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- 22/10/2024 00:00
- 21/10/2024 17:25
Thatiana Pretelt, ‘La espía de historias’, ofrece a través de cápsulas en las redes sociales contenido relacionado con los hechos históricos que han forjado nuestro país. Pero, más allá de fechas, hechos y figuras frías, quiere mostrar el alma del pasado, parte de la vida cotidiana y reflejar algunos personajes que han sido ignorados en nuestra historiografía.
Con un lienzo un poco más amplio, decidió lanzarse a escribir ficción histórica. La piedra de la isla, en su primera y segunda parte, fue el inicio de la aventura que continúa con Las mujeres que bordaron su libertad, presentado el fin de semana pasado y que, muy a la manera de la espía de historias, muestra de forma curiosa elementos de nuestro devenir que no aparecen en los textos escolares.
La investigación que sustenta esta novela empezó a desarrollarla ya hace cinco años. Y es que, a pesar de que se trata de una obra de ficción, está situada en un momento muy específico de la historia nacional y está entrelazada con hechos que ocurrieron entonces.
El domingo se ofreció un conversatorio en El Hombre de la Mancha de Albrook, moderado por María del Carmen Deola, en el cual Thatiana Pretelt conversó con Jania Moscoso y Miroslava Herrera.
Para la autora se trata de “un proyecto muy místico, y me relaciono con personas muy místicas porque le ponen sazón a la historia. Porque la historia no es tan plana como nosotros la aprendemos”, dice. Faltan muchos detalles de la vida diaria en estos registros, pero afortunadamente esto está cambiando.
Revisando un libro del historiador Mario Molina -La tragedia del color en el Panamá colonial- una obra que trata sobre la sociedad esclavista que funcionó en Panamá desde 1501 a 1821, se encontró con un hecho muy poco conocido, y es que desde fechas anteriores al ataque del pirata Morgan, había registros de mujeres esclavizadas que bordaban polleras. El arte del bordado era enseñado por sus amas y esas polleras, que eran muy valiosas, formaban parte de la dote de las mujeres casaderas de buena familia. Incluso, la bordadora se convertía en un elemento valioso de esa dote. ¿Por qué de esto no se habla? se preguntó Pretelt a sí misma.
Una visión de una mujer africana al borde de su cama la llevó a decidirse a contar su historia. Luego de este suceso, la autora arrancó su investigación pensando en un personaje del que ya había leído: Damiana Pérez, una mujer esclavizada, nacida en 1722, que cosía polleras criollas y se convirtió en la primera esclava en protagonizar un pleito con su ama en el barrio de San Felipe; es considerada la primera esclava en rebelarse contra el sistema esclavista.
De allí surge el nombre de la protagonista principal, Damiana, quien con otras dos mujeres esclavizadas trazan un plan para vender sus bordados a contrabandistas y con ello lograr su libertad. Se hace la acotación de que las creaciones hechas por estas mujeres eran propiedad de sus amas, por lo que debían confeccionarse en secreto.
Jania Moscoso, parte de la junta directiva de Enamoradas de la pollera, agrupación conformada por entusiastas de nuestra indumentaria típica que promueven actividades para su uso, asegura que “la primera vez que la leí quedé asombrada, maravillada, enamorada de la historia que Thatiana nos cuenta dentro de un marco histórico real con algunos personajes reales y otros creados, donde vamos a ver misterio, crimen, amor, hermandad... tantos sentimientos que vivimos nosotros en el día a día”, así como sensaciones. “Esta novela nos hace recordar olores de nuestra infancia, sabores, nos hace recordar los cuentos de la abuela, nos hace recordar nuestro interior”, dice Jania.
