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- 23/03/2024 00:00
- 22/03/2024 19:08
Una de las formas de reconocer la dependencia hacia la política como a la diversión, es ver cómo un proceso tan usual como el periodo de elecciones generales tiene un gran impacto negativo sobre ciertas actividades de la economía, gracias a un fantasma que pulula sobre el tiempo oficial de campaña, y es precisamente la práctica injusta y sin asidero en la cual una gran cantidad de empresas deciden detener, congelar y coartar la inversión en gastos, con la patética excusa de no saber lo que puede suceder en el periodo de elecciones, creyendo imaginariamente que habrá un caos económico que contraerá la economía.
Desde las elecciones en las que ganó el expresidente Ernesto Pérez Balladares había una gran preocupación de los sectores empresariales acerca de lo que pudiese suceder en el país durante el proceso electivo, casi como un caos social violento que pudiese afectar la economía, y por lo cual muchas empresas decidieron congelar las inversiones como estrategia para no afectarse económicamente, sin pensar en ese otro gran número de empresas e individuos que dependían de esa inversión regular de la actividad económica por servicios o bienes. Al final nunca sucedió nada de lo que habían previsto.
Desde entonces surgió ese fantasma que ha seguido obstruyendo el razonamiento lógico y cognitivo de algunos empresarios, ante el miedo y la desesperanza por lo que supuestamente pudiera traer un proceso de elecciones, sabiendo incluso que jamás ha sucedido nada malo durante el momento electoral, y que la mayor preocupación se puede dar solo cuando los gobiernos empiezan a desarrollar sus planes estratégicos.
Como si fuera poco, la época electoral se unió a las fechas de ocio, diversión e inactividad económica –carnavales, Semana Santa y las maratónicas fiestas de noviembre–, donde también se ve el estancamiento estratégico de congelar la inversión previa y posterior a cada fecha, sin olvidar que en diciembre como en estas otras fechas de ocio, las empresas no quieren hablar de inversión, sino de venta y actividades internas. Mientras tanto, tenemos cada cinco años una razón más para desafiar la economía.
Es parte de la tarea de los gremios de comercio alentar a sus miembros a no coartar el normal desenvolvimiento de los negocios ni la inversión en momentos de política, porque no va a suceder nada de lo que temen. Ya se han tenido suficientes agravios y problemas en las finanzas personales y de negocios, como para seguir afectándolas más por el fantasma de las secuelas políticas.
Esta situación debería evitarse reglamentándose igual que otras actividades que provoquen el normal desenvolvimiento de la economía, como las manifestaciones, tranques, huelgas y periodos de elección, cuando afecten de alguna forma el normal funcionamiento de otras empresas que dependen diariamente del movimiento económico.
Nuestra ley define la forma en que estas actividades tienen que ser realizadas para proteger a la población económicamente activa sin afectar a ningún participante de ella, sin embargo, lo que no está reglamentado es la decisión empresarial de congelar la inversión por causa de un inofensivo proceso normal de elecciones generales que nunca ha provocado desestabilidad económica.
La economía no es un juguete táctico de nadie, porque la economía más que una ciencia, es la oportunidad que todos tienen para estar activos financieramente y hacer producir al país, y es por esto que es un deber inalienable de todos y para todos.
Se espera desde ya que la razón y la empatía de algunos empresarios, supere la ficción y no tomen como estrategia fracturar las oportunidades de negocio a otros sujetos de la economía. Apéguense al estudio científico y comparativo del mercado, con sus reales causas y efectos.