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- 17/08/2024 00:00
- 16/08/2024 18:34
Vicente Lecuna Salboch, reconocido por las sociedades bolivarianas como el primer historiador bolivariano de América, publicó entre 1929 y 1930, en ocho tomos, la colección de cartas del Libertador.
En la introducción de su obra, valoró al colombiano de origen panameño, Juan Bautista Pérez y Soto, por su consagración a los trabajos históricos sobre Simón Bolívar.
Dijo Lecuna: “El señor Pérez y Soto recogió además en Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú, muchas cartas de Bolívar, entre otras, la colección particular de Vergara, copia de la de Fernández Madrid y todos los originales de las dirigidas a Santander. La muerte sorprendió a Pérez y Soto cuando se preparaba a publicar su colección, adquirida luego por el gobierno de Venezuela”. Pérez y Soto falleció en 1926, siendo embajador de Colombia en la Santa Sede.
El sabio Lecuna explicó en detalle las fuentes de donde compiló su extraordinaria obra y en ella encontramos muchos indicios del pensamiento del Libertador en torno a nuestro Istmo.
Desde 1815 hasta 1830, el Libertador escribió decenas de cartas donde mencionaba Panamá o al Istmo. Curiosamente, en una de ellas se refiere a Panamá como “la istmeña”.
La primera carta del Libertador que menciona a Panamá está fechada el 19 de mayo de 1815. Escrita desde su exilio en Kingston, Jamaica, expresa al comerciante inglés Maxwell Hyslop una idea que tenía para motivar a los ingleses a colaborar con la independencia de América.
Esa idea era “entregar al gobierno británico las provincias de Panamá y Nicaragua, para que formen el centro del comercio del universo por medio de la apertura de canales, que, rompiendo los diques de uno y otro mar, acerquen las distancias más remotas y hagan permanente el imperio de la Inglaterra sobre el comercio”.
Cuatro meses después —el 6 septiembre de 1815— enunció en la profética Carta de Jamaica su verdadero proyecto para Panamá. “Los Estados del Istmo de Panamá hasta Guatemala”, escribió, “formarán quizás una asociación. ¡Acaso sólo allí podrá fijarse algún día, la capital de la tierra!”
En 1819, un grupo de patriotas cartageneros, comandado por el militar escocés Gregor MacGregor, desembarcó en Portobelo con intenciones de independizar desde allí al istmo de Panamá. Esta acción libertadora fue frustrada a los pocos días por las fuerzas españolas acantonadas en Panamá, las que, al derrotar a los británicos, no solo tomaron varias decenas de prisioneros, sino que decapitaron a los patriotas cartageneros y colocaron sus cabezas sobre lanzas en las calles del poblado.
Enterado de los sangrientos acontecimientos de Portobelo, el 9 de septiembre de 1819, el Libertador escribe al virrey Sámano —cuyas tropas había derrotado, el mes anterior, en el campo de Boyacá— para persuadirlo de que, como “acto de humanidad y justicia”, entregara a los prisioneros británicos a cambio de los españoles apresados en los territorios independientes.
Varias epístolas que proponían este canje demuestran el interés de Bolívar en esa acción humanitaria. En una de las misivas se menciona el arribo de embarcaciones de la armada chilena a la bahía de Panamá con el propósito de rescatar a los prisioneros británicos que participaron en la toma de Portobelo.
Un año después, cuando, gracias a sus esfuerzos, la causa independentista había arrebatado importantes territorios a la dominación española, el Libertador se preocupaba por el reconocimiento internacional de los Estados recién surgido.
Conocedor de la importancia estratégica del Istmo de Panamá para España, consideró en una ocasión proponer al gobierno de Madrid que reconociera la independencia de Suramérica a cambio de permitirle mantener a Panamá y Centroamérica bajo su control.
En la misma carta en la que esbozaba ese plan, fechada el 22 de diciembre de 1820 y dirigida al entonces vicepresidente de Colombia, Juan Germán Roscio, le restaba valor a esa cesión porque tenía la certeza de que una vez se reconociera la independencia, los territorios aún controlados por España lograrían su independencia por la influencia y apoyo de los Estados recién reconocido.
El reconocimiento diplomático —bien lo sabía Bolívar— era necesario para que los Estados de Europa respetaran el nuevo orden internacional, ante el deseo manifiesto de la Santa Alianza de recuperar los territorios americanos emancipados por la obra heroica de los patriotas. De allí que el Libertador elucubrara fórmulas de convencimiento para obtener el reconocimiento de la independencia por parte de España.