Por su parte, Miroslava Herrera, comunicadora, artista, estudiosa del tambor y quien busca la reivindicación histórica de los grupos afrodescendientes, afirma que la historia le llega de manera muy personal. “Mi bisabuela materna, según las pocas historias que guarda mi familia, era aguatera a principios del siglo en el área de Calidonia, y hay tanto vacío en esa información... yo no sé nada de ella. Solo sé que venía del interior, que fue a la ciudad y que trabajaba como aguatera, por lo que entiendo, era una mujer libre. Y cada vez que empezaba a leer me imaginaba a Isabel caminando por esas calles, yendo al manantial a lavar, a criar a sus hijos, y recordar estar en el Casco Viejo de la fiesta de bar, uno muy diferente a aquel, con personas esclavizadas, con caballos en esas calles estrechas, donde había todo un intercambio basado en las injusticias... cada rato tenía que parar porque sentía que había algo de mi historia personal que estaba ahí tratando de alcanzar”, reconoce. También hace que aflore la vida de su abuela, una costurera que con su máquina sacó adelante a sus hermanos para que pudiesen estudiar. “Cosiendo ella podía garantizarle la libertad futura a una generación que vino mucho tiempo después de esta historia, pero se refleja una realidad no muy diferente a la de aquel momento”.
Herrera señala que solo llenando estos vacíos es que el panameño puede explicarse cómo es y por qué es como es. “Hay un trauma generacional que está ahí muy abajo de eso que parece muy simple. Un elemento que está ahí, esperando sanación”, expresa. Y anima al público a darse cuenta de que por esas calles en las que ahora salimos de fiesta, por allí caminaron nuestros antepasados esclavizados y criollos”.
Pretelt cuenta algunos detalles sobre la vida en San Felipe del siglo XVIII, en una ciudad sin agua, con personas esclavizadas y en las que hubo múltiples incendios, lo que llevó a los ciudadanos a financiar las reparaciones requeridas.
Se generan entonces reglamentaciones que prohibían a los esclavos libertos a tener negocios. ¿Cómo bordar de forma clandestina para que tus amos no te arrebaten tu trabajo?
“Todas estas cosas que llevamos en nuestro ADN, tenemos que estar un poco más conscientes de ellas, despertar a la historia, y estoy segura de que eso nos va a ayudar también a aceptarnos, a no ser tan duros con nosotros mismos al entender de dónde venimos [...] es ponerse en los pies de los personajes que son 90 % reales, porque que no hay mucha historia de Damiana, pero ella vivía en un momento importante en el que estaban ocurriendo muchísimas cosas. De todo esto tenemos que aprender y entender con cariño”, dice la autora.
Es importante recordar que los hombres y mujeres de África no llegaron al continente por decisión propia. Eran despojados de todo y guardaban anhelos de libertad. Pero, para lograrla, debían ser muy ágiles y para establecer códigos con los cuales comunicarse y no ser descubiertos. Asimismo, buscaban a través de algunas actividades un momento de escape del agobio diario. Entre ellas la música, los bailes, el bordado.
“La esclavitud no es natural; el hombre no nace esclavo, nace libre, entonces desde el mismo momento en que estas personas eran apresadas, ellas querían liberarse. Y si bien la esclavitud no es natural, la esclavización sí lo es. Es un proceso de la sociedad, no humano. Esto ha de presentarse así para tratar de ver las cosas con una distancia histórica fría y no pensar con dolor, sino tratar de ver objetivamente qué viene de allá, qué está todavía presente”, plantea Herrera.
Las mujeres que bordaron su libertad ofrece entonces, la oportunidad de conocer un Casco Viejo diferente; uno que parece muy lejano, pero que en algunos casos sus realidades se han perpetuado hasta el día de hoy.
“Tan esclavo era el negro traído de África como la blanca, esclava de la opresión de su esposo, esclava de sus sentimientos, esclava de la sociedad. Nos damos cuenta de que la esclavitud no era exclusiva, que en algún momento todos somos esclavos de algo. Todos queremos lograr nuestra felicidad y eso es lo que ellas anhelan al querer bordar estas polleras. ¿Por qué? Porque el secreto de la felicidad es nuestra libertad. Y la libertad la vamos a lograr tomando las acciones necesarias que nos lleven a ellas, por eso es de admirar cómo estas tres esclavas, estos tres personajes mujeres, trazan este plan para escaparse bordando sus polleras”, resalta Moscoso.
Y agrega, ¿por qué esto es importante? Porque todavía hoy la pollera le sigue dando libertad a la mujer panameña. La pollera sigue siendo sustento económico de muchos hogares, da libertad financiera que permite educar a sus familias y permite lograr esa felicidad que cada uno de nosotros quiere merece y busca”.