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- 20/02/2022 00:00
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La escritora viva más leída en español, Isabel Allende, chilena, que reside en los Estados Unidos, publicó el pasado 25 de enero, en inglés, español y otros idiomas, su más reciente novela titulada Violeta, con toda la maquinaria de mercadeo de la editorial Penguin Random House detrás. Coincide esta publicación con el aniversario No. 40 de su primer libro, La casa de los espíritus, que fue llevado al cine con un elenco de lujo, entre los que estuvieron Jeremy Irons, Meryl Streep, Winona Ryder y Glen Close.
Violeta, como casi todas sus novelas, tiene personajes femeninos de mucha fortaleza, como lo ha sido la misma escritora, y recoge un siglo de vida de quien narra, en una larga carta a su nieto Camilo, un monje jesuita, cómo fue su vida, con todos los tropiezos económicos iniciales de la familia, sus amores y desamores, sus tragedias familiares y el apego a la vida con alegría que siempre nos transmite en sus historias. Por ejemplo, describe que cuando nació su hija “había aterrizado de cabeza a la vida”.
Empieza en la pandemia que se conoció como “gripe española” y termina durante la actual crisis sanitaria que vive el mundo. El escenario, aunque sin decirlo, es sin dudas Chile, va enhebrando todas las etapas de la vida de esta mujer que salió adelante a pesar de todas las adversidades y que amó, se dejó llevar por la pasión ciega de un abusador, y que protegió a su familia por encima de todo y contra todos.
Los que sabemos algo (o mucho) de la vida de Isabel Allende, vemos en su narrativa mucho de las cartas diarias que se intercambiaba con su madre, Panchita, que murió en 2018 a los 103 años, al igual que las tragedias familiares que afrontó cuando estaba casada con William Gordon, el abogado de Sausalito con el que se estableció en ese idílico lugar de California, donde una vez la visité con mi hija. Como es usual, es un deleite leerla por la fluidez y recursos que utiliza para contarnos historias que nos amarran al libro hasta que lo terminemos.
Nacida en Perú, por el trabajo diplomático de su padre, Tomás Allende, primo hermano del expresidente Salvador Allende, volvió a Chile cuando sus padres se divorciaron. Doña Panchita se casó con otro diplomático, Ramón Huidobro, y los hermanos Allende tuvieron la oportunidad de vivir en Bolivia y Líbano, donde fueron destinados al servicio exterior.
Después de su divorcio de Willie Gordon, y durante el lanzamiento de su libro Largo pétalo de mar, conoció a un abogado neoyorquino de ascendencia polaca, Roger Cukras, que se flechó al escucharla hablar y se casaron en 2019.
Violeta tiene mucho de su historia personal, tanto por los escenarios que plantea como por los vericuetos al que se ve enfrentada una mujer joven, guapa, e ingeniosa, que se casa sin amor por primera vez, y luego se junta con un Don Juan que le arrebata el alma de pasión. Lo deja todo por él y tienen dos hijos, pero el tal Julián no es ni siquiera un padre responsable, sino ausente, con una vida profesional oscura, y durante el siglo en que se desarrolla la historia, acontece no solo el triunfo de Fidel Castro sino el asesinato de Salvador Allende y el consecuente golpe de estado de Pinochet, los muertos y desaparecidos que arrojó esa brutal dictadura, y otros eventos mundiales que cambiaron el mundo, la infame Operación Cóndor y demás detalles escabrosos de esos oscuros días de Chile. Los “vuelos de la muerte” donde fueron a parar muchos de los opositores al régimen pinochetista y la vinculación del marido con la mafia, mediante aviones acuáticos por los que “desfilaban tipos con anillos ostentosos y cigarros, que hablaban inglés con acento italiano, acompañados por guardaespaldas patibularios, grotescas caricaturas de mafiosos”.