Antes de que los panameños declaráramos nuestra independencia de España, por nuestros propios medios, el Libertador tenía previsto enviar tropas a Panamá, no sólo para atravesar el Istmo y aumentar las fuerzas independentistas en la costa pacífica de Suramérica sino, también, para liberar al Istmo. Así se lo comunicó al general Santander el 23 de agosto de 1821: “Si no pudiese tomar las plazas fuertes del Istmo”, el ejército “atravesará el territorio indefenso y ocupará un buen puerto del Mar del Sur para que allí espere los buques que deben transportar nuestras tropas a Guayaquil”.
Ese mismo día, solicita al almirante Cochrane [COCREIN] de la armada chilena que se acerque a las costas de Panamá a recoger a los soldados colombianos que iban a pelear a los Andes del Sur “para marchar juntos a despedazar cuantos hierros opriman a los hijos de América”.
Al día siguiente —24 de agosto— se dirige al general José de San Martín para informarle sobre el traslado del ejército por nuestro país “con el doble objeto de abreviar sus marchas y de ejecutar de paso otra importante operación sobre el Istmo de Panamá”.
El 15 de octubre de 1821, escribe a Santander y al general Mariano Montilla, quien recientemente había logrado expulsar de Cartagena a las tropas españolas, para conminarlos a alistar una expedición militar al Istmo.
Dice, específicamente, a Montilla: “Ya usted sabrá que mi primera intención fue tomar el Istmo. Por consiguiente, es indispensable que usted haga los mayores sacrificios para que el Istmo se tome. Hago usted esto en caliente, de otro modo no se hace nunca. Ahora los ánimos están alegres, dispuestos a nuevas empresas; después no harán nada porque desmayarán en el reposo”.
El 16 de noviembre de 1821, en otra carta al general San Martín le comunica que una división marcha a ocupar Panamá. Sin embargo, antes de que las tropas colombianas llegaran al Istmo, nuestros compatriotas lograron alcanzar la independencia el 28 de noviembre de 1821.
Pero Bolívar no se entera hasta mucho después. El 5 de enero de 1822. Desde Cali, el Libertador le escribe a Santander: “se me olvidaba decirle a usted lo principal: que se precipite la expedición al Istmo, de cualquier modo que sea”. Agrega que, en su opinión, Panamá “ES LA MÁS INTERESANTE PARTE DE TODA COLOMBIA”. No es hasta finales de enero cuando tiene conocimiento de los sucesos de Panamá dos meses atrás.
El 29 de enero de 1822 comenta a Santander sobre la existencia del acta de Panamá, “que me parece magnífica”.
Desde el cuartel general de Popayán, el 1 de febrero de 1822, se dirige al coronel José de Fábrega, jefe superior del istmo para referirse a la independencia de Panamá, lograda por los propios panameños. “Sin haber tenido la satisfacción de recibir el despacho que vuestra señoría ha tenido la voluntad de dirigirme”, le dice, “me apresuro a congratular a esa ilustre provincia que vuestra señoría tiene la gloria de presidir. No me es posible expresar el sentimiento de gozo y admiración que he experimentado al saber que Panamá, el centro del universo, es regenerado por sí misma y libre por su propia virtud.”
Inmediatamente mandó al Istmo al general venezolano José María Carreño para que se encargara de su defensa y le dio instrucciones precisas: “Vuestra señoría no omitirá nada por conservar a todo trance, a toda costa y sin ahorrar ningún sacrificio el importante punto del Istmo que el Gobierno de Colombia ha confiado al patriotismo, pericia y valor de vuestra señoría”.
Ya estaba enterado de todos los movimientos políticos que se daban en el Istmo, Bolívar dictaba permanentemente instrucciones y enviaba tropas hacia Suramérica a través de Panamá. En múltiples misivas pedía que las tropas que pasaran por Panamá, lo hicieran rápidamente por lo malsano y mortífero del clima.
El 29 de septiembre de 1822, opinó que “el Istmo, debe ser guarnecido por tropas del Magdalena, que son los únicos que pueden vivir allí por el mal clima”. Rechazaba que fueran de otras zonas cuyos pobladores no estaban acostumbrados al clima de Panamá, ya que decía “que irían a morir al Istmo inútilmente”.
Asimismo, cada vez que el Istmo estaba amenazado, él se preocupaba y actuaba en consecuencia.
