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- 09/06/2024 01:00
- 08/06/2024 12:13
La escritora panameña Consuelo Tomás Fitzgerald presentó hace unos días, en el marco del Festival Centroamérica Cuenta, la última de las antologías de poesía centroamericana publicadas por Ediciones Perro Azul y titulada Vienen de Panamá. Breve muestra de poesía panameña contemporánea.
Se trata del feliz encuentro de trece poetas que, como explica Tomás Fitzgerald en el prólogo, son representativos de las generaciones nacidas entre finales de los años cincuenta y principios de los noventa del siglo XX, y a quienes incluyó por la calidad de sus escritos y la constancia de su trabajo. “No son poetas de temporada (...). Han trabajado para conectar la poesía panameña, difundirla, esparcirla. Muchos de ellos también son formadores, editan revistas, montan festivales o nos representan en ellos, y hacen lo posible porque el trabajo y el sueño de una Panamá culturalmente bien aspectado sea posible”.
El espacio temporal para hacer la selección plantea, necesariamente, que se trata de poetas marcados por circunstancias históricas disímiles, tan jóvenes como Jaiko Jiménez (1994) o Corina Rueda Borrero (1991), nacidos después de la invasión de Estados Unidos a Panamá de diciembre de 1989 —dirá Consuelo que son poetas “de la era de los micrófonos muy abiertos, que miran la colectividad desde una individualidad consciente”—; hasta los más adultos, como Moisés Pascual (1955), Héctor Collado (1959) y José Antonio Carr (1958), “a quienes les tocó el coletazo de las luchas por la soberanía y fueron testigos del golpe de estado militar de 1968”.
Durante la presentación del libro se lanzó una pregunta fundamental: ¿de qué escriben nuestros poetas? Pues bueno, leyendo la antología es claro que los poetas panameños observan el mundo, padecen la Historia, sienten y resienten, se cuestionan... Moisés Pascual, por ejemplo, le escribe a Ana Frank para contarle “cómo el horror/ha cambiado de bando”; José Carr se sumerge en una noche en la que “un pájaro de odio puede escupir/cenizas de muerte sobre tu alma”; y Héctor Collado escribe: “Desciendes por la escalera de Sísifo/ como antes, como otros, como tantos/ como siempre. La calle, el barrio se queda ahí/ como indigente con la mano extendida/ mendigando tu retorno”.
Lucy Chau (1971) — “discretamente china cuando opina, brava negra cuando protesta”, dice Consuelo— tiene en la antología un poema titulado “Nosotros que lo perdimos todo”, que en su última estrofa dice: Nosotros.../ Nadie sabe quiénes somos. Hoy salimos en la prensa/ mojados, asustados/ vueltos mierda. Fuimos noticia sin los millones/la candidatura”; mientras que de Eyra Harbar (1972) hay un poema que aborda el tema de la esclavitud y la negritud: “Esclavo y amo son parte de la historia/ de la propiedad, del fisco, de la ideología/ de las plantaciones, de la captura y la trata/ de las castas, del rey, de los civiles y su libertad/ de la útil venta, del cimarronaje y del imperio/ del pelo cuscú, pelo malo, pelo duro/ pelo apretado, pelo negro, pelo vudú/ pelo afro en el barco negrero...”.
Mar Alzamora (1981) también forma parte de esta antología y Consuelo la presenta así: “Artista multifacética, novia fiel de Oliverio, su contrabajo (...) tiene medalla Olímpica en paciencia, pues le ha tocado ser maestra de arte de niños y niñas bastante inquietos”. Y es que el libro, con toda la rigurosidad que lo reviste, también tiene espacio para el humor y para el retrato íntimo de cada uno de los poetas incluidos, lo que revela la cercanía o conocimiento que tiene Consuelo de cada uno de los autores.
“Amanecí con ganas de/ quemarle los ojos a la gente gris de la calle/ regalarles incendios forestales porque/ ignoran nuestro secreto de/ cómo hacemos nacer fuegos”, dice Alzamora en “Fuegos fatuos”, uno de los poemas de su último libro, Instantáneas Blues. Magdalena Camargo Lemieszek (1987), por su parte, nos regala poesía erótica en “Los amantes”, que en una de sus partes dice: “Luego hicieron el amor sobre la banca, mientras la garra derrumbaba al búfalo, girones de su grupa al aire/ bruno sudor rasgándole el tobillo/ grabando vísceras sobre el pastizal de cobre”.
Y de Jaiko Jiménez, estos versos que me parecen hermosísimos: “Si ya mañana descubriera que me he ido/que todo yo me he vuelto ausencia: lóbrego silencio. Si no retornara el sonido de mi aliento/ y para siempre se alejaran/ oscuros, mis pasos... Bien se sabrá que nada perdí/ que todo fue ganancia. Que recorrí estas calles, sinuosas, imprecisas/ con la emoción de un niño que a cada paso/ iba descubriendo la belleza”.
La antología Vienen de Panamá también contiene textos de Porfirio Salazar, Salvador Medina Barahona, Esteban Binns y Javier Alvarado. La colección Poesía Centroamericana de Ediciones Perro Azul incluye los títulos Nuevos Signos: Antología de poesía nicaragüense (Marta Leonor González y Juan Sobalvarro); Escaleras abajo: Poesía salvadoreña, a cargo de Miguel Huezo Mixco; Cosas que aprendimos en la lluvia: poesía guatemalteca contemporánea (Javier Payeras); Manchas de rojo sobre fondo blanco y azul: Antología de poesía costarricense 1980-2020 (Mauricio Molina, Dorde Cuvardic y Gabriela Rojas); y Descendientes de la Osa: Poesía hondureña entre siglos, a cargo de Salvador Madrid.