La protagonista siempre regresa a su lugar de origen, donde tiene a su hermano y un enjambre de primas y asistentes, algunos inolvidables como el que logra sacar a su hijo de Chile, que llevan adelante la casa y los negocios. Un tema que me resulta interesante es el de introducir las relaciones homosexuales de dos mujeres, una que era su institutriz inglesa, (que aporreaba el piano con más entusiasmo que talento) sin entrar en detalles que puedan ofender a los lectores. Siempre está presente la solidaridad y el desdoblamiento que ella, Violeta, tiene por sus seres queridos, donde no existen fronteras para ir a rescatar a los que estén en problemas, como es el caso de su hija, la madre del nieto a quien le escribe la larga carta. Desgarrador resulta el relato del encuentro de la fosa común donde murieron cientos de opositores a Pinochet y a la que ella acudió en busca de los restos de su fiel empleado.
Reclama la inspiración de su madre en la trama de la novela, y en entrevistas que ha ofrecido ha resaltado el hecho de que su progenitora nunca fue una mujer independiente económicamente, pero a Violeta la personifica como bella, irónica, interesante, atrevida, y con una gran visión, cualidades que sí tenía Doña Panchita. De su propia vida hay muchas cosas que la identifican y de su hija Paula, que murió de una enfermedad llamada porfiria, solamente la referencia de la hija de Violeta, que muere en circunstancias diferentes.
Demuestra una vez más que el amor, así como la ambición, la codicia, mueven al mundo. Lo más importante para la autora, es realzar las relaciones humanas. La empezó a escribir Violeta el 8 enero del 2020, (siempre empieza sus historias en esa fecha) justo antes de la pandemia, y eso le ofreció la oportunidad de enmarcarla entre la gripe española y la COVID.
Con casi 80 años, dice que sigue siendo apasionada e impulsiva, y en Violeta se muestra lo que espera la sociedad, de casarse “bien” y después caer en una pasión casi destructiva que, sabiendo que no era saludable, seguía manteniendo. En el otoño de su vida, en medio de una tragedia familiar, se enamora de un estadounidense del que no sabe nada, pero a quien ve de vez en cuando y que asume la paternidad de su nieto al morir su hija. Sigue en esa relación eventual con la misma pasión en cada ocasión. Después, en la búsqueda de su hijo, que se escapa de Chile cuando la represión militar, se empata con un diplomático noruego que la ayuda a encontrarlo y con quien crea un cordón empático con el que establece una relación.
Esta novela, un género epistolar de gran profundidad, rescata la manera de escribir como antes lo hacíamos, usando el lenguaje de una manera muy hermosa. Es un gozo leerla, como casi todas sus historias e Isabel Allende reivindica el ser la escritora vida en español más leída en el mundo, le guste o no a quien todavía la desprecian como una “escribidora”. Se le enmarca en el “post boom” o la novísima literatura.
Con más de treinta novelas escritas, unas cuantas obras de teatro, es periodista de vocación. Se casó en Chile con su primer marido y, a raíz del golpe militar, se exiliaron en Venezuela, donde ella trabajó en El Nacional hasta que publicó La casa de los espíritus, en 1982 basada en una carta que le escribía a su abuelo, de 99 años. Se vendieron 51 millones de copias y se tradujo a 27 idiomas. Fue un fenómeno editorial, a la que siguió dos años después De amor y de sombra.
Se divorció en 1988 y ese mismo año se casó con William Gordon, y esa unión duró 27 años, divorciándose en 2015, cuatro años antes de la muerte del abogado californiano con quien intentó escribir una novela policíaca. Ganadora de muchísimos premios internacionales, vive una vida muy tranquila ahora que se ha vuelto a casar, en una casa con apenas una habitación pues al divorciarse de Willie pensó que viviría sola por el resto de su vida.
Con la genealogía de su parte, teniendo abuelos y padres tan longevos, espero que la vida le sea pródiga con la memoria y nos siga entregando, puntualmente, historias que nos conmueven y nos emocionan.