Panamá era un centro desde donde Bolívar recibía información. Incluso, leía un periódico publicado en Panamá, ya que en una de sus cartas hacía referencia a ello. En Guayaquil, el 27 de agosto de 1822, hace referencia a la lectura de una Miscelánea de Panamá, refiriéndose al periódico Miscelánea del Istmo e Independiente, que se inició en 1822 y que reemplazó al primer diario de Panamá, publicado el año anterior que se llamó Miscelánea del Istmo.
Durante los nueve años transcurridos desde nuestra independencia en 1821 hasta el deceso del Libertador —el 17 de diciembre de 1830— Bolívar trataba en sus cartas temas de interés para nuestra historia patria, así como para la historia de América.
Tras nuestra unión a la República de Colombia, se formó en Panamá un batallón con el propósito de apoyar los esfuerzos libertadores en Suramérica. Patriotas panameños combatieron en el Ecuador y Perú, y participaron en la batalla de Ayacucho, que 200 años atrás puso fin a la presencia española en América continental.
En el patio exterior de este recinto (de la Cancillería de Panamá hoy), entrenaba la juventud patriótica panameña que fue a ofrendar sus vidas por la independencia de América y de aquí marcharon enarbolando la bandera confeccionada por damas panameñas que coronó la cima del Condorcunca el 9 de diciembre de 1824, día de la victoria patriota en la batalla de Ayacucho.
El Libertador, hombre de carácter estaba enterado del movimiento del batallón istmeño y daba instrucciones precisas para su mejor desempeño. Su carta a Antonio José de Sucre, el 25 de diciembre de 1823, señala que “el batallón del Istmo debe estar en el Callao y reemplazará al Batallón Vargas que voy a sacarlo para que venga a la sierra”.
Estando a la cabeza del ejecutivo peruano, el 7 de diciembre de 1824 Simón Bolívar, envió su invitación a los gobiernos de Colombia, México, Río de Plata, Chile y Guatemala a formar el Congreso de Panamá.
En esta bella carta, que presenta su visión de unidad y republicanismo democrático para los países americanos, rememora que dos años atrás —en 1822— había invitado, “como presidente de la República de Colombia, a los gobiernos de México, Perú, Chile y Buenos Aires para que conformemos una confederación y reuniéramos en el Istmo de Panamá o en otro elegible a pluralidad, una asamblea de plenipotenciarios de cada Estado.”
En 1825 parecía que el Libertador, atiborrado de problemas, aspiraba a culminar su carrera política con el congreso del Istmo. El 8 de mayo de ese año expresó a Santander su desengaño al decir “no seré más presidente de Colombia ni de otra parte, veré reunido el congreso del Istmo y ojalá me muera para que no le obliguen a más”.
La convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá estaba nimbada de sueños. El Libertador trabajó arduamente en pos de estos sueños.
En Lima, donde se encontraba, al mando del gobierno peruano, conferenciaba con Pérez Videla, Vidaurre y Pando, talentosos peruanos que participaron en el proyecto de unión americana del Libertador.
En preparación para el Congreso de Panamá de 1826, instruye a Vidaurre: “nada omitirán a fin de llevar a cabo la empresa más grande los americanos, y la que más podrían honrar aquellos que la sirven”.
Para el Libertador, el peruano José María Pando, quien no pudo arribar al congreso “es el sujeto más ilustrado que he conocido en todo el Perú, hombre de una firmeza inalterable y buen político”.
También se comunicaba con los venezolanos Pedro Briceño Méndez y Pedro Gual, nuestro primer canciller de Colombia. Las imágenes de los mencionados patriotas nos acompañan en esta histórica sala.
A Santander, el 8 de septiembre de 1825, le explica que “Gual y el general Briceño han venido de plenipotenciarios al Istmo porque son admirables sujetos, eso es mandar ángeles y no políticos: esto parece el Siglo de Oro, pues jamás se ha buscado la virtud para estos casos”.
Panamá se convirtió en el centro de interés del Libertador entre 1824 y 1826.
A Vidaurre, delegado del Perú en el congreso, le confiesa: “celebraré mucho mi querido amigo el que usted haya dado principio al pacto que debe guardarse en el Arca de la Alianza. Feliz usted si ha visto reunir a los anfictiones americanos y si el Istmo de Panamá ha representado la segunda escena del de Corinto, que vio reunir en su seno embajadores libres de repúblicas gloriosas.” Agregó: “viva usted en las aguas del Pacífico y del Atlántico (que bien cerca las tiene) para que confeccione sus ideas bajo un temperamento tan frío como el de Washington, sin dejar de tener la elevación de Franklin, que con su mano tomó al cielo su fulmine”.
