducción del consumo de la carne de tiburón son los primeros pasos para un ecosistema más sano y una población más educada en temas ambientales. “Una persona que no está conectada con el mar, quizá no lea un artículo al respecto, pero puede estar más atraída a ver una película o un video sobre tiburones, llevando consigo un impacto que transforma y hace surgir la empatía por los animales”, comentó la investigadora. Missing Sharks no es solo para la ciencia, sino también para todas las personas, desde el pescador, hasta las familias y las escuelas que muchas veces no ahondan en la importancia del océano”.

Para realizar el documental, el equipo de Álvarez se dedicó a investigar y analizar junto con diversas organizaciones de protección ambiental las políticas panameñas que regulan la pesca, el trabajo de las organizaciones ambientales en cuanto a la protección de tiburones y las perspectivas de los pescadores respecto a la venta y compra de los mismos. “Me encantaría que no se cazara más a los tiburones, pero hay que ir paso a paso, primeramente asegurándonos de que no se exporte la carne de tiburón y aclarar las leyes que lo prohíben o regulan”, enfatizó, “es muy difícil lograr un cambio tan drástico como prohibir de una vez su caza, pero hay que buscar alternativas de ecoturismo centrado en tiburones para generar consumidores conscientes”.

“Muchos de nosotros tenemos que aprender a preguntarnos qué es lo que nos sirven en un plato cuando llegamos a un restaurante o lo que nos venden en los mercados, y ser incisivos en conocer realmente las leyes de protección animal y ambiental para hacer frente a las malas prácticas que perjudican los ecosistemas marinos y terrestres”, agregó.

La pasión de Álvarez por el océano la ha llevado a ser la vocera del mismo: “Hacer periodismo ambiental y especializarme en temas relacionados con el océano significa darle voz al mar que visito todos los días cuando voy a bucear y que no puede defenderse por sí mismo o salir a reclamar sus derechos o explicar que le están haciendo mal”.

“El océano está más conectado con nosotros de lo que pensamos, ya que nos da oxígeno, regula las temperaturas climáticas, provee alimento a millones de personas alrededor del mundo y es hogar de millones de especies sin las cuales el ecosistema marino se perdería y por ende nos veríamos afectados”, agregó, “esta es la realidad en la que vivimos y que lamentablemente muchos ignoran”.

Consumo sostenible y transformación futura

Uno de los pasos más importantes, según la ecologista, es educar al consumidor y hacerle entender que tiene poder de recibir y rechazar las carnes de tiburones para lograr un cambio a largo plazo. “Lo importante es trabajar en conjunto con los pescadores para educarlos y ayudarlos a reducir la caza de tiburones, sin afectar sus ingresos, ya que muchos de ellos viven principalmente de la pesca y tienen familias que alimentar también”, anotó.

¿Qué pasaría si los tiburones desaparecen de los ecosistemas marinos? La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés) destaca el rol clave del tiburón como regulador del ecosistema y la cadena alimenticia; siendo el principal depredador ayuda a mantener el orden reproductivo de otras especies. “Si este desaparece, el orden también”, afirmó Álvarez, “otras especies empezarán a comer otros alimentos y podrían presentar problemas de salud, así como otros casos impredecibles que serían dañinos para su desarrollo habitual. Cada animal y flora que está en el mar tiene una razón importante”.

Para proteger las 18 especies en peligro de extinción en Panamá, Álvarez indicó que se necesitan más aldeas marinas protegidas en Panamá para lograr una transformación en los océanos que la rodean. “En algunos países se incentiva el buceo y el snorkeling con tiburones como parte de sus programas de ecoturismo y como Panamá depende tanto del turismo, se podrían llegar a incluir estas opciones como parte de la protección por decreto a estas especies”, dijo, “así aprenderemos que el tiburón vale más vivo que muerto, y da un atractivo natural”.

Según un informe de la ICUN, menos de 100 personas son atacadas por tiburones anualmente; en cambio entre 100 y 300 millones de tiburones son capturados cada año. “Tenemos que frenar esta caza desmedida porque depende en gran medida de ellos el equilibrio en la biodiversidad marina”, enfatizó Álvarez.

Como defensora de la educación ambiental, la buceadora profesional señaló que la relación entre la ciencia y la opinión pública puede lograr una comunicación sencilla, pero impactante para llevar la información que logrará un cambio tangible en la población desde los jóvenes hasta los adultos. Destacó la labor de la organización Mar Viva, que presenta una aplicación para identificar qué tipo de carne el usuario consume, sean mariscos o peces, y conocer si son parte de las especies en peligro de extinción lo que “es una herramienta muy útil para todos”.

“Creo mucho en el poder de la educación que fortalece las nuevas generaciones, una de mis metas ideales sería poder llevar Missing Sharks a las comunidades indígenas de Panamá y realizar talleres de aprendizaje con los niños a través del documental y las investigaciones que hemos llevado a cabo”, puntualizó. El principal objetivo de Missing Sharks no es atacar a quien pesca al tiburón, sino conocer la importancia del mismo y estimular sanciones para quienes lo compran desmesuradamente, además de cambiar la imagen negativa que se ha cultivado a su alrededor.

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