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- 05/01/2025 00:22
- 05/01/2025 00:08
La Masculinidad Hegemónica es la forma dominante de masculinidad que establece el modelo aspiracional del hombre, en la que se basa el sistema patriarcal. Este es el sistema social que ha adoptado nuestra civilización occidental, caracterizado por la dominación de hombres blancos, por encima de mujeres, niños/as, homosexuales y hombres de otras etnias, capacidades y condición social.
Este tipo de masculinidad proclama que solo hay una forma de “ser hombre” en la sociedad; el hombre no puede ni debe ser frágil, sino fuerte, dominador, autoritario, controlador, proveedor, protector, exitoso, desconectado de sus emociones y de su afectividad, heterosexual, mujeriego y muchas veces violento.
Este tipo de masculinidad debe probar constantemente su hombría, lo que les hace adoptar conductas agresivas y riesgosas, anteponiendo la competitividad al bienestar físico y mental personal. Los hombres no lloran ni expresan sus emociones; están desconectados por completo de su mundo emocional y su afectividad. Crean un mundo de desigualdad e inequidad entre hombres y mujeres, en donde la mujer es lo opuesto a lo que ellos deben ser: la mujer debe ser frágil, vulnerable, dependiente y por lo general, mantener una posición de inferioridad.
Esta masculinidad hegemónica rápidamente se transforma en una masculinidad tóxica, ya que carece de la flexibilidad necesaria para adaptarse a los cambios sociales. Además, es alimentada por la religión y ambas ideologías refuerzan y perpetúan la idea de dominación masculina.
Aunque muchos saben que todo lo que concierne a la religión Católica y su libro sagrado, la Biblia, nos habla de una realidad que tiene más de 2000 años y que no se aplica para nada a la realidad actual, muchos fanáticos religiosos y fundamentalistas se empeñan en que estos escritos sean aplicados estrictamente por sus adeptos o seguidores.
Es evidente que tanto la religión católica como la Biblia refuerzan el concepto de la masculinidad hegemónica y tóxica. Es así que la figura del hombre se establece como la cabeza del hogar, como es señalado en la “Biblia Reina-Valera 1960”, en Efesios 5:22-23, “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia”, dando a entender con esto que la mujer no tiene la capacidad de tomar decisiones, ni de liderar.
La Biblia también le prohíbe a la mujer hablar; Corintios 14:34-5: “Vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no les es permitido hablar. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos, porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación”. Tampoco le es permitido a la mujer enseñar; Timoteo 2:11-12: “porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio”. En este documento van hasta hacer apología de la violación; Génesis 19:8: “yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré afuera, y haced de ellas como bien os pareciere” y muchas otras más.
Los modelos rígidos de masculinidad, que consolidan el sistema patriarcal, hacen imposible su adaptación a los cambios frecuentes que vive la sociedad. Las consecuencias son, entonces, nefastas tanto para los hombres como para las mujeres y para la sociedad en general.
Algunas de las consecuencias que podemos mencionar son una extrema competitividad y la necesidad de demostrar constantemente su virilidad, poniendo en riesgo su salud física y mental. Esto hace correr a los hombres riesgos innecesarios, sin ningún cuidado por su salud física ni mental. El hecho de no expresar emociones puede llevarlos a desarrollar rasgos de alexitimia. Además, su poca demostración de afecto hace que sus relaciones de pareja y familiares carezcan de la intimidad emocional necesaria y que carezcan de una buena comunicación, lo que deja a todo el mundo insatisfecho.
También pueden acabar en la cárcel o en el hospital, debido a su necesidad extrema de control, su alto nivel de frustración e intolerancia al rechazo, que se constituye muchas veces en detonante de conductas agresivas y violentas que lo pueden llevar a cometer delitos o crímenes. Como no se permite mostrar ninguna vulnerabilidad, fragilidad o debilidad, su rigidez hace que mantenga malas relaciones con sus hijos e hijas y con sus respectivas parejas, así como con toda persona que no cumpla con sus expectativas o exigencias. Esta masculinidad tóxica puede transformar el machismo en misoginia, esto es, un odio, aversión o desprecio hacia las mujeres.
Es necesario que los hombres examinen y analicen su conducta en general, para determinar qué conductas son sexistas y negativas para él, su pareja y su entorno. Recomendamos el documental “La mascara con la que vivimos o The mask you live in”, que pueden encontrar en YouTube.