La Asamblea de Panamá, como la llamaba en ocasiones el Libertador, tuvo toda clase de contratiempos y el proyecto acariciado por el Bolívar, no alcanzó los objetivos esperados, pero fue un paso inmenso en favor de la unión americana y diseñó la gran utopía que nos hace caminar de generación en generación hacia la patria común, bajo la guía insuperable del pensamiento de Bolívar.
Otros asuntos que involucraban a Panamá también figuraron en las cartas del Libertador entre 1824 y 1826.
Citando una correspondencia de Panamá, el 13 de octubre de 1825 Bolívar le comunica al general Salom que se alistaba en Cuba una expedición de 6 mil hombres para invadir la Costa Firme, desembarcando en Venezuela. Bolívar le pide que escriba al general Carreño, encargado de Panamá, para que le dé noticias “muy circunstanciales y frecuentes sobre los estados de negocios por el Norte, muy particularmente de todo aquello que tenga relación con españoles, franceses y expediciones, etc.” Además, ordena que se preparen las tropas para que una vez se rinda el Callao —último bastión de los españoles en el Perú— se dirijan a Panamá.
El 26 de noviembre de 1825, le expresa a Santander que “cada día está mejor con las repúblicas del Sur, pero que casi nada sé de las Norte, ni del Istmo tampoco, que parece encantado: supongo que por allá nada habrá de consideración”.
El 15 de febrero de 1826, le dice a Antonio Valero de Bernabé, designado jefe militar del departamento del Istmo “que no perdonara esfuerzo alguno en conservar en el mejor estado posible, la columna que usted conduce a Panamá”. Valero, quien vivió un tiempo en Panamá, no solo fue conocido como el Libertador de Puerto Rico; también, participó en la independencia de México y en la derrota de Napoleón en España. Convivió con los istmeños por orden de Bolívar.
Otra situación que se produjo, y que nos dejó una lección para la posteridad, ocurrió el 22 de febrero de 1826, cuando el vicepresidente Santander le hizo una propuesta a Bolívar para que fuera el “protector” de una compañía que se establecería para comunicación de los dos mares por el Istmo. El Libertador le respondió, tajantemente: “después de haber meditado mucho cuanto usted me dice, me ha parecido conveniente no tomar parte en el asunto, sino que me adelanto aconsejarle que no intervenga usted en él. Yo estoy cierto que nadie verá con gusto que usted y yo, que estamos en la cabeza del gobierno nos mezclemos en proyectos puramente especulativos.”
Bolívar se mantuvo atento a las situaciones políticas internas de Panamá. El 1 de junio de 1826 le pregunta al general Carlos Soublette: “¿Por qué no ponen ustedes al general Valero en el Estado Mayor General? Nadie quiere ir de comandante general Istmo. El coronel Espinar, hijo de aquel país, amable y excelente sujeto, iría de comandante general de dicho departamento si se le nombrara para ello; pero sería preciso sacar a Valero para que no tuviera disgustos con él”. Valero, como se dijo anteriormente, había sido nombrado jefe militar del Istmo.
Días más tarde, el 13 de junio de 1826, le informa a Carreño que un general godo, de apellido Bermúdez, que utilizaba también el apellido Santander y llegó a Panamá como espía, había sido aprehendido en el Perú y confesado que el plan español era atacar Panamá con 6 mil hombres con el fin de distraer al Libertador e invadir Venezuela con ocho mil hombres, que era su verdadero objetivo.
El mencionado Bermúdez involucró en la conspiración al propio general Valero, jefe militar del Istmo, a los masones y a la familia Feraud, recientemente emigrada de Cuba a Panamá. El Libertador ordenó a Carreño que expulsaran a Valero del Istmo “por la seguridad de un país” que podía darles a los españoles la llave del pacífico.
En carta a Santander de la misma fecha, le relata en detalle la confesión de Bermúdez y agrega “en fin el Istmo está muy mal servido y lleno de godos; las tropas que están allí deben salir para Cartagena o Venezuela y yo mandaré el reemplazo”. Indignado por la confesión de Bermúdez, Bolívar tomó duras decisiones, que comunicó al general Briceño Méndez el 14 de junio de 1826.
Estas instrucciones demuestran la recia personalidad de Bolívar, descrita por él mismo a Briceño Méndez en la mencionada epístola: “Reside en la médula de mis huesos el fundamento de mi carácter”. Le pidió a Briceño Méndez que se corriera la voz de que iba para Panamá con doce mil hombres.
