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Mario Vargas Llosa: el adiós al último gran narrador de América Latina


- 15/04/2025 00:00
Mario Vargas Llosa, nobel de literatura y uno de los escritores más influyentes y prolíficos del siglo XX y XXI, falleció a los 89 años, dejando un legado literario y político que marcó profundamente a generaciones enteras en América Latina y el mundo. Su muerte cierra un ciclo de las letras hispanoamericanas, el del llamado “boom latinoamericano”, movimiento que él protagonizó junto con gigantes como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Carlos Fuentes.
Desde sus inicios como joven escritor en el Perú, Vargas Llosa fue un intelectual comprometido con su tiempo. Pero, también fue, sobre todas las cosas, un narrador excepcional, obsesionado con el poder, la libertad, la corrupción y la condición humana. Su obra, atravesada por una lúcida mirada crítica, refleja tanto las contradicciones de América Latina como las del propio autor: un hombre de pensamiento liberal, con un pasado revolucionario, que nunca dejó de provocar, de desafiar y de escribir con la convicción de que la literatura es una forma de vida y verdad.
En 1959 se trasladó a París, ciudad que se convirtió en su primer hogar literario. Allí conoció de cerca la efervescencia intelectual europea, trabajó como periodista y escribió sus primeras obras de ficción. Fue en esa época donde comenzó a cimentarse la leyenda.
Vargas Llosa fue un escritor de estructuras complejas y ambición totalizadora. Cada obra suya parecía intentar abarcar el mundo entero. Su estilo, exigente y vigoroso, combinaba precisión narrativa, profundidad psicológica y un rigor técnico admirable. No escribía por escribir; escribía para comprender.
Su voz, siempre clara y afilada, fue escuchada en foros internacionales, columnas de opinión y debates políticos. Ganó enemigos, pero también el respeto de quienes valoraban su independencia y coraje intelectual. Fue miembro de la Real Academia Española y escribió ensayos fundamentales sobre literatura, política y cultura.
Lejos de retirarse tras el Nobel, continuó publicando novelas, ensayos, memorias y artículos. Obras como El sueño del celta, Cinco esquinas, Tiempos recios y Le dedico mi silencio confirmaron que su pasión por contar historias no menguaba con el tiempo. Hasta el final, siguió siendo un escritor en activo, comprometido con la palabra.
Su célebre ensayo La verdad de las mentiras es un manifiesto de amor a la ficción. Para él, las novelas no son un escape, sino una forma más intensa de la realidad. “Las ficciones nos enriquecen, nos ayudan a vivir, nos convierten en seres más completos”, escribió. Ese pensamiento lo acompañó siempre.
Fue también un símbolo del escritor total: el que observa, el que participa, el que critica, el que sueña. Su paso por la política no eclipsó su obra; más bien, la alimentó. Sus contradicciones lo hicieron más humano, más real. No fue un hombre perfecto, pero fue, sin duda, un autor necesario.
Hoy, mientras el mundo despide a Mario Vargas Llosa, las palabras que él escribió siguen hablando por él. Siguen cuestionando, iluminando, conmoviendo. Porque los grandes escritores no mueren; simplemente cambian de forma. Y Vargas Llosa, eterno inconforme, eterno narrador, seguirá habitando en cada lector que se atreva a mirar el mundo con los ojos de la literatura.