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- 26/07/2024 00:00
- 25/07/2024 20:12
La pasión de la argentina Cristina Pérez por el Renacimiento comenzó cuando de chica estudió las piezas teatrales de William Shakespeare. Desde entonces está en su corazón de escritora ese movimiento cultural que rescató a la antigüedad clásica y usó el arte como luz fulgurante para enfrentarse a la sombría Edad Media.
Fue tanto su romance que, en el 2015, sin saber muy bien por qué, la también periodista se trasladó a Florencia para estudiar el Renacimiento italiano.
Sin ese viaje a la ciudad toscana, que fue el centro del arte mundial por 200 años, no hubiera escrito ‘Tiempo de renacer’ (Penguin Random House), novela que presentó de la mano de la librería El Hombre de la Mancha.
‘Tiempo de renacer’ tiene como protagonistas a Sandro Botticelli y a su musa Simonetta Cattaneo, pero también hay cabida para otros creadores amparados por el poder económico de los Medici (los primeros coleccionistas de arte).
Sandro Botticelli, hijo de un próspero curtidor, llegó a tener su propio estudio, algo inusual entre los artistas de su época. Mientras que Simonetta llegó a Florencia en 1469, a los 16 años y cierra sus ojos para siempre en 1476. Tenía 23 años.
Aunque Simonetta, la hermosa rubia de cabellos ondulados, aparece en más de uno de sus cuadros, la eterniza en El nacimiento de Venus, donde la diosa romana del deseo y el amor se transforma en la amada de Botticelli, para quien era la representación de la humanidad y la belleza.
Tiempo de renacer es, entre otras, sobre el romance prohibido entre Botticelli y Simonetta, a quien el maestro la pinta como Venus casi diez años después de su muerte.
Los cuadros fueron la primera versión de Facebook. Hay un espacio en Florencia que conecta la Galleria degli Uffizi (donde está la sala Botticelli) con el Palacio Pitti (otrora residencia de los Medici) que se llama Corredor de Vasari y sus paredes están tapizadas por autorretratos de pintores (del siglo XVI hasta el siglo XX). Cuando lo recorrí me pareció un corredor de selfies. ¿Por qué se hacían autorretratos? Porque a veces no tenían dinero para pagar modelos y ensayaban con sus caras. No es que fueran vanidosos. Como pasa con los cuadros, con la fotografía y las redes buscamos que los momentos trasciendan, capturamos la fugacidad de la vida, tenemos la ilusión de sostener un instante, mostramos una versión de cómo vemos la realidad y cómo nos vemos a nosotros mismos.
Me enseñó que cuando una persona fallecía en el Renacimiento, era casi inmediata la producción de cuadros. Era la manera de traerlos a la vida. Cuando matan a Juliano de Medici (26 de abril de 1478, el mismo día, pero dos años después del deceso de Simonetta), le piden a Botticelli que haga obras conmemorativas para mantener la presencia de Juliano. Porque la imagen también es la cercanía. Es como cuando pones un portarretrato de la persona que amas en tu mesa de luz.
Cada época tiene su ideal y su búsqueda de lo físico. En el Renacimiento los cuerpos se plantean a partir de lo que se llamaba ‘la divina proporción’. Hoy el hombre corre carreras con Dios al crear la inteligencia artificial. Vamos buscando versiones, más robóticas, de los cuerpos perfectos.
Hay que celebrar la belleza. La belleza no es la perfección, es la armonía. Las mujeres voluptuosas en el Renacimiento, que hoy están lejos de lo que llamamos perfecto, eran bellas en esa sensación de lo prolífero. Simonetta sin su bondad no habría sido tan bella. Cleopatra, desde los cánones nuestros, era muy fea con una nariz grande y una cara rara, pero tenía una intelectualidad cautivante y una libertad abrumadora. Puedes encontrar a alguien que cumpla con tus cánones de belleza, pero que termina afeándose por su falta de calidad humana y por no transmitir nada. El atractivo está para multiplicar la vida.
Es una pregunta espectacular. Se puede ser muy rico y muy pobre e infeliz como dice una canción de Joaquín Sabina. Hay riquezas materiales que se pueden obtener con las habilidades que brinda cualquier época para prosperar, pero hay una riqueza espiritual basada en la experiencia de la vida que se vincula con el cómo sientes la existencia. Debería haber más Medici porque ellos promovieron el conocimiento y el arte. Lorenzo el Magnífico, el dueño de Florencia, era un intelectual admirable como fue despiadado como jefe de ese clan tan poderoso. En los Medici está el germen de la meritocracia, al no provenir de una familia noble, se hicieron desde abajo y lograron el poder sin ser de familias patricias.
El apetito de belleza del que hablaba Lorenzo de Medici está a un paso de la trascendencia y de la sensación del sentimiento de felicidad. Es un poder y una virtud, un defecto o una limitación. Es llegar a esa capacidad y a esa sensibilidad que te haga feliz. Hoy, donde todo depende de cada uno, la belleza es un camino que cada uno decide y se presenta en cada persona como si fuera la voluntad que planteaba Schopenhauer.
Quizás el Renacimiento tiene nombres más populares como Leonardo da Vinci y Miguel Ángel. A Botecelli lo redescubren los críticos de arte ingleses a principios del siglo XX. Es uno de los pintores que mejor se comunica con nuestro tiempo. Botticelli escapa a las ideas del estudio demasiado detallado de la anatomía y se abstrae. Sus dibujos son más etéreos que musculares. Tiene una característica sublime y eso lo hace un anticipado con la Modernidad.
Era su manera de liberar mensajes ocultos que le hubieran sido prohibidos de otra forma y que solo sus destinatarios conocían y comprendían. Leonardo es otro maestro de la alegoría. A veces me concentro en las miradas de los personajes de ambos. Allí hay algebra.
Tienes toda la razón. A veces siento que el cuadro El nacimiento de Venus es el renacimiento de Venus, ya que repite el mito 700 años después y lo rescata. Es un juego de espejos. Esos secretos, aunque no los podamos desvelar, ejercen un efecto como si fueran una vibración.
La línea que hay entre las tres obras es un trazado exacto para entender el alcance del Renacimiento. El David de Donatello parece que se ríe y es celebratorio, pasamos a la pureza de Simonetta y luego nos vamos al héroe sencillo y noble del David de Miguel Ángel. A los tres los sientes vivos. Es el abrazo de lo bello con lo virtuoso en tres obras desnudas, pero no exiliadas del paraíso, están desnudas en el paraíso. Esa es la vuelta del Renacimiento: el ser humano retorna al paraíso.