Creo que esa fue una de las razones por la que se pensaba que sería una realidad su presencia en Panamá, en 1826, durante el Congreso Anfictiónico. Según el historiador Lecuna, después se comprobó que el tal espía Bermúdez era un embustero. De allí que las siguientes cartas del Libertador no vuelven a referirse a la supuesta invasión y al sujeto que le ocasionó una enorme molestia al Libertador.
En agosto de 1826, Bolívar le informa al intendente de Panamá, Juan José Argote, que enviaba al istmo a Antonio Leocadio Guzmán para presentarle la Constitución Boliviana “que con algunas modificaciones puede ser aplicable a todas las situaciones que los colombianos pueden apetecer”. También le expresa al intendente de Panamá “que unidos los buenos ciudadanos a nuestro incorruptible ejército, se sostendrá el edificio levantado a costa de virtudes y de heroísmo. Un paso imprudente puede sepultarnos para siempre, Calma y Unión es cuanto importa por ahora”.
Dos figuras señeras de la historia panameña tuvieron importantes vínculos con el Libertador: Uno fue el general José Domingo Espinar y el otro el obispo veragüense Rafael Lasso de La Vega.
El 10 de noviembre de 1824, siendo obispo de Mérida, Venezuela, el Libertador manifiesta a Lasso de La Vega: “el cielo es prodigioso para los que combaten para la justicia y severo con los opresores”. Más tarde, el 7 de abril de 1829, tras su instalación como obispo de Quito con motivo del deceso del anterior prelado, felicita Bolívar al panameño Lasso de La Vega y le comenta que su traslado a su nueva sede era necesario “pues una iglesia sin cabeza es un cuerpo sin alma”. Añadió a lo anterior que “la piedad de vuestra señoría ilustrísima hará mucho bien a estos feligreses que claman por tener un obispo digno de llamarse príncipe de la iglesia y sobre todo padre de los pobres. Aquí la caridad está abandonada por falta buenos ejemplos, pero les he dicho a todos que viniendo vuestra excelencia no habrá un miserable que no reciba algún alivio, un buen cristiano que no se edifique al contemplar los buenos ejemplos de su pastor”.
Entre las numerosas cartas del Libertador hay varias dirigidas a personajes que ejercieron en el istmo funciones de gobierno, como José María Carreño, Manuel Muñoz, Argote y Sardá.
Hay varias, por supuesto, a Mariano Montilla, quien fue nombrado comandante militar de los departamentos del Istmo, Magdalena y Zulia “para que los defienda de todo mal...”, como lo manifestó el Libertador.
A Montilla, el 21 de julio de 1828, le dice: “usted debe defender el Istmo en preferencia a todo para que no sea de nuevo el teatro de los escándalos.” “Como pienso formar el consejo de Estado de todos los departamentos llamo a Espinar y mando que Sardá se encargue de ambos mandos, lo que será muy conveniente para aquel país y su defensa; dígale usted de mi parte, que él me responde del Istmo y que, por lo mismo, no guarde consideración con los malvados.” “Arregle usted el Istmo lo mejor posible en cada uno de esos ramos”.
Un mes más tarde, nuevamente se dirige a Montilla. “Hemos recibido el Acta de Panamá”, le dice, “y Espinar me escribe de allí muy contento, así como Sardá”. El Libertador se muestra preocupado por la defensa del Istmo ante un eventual ataque español, solicita preparar su defensa.
El militar panameño, José Domingo Espinar, quien había sido médico y secretario personal del Libertador en Lima, fue designado secretario general de Bolívar y miembro del Consejo de Estado. La cercanía de Bolívar con Espinar era evidente.
El 11 de febrero de 1829, Espinar le escribe al ministro del Interior expresando “que el Libertador presidente me ordena diga a usted que la renuncia que hace del ministerio no es admisible, hasta que alguno de los ministros nombrados no tome posesión de su destino”. Esta cercana relación entre Bolívar y Espinar fue determinante para que, posteriormente, Espinar tomara la iniciativa de separar a Panamá de Colombia. Pero, a pesar del mencionado vínculo, el Libertador rechazó su decisión de separar el Istmo, puesta en marcha por Espinar el 26 de septiembre de 1830.
El 8 de noviembre siguiente, Bolívar informa al general Rafael Urdaneta de la situación que se presentaba en Panamá y que había sido anunciada al Libertador por una comisión enviada por el propio Espinar. Bolívar dice a Urdaneta: “Espinar ha hecho una espantosa revolución. Ha intentado mil locuras y ha ejecutado muchas. Está de absoluto y soberano, abusando del poder, y lo peor de todo, es que está dominado por el loco Alzuru, a quién teme él y todo el mundo.” “La nigrocracia es el espantajo con que asustan a todo el mundo. Despojaron a la vez a Fábrega y a Vallarino: el primero se fue para su gobierno de Veraguas a realizar las elecciones y por huirle a aquel bochinchote. “Vallarino y Picón, que vienen desterrados, me los ha mandado [Espinar] con mucha formalidad a felicitarme, de haberlo despojado de sus destinos y haber desconocido al gobierno.” “Él protesta, sin embargo, sumisión a mí y defenderme con las armas de su mando.”
En la misma carta en donde da detalles de la persecución de Espinar a sus adversarios, así como el comportamiento indebido, expresa su opinión sobre esta conducta: “¡Dios mío, entre que gente vivimos! Sabrá usted que este héroe flamante [Espinar] ha sido toda su vida la criatura más dulce y sumisa que pudiera ser, y que su timidez era proverbio. Pues bien, ahora tiemblan de él.”
Al general Juan José Flores —quien sería el primer presidente del Ecuador— comentó desde Barranquilla, el 9 de noviembre de 1830: “He sabido la locura que ha hecho Espinar con la istmeña, yo ruego a usted que lleve esto con paciencia, porque el flamante dictador está mal aconsejado de su súbita elevación y soplado por el espíritu de Alzuru.” “Por último, no es cosa de pelear por bagatelas entre amigos que se vuelven locos”.
Al día siguiente, conmina a Urdaneta: “El Istmo debe someterse inmediatamente al gobierno, pues yo se lo he escrito como un consejo a Espinar y no dudo que él lo hará”.
Cuando el Libertador analizaba la situación de Panamá, nos imaginamos que rememoraba el pensamiento que le trasmitió al general Antonio José de Sucre, el 6 abril de 1827, cuando avalaba su forma de gobernar y le decía “el gran poder existe en la fuerza irresistible del amor”.
El 25 de noviembre de 1830, 22 días antes de fallecer, Bolívar dice a su edecán Daniel Florencio O’Leary: “Quedo impuesto de las noticias de Venezuela, del Istmo y cuando ha tenido la bondad de participarme.” “Yo sigo de peor en peor con mi salud: ya he perdido hasta la esperanza; pues una debilidad suma y un continuo padecimiento de achaques diferentes, me tienen en un estado de desesperación, que me hacen ver la vida con disgusto”.
Poco tiempo después, el 10 de diciembre de 1830, dictó su testamento en la hacienda de San Pedro Alejandrino, poco distante de Santa Marta.
En su artículo titulado “Los últimos días del Libertador”, el Dr. Ricardo J. Alfaro, nuestro gran internacionalista bolivariano, describe con gran dramatismo describe la escena: “El egregio doliente”, apunta, “se resigna al decreto de lo inexorable y lleno de serenidad se confiesa y hace testamento. “Después dicta su última proclama, ese documento inmortal donde el llamamiento patético a la concordia resonará a través de las edades como los trinos de un profeta moribundo ante la tragedia de la Gran Colombia, despedazada y donde la queja del mártir expirante quedó ahogada por la palabra inefable del perdón.” “Por la noche recibe la eucaristía y los óleos. Terminada la ceremonia religiosa se procede a leer la proclama en voz alta para que el Libertador la firme”.
Lo acompañaban como testigo entre otros, el general José María Carreño, quien había sido designado por el Libertador para encargarse de los destinos de Panamá, luego de alcanzar nuestra independencia.
El general Carreño estuvo con el Libertador hasta que falleció el 17 de diciembre de 1830.
Al concluir este estudio sobre Panamá en las cartas del Libertador, quiero expresarles que tuve mis dudas en realizar este trabajo, porque estaba contraviniendo la voluntad de Bolívar, quien en carta a Santader, el 8 de octubre de 1826, exclamó: “Nada me gusta que se dé al público mi correspondencia privada, creo que es una violación de la fe de la amistad. En Europa esto es un crimen”.
Con la confianza de que la Sociedad Bolivariana de Panamá será indulgente conmigo después de enterarse del contenido de las cartas del Libertador sobre nuestro país, tuve el atrevimiento de realizar esta empresa, que espero haya sido del completo agrado de este exigente auditorio.