Ciclistas, atletas, patinadores y paseantes de la capital colombiana tienen una cita infaltable desde hace 50 años: la ciclovía de los domingos y festivos,...
- 22/03/2024 17:12
- 16/03/2024 20:00
Este libro, El Atlántico Panameño (2023), que es un conjunto de 12 ensayos reunidos a lo largo de 40 años de actividad académica, del sociólogo y profesor universitario, Carlos David Castro Gómez, es una invitación a entrar en el mundo del Atlántico (y global) panameño que, para muchos nacionales, es un mundo desconocido, como el mismo autor reconoce: “Desde la creación de la república en 1903, la vertiente atlántica no ha sido merecedora de una atención particularmente relevante, ni para la minúscula, pero la hegemónica élite política y económica del país, como tampoco para historiadores, filósofos, geógrafos, intelectuales, políticos o estudiosos de la realidad nacional, si la comparamos con la acuciosa y escrupulosa atención que se le ha prestado a la vertiente pacífica”.
Posiblemente, este desinterés, con respecto a la vertiente Atlántica, es resultado de nuestro propio “colonialismo interno”, dirigido a invisibilizar u obviar las preguntas incómodas, pero no se puede dejar de decir que, en los últimos años, se han producido trabajos, aparte de los trabajos tempranos que ha producido Omar Jaén Suárez (que cita el autor), donde el mundo del Atlántico panameño, ha estado en la mira por diferentes autores desde hace algunos años, como los de Eduardo Tejeira Davis (2011), Marixa Lasso (2019), Ariel Pérez Price (2021), Kaysha Corinealdi (2022), Patricia Zárate de Pérez (2023) y este servidor (2017), textos que, como el de Castro Gómez, trabajan el mundo del Atlántico panameño, desde el Caribe, hasta los Estados Unidos, pasando por Europa y Asia.
Y su libro abre con un ensayo donde analiza una especie de paradoja o enigma, es decir, cómo se puede comprender que la costa Atlántica panameña y, especialmente, la ciudad de Colón, a pesar de su importancia económica para el país, no ha logrado consolidarse como un foco de desarrollo.
Como buen sociólogo que es, el autor analiza varios factores que intervienen aquí, y el aparato explicativo lo organiza a través de un argumento central y “es que este control civil y militar (los enclaves del ferrocarril transístmico, la antigua Zona del Canal y la Zona Libre de Colón) sobre los principales recursos productivos del área transístmica ha impedido el establecimiento de condiciones necesarias para el desarrollo ampliado de estructuras de producción capitalista en la zona atlántica y es la principal causa del atraso crónico de esta parte del país a pesar de los espectaculares ciclos de bonanza y crecimiento económico que han caracteriza a la misma”.
Y contrario al panfletismo, que busca solo denunciar este problema y dar una solución mágica, dentro de un discurso estrafalario, nacido de las ideologías del progreso decimonónicas, el autor, en el fondo, está preocupado por una pregunta clásica de la sociología, una pregunta del siglo XIX, que alcanza hasta nuestros días: ¿qué impidió el desarrollo del capitalismo burgués, empresarial, en fin, el capitalismo clásico racional?
Y dentro del contexto y la historia colonense, nos ofrece el concepto de “economía pequeño mercantil” o economía “familiar” y de “bazar”, una economía llevada tanto por los colonenses, como por todos aquellos que, en aras de la movilización migratoria global, como los chinos, los pakistanies, los judíos, los sirios, los europeos etc., han respondido, de acuerdo al autor, de acuerdo a las necesidades e intereses del mercado externo por estar insertos pasivamente en el mercado mundial.
Pero, cuidado, aquí tampoco es que el autor rechace la globalización, porque, entre una de las causales que menciona sobre el atraso de la región, es que las élites no han aprovechado mejor su posición dentro de este intercambio global.
Y mucho menos se trata de denunciar a los inmigrantes que, como el autor muestra, han enriquecido a la provincia de Colón con sus culturas y lenguas, dándole a la región del Atlántico, desde Bocas del Toro hasta el Darién, una extrema complejidad socio cultural y económica, pues, además, incluye la presencia afro caribeña, latina e indígena.
En efecto, hay que decir que el mismo autor es de la provincia de Colón. Entre sus páginas podemos notar la presencia de Armando Fortune. Para aquellos que somos de la costa del Pacífico, pero igualmente tocados por el impacto cultural, económico y político del Atlántico y, particularmente, por el eje transístmico y global que conecta a la ciudad de Panamá y Colón, este libro es un documento de primera mano para comprender, además, en el transcurso de los ensayos, los intrincados giros de los prejucios culturales, raciales y de clases.
Ya Franz Fanon dijo que una sociedad es racista o no lo es. Aquí no hay términos medios. Y, en el caso de Panamá, no hay que ir muy lejos para saber que el racismo está en el centro de nuestra identidad como cultura y nación, a pesar que, y precisamente por ello, aquí se ha hablado de mestizaje y vernacularmente de crisol de razas, solo explicable por la matriz racista de los discursos y de la sociedad.
Y, en este sentido, muchos de estos ensayos de Castro Gómez se insertan con estas problemáticas, e, incluso, con la panameñísima Reina negra, que había tenido el nombre de la señorita Soul. Este, un ensayo que cierra el libro y muestra la complejidad misma de hasta un certamen donde se cruzan la etnia, la nación, la diáspora y el género.
Este libro, entonces, es recomendable para todos aquellos que, dentro del paisaje superficial de la discursividad nacional, desean lograr una mirada más diferenciada y compleja de un país como Panamá, del Atlántico panameño, que también pertenece al laboratorio de la modernidad: El Caribe.