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Viejas y nuevas miradas sobre el 3 de noviembre de 1903
- 25/03/2022 00:00
- 25/03/2022 00:00
Cada año, conmemoramos patrióticamente en Panamá el 3 de noviembre de 1903, como fecha oficial de nuestra separación de Colombia y el nacimiento de la República de Panamá, reactivando viejos y nuevos debates que se enfocan sobre los eventos y los próceres, en las causas y las consecuencias de tan importante acontecimiento nacional.
En esta oportunidad intentaré hacer un bosquejo de los debates, significados, legado y desafíos que la separación de Colombia ha sembrado en el imaginario colectivo de los panameños, condicionando nuestras relaciones internacionales y organización interna de nuestra sociedad, y que siguen latentes desde entonces, generando y moldeando nuestra identidad nacional en un proceso complejo, dinámico, contradictorio e inacabado.
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española y fundamentada por los aportes de las distintas Academias de Historia tanto de España como de América Latina, se define como independencia a la ruptura y desprendimiento entre un imperio y sus colonias (casi siempre esta ruptura es precedida por protestas populares, levantamientos o luchas armadas multitudinarias, pero no siempre). En el caso de Panamá, se independiza de España el 28 de noviembre de 1821, como colonia conquistada por el imperio español, de una manera espontánea y pacífica durante la celebración de un cabildo abierto y después que la gesta revolucionaria hispanoamericana la antecediera, y a la que contribuyó Panamá con un pequeño batallón de jóvenes soldados en que destacan Tomás Herrera y José Domingo Espinar, entre otros, en Junín y Ayacucho.
Una separación, por otra parte, se refiere a la ruptura, división o desmembramiento de uno o varios territorios dentro de un Estado moderno, sean estos departamentos, estados federales, provincias, comarcas, etc. En rigor conceptual, el 3 de noviembre es una separación y no una independencia porque jamás fue Colombia un imperio ni Panamá su colonia.
Las discusiones que sustentan que la verdadera independencia panameña ocurre el 3 de noviembre argumentado que es en 1903 cuando nace la República de Panamá y no el 28 de noviembre de 1821 porque nos unimos a Colombia, resultan confusas cuando tomamos la soberanía del Estado como criterio. Porque todos sabemos que, a pesar de surgir la República de Panamá como Estado independiente en 1903, tanto las condiciones jurídicas de la nueva República, desde su inicio, le conferían una naturaleza de protectorado estadounidense y en la práctica se creó el enclave colonial de la Zona del Canal. De manera que este argumento, que intenta desvalorizar al 28 de noviembre y su independencia de España para imponer al 3 de noviembre como la verdadera independencia de Panamá, resulta contradictorio e injusto históricamente, y tiene el efecto de desplazar y hasta de borrar en nuestra memoria colectiva la identidad latinoamericana de Panamá y su pertenencia a las independencias hispanoamericanas.
Este debate tiene como su columna vertebral un juicio de valor, y adopta un enfoque histórico desde las clases sociales, señalando los intereses de clase de los comerciantes capitalinos, y cuestionando la moralidad y honradez de los próceres de 1903. El mayor valor historiográfico de este discurso es su espíritu crítico y deconstructivo de la dorada y elitista narrativa oficial sobre el 3 de noviembre de 1903. Esta narrativa se contrapone a aquella, denunciando sobornos, los intereses y vínculos de los próceres tanto de parentesco entre sí, como con los negocios del ferrocarril transístmico, las acciones en la Bolsa de Valores de Nueva York, entre otros.
Si bien que defiendo la deconstrucción de las narrativas oficiales únicas, también es cierto que la crítica a la leyenda dorada del 3 de noviembre de 1903 genera su propia leyenda, mal llamada leyenda negra, la cual no suele realizar autocríticas ni aplicar igual rigor ni juicio moral a los propios revolucionarios afines con sus ideologías.
Según el análisis de la separación de Panamá en 1903, me resultó especialmente esclarecedora la tesis del Dr. Mario Galindo Heurtematte cuando dice que, lo más significativo históricamente sobre el 3 de noviembre de 1903, por encima de los intereses personales o la condición moral de las conductas de sus actores, es si adoptaron decisiones que beneficiaron a Panamá. Y para llegar a una conclusión hace el Dr. Galindo el siguiente balance: el 3 de noviembre de 1903, Panamá logró sus dos objetivos más importantes, a saber, separarse de Colombia y construir el Canal de Panamá. Y todo esto sin derramamiento de sangre.
Sería después que estos logros inmensos se verían empañados por el colonialismo estadounidense, con su segregación racial, sus ocupaciones e invasiones múltiples a nuestro territorio.
Aquí cabe recordar la sentencia de mi abuelo Belisario cuando dijo que Panamá había construido “la República al servicio del Canal” (y que Harmodio Arias ripostó diciendo que fue a la inversa: “el Canal al servicio de la República”). Mientras Belisario Porras expresaba una denuncia cruda de la real politik o realismo político, Arias expresaba una meta nacional por alcanzar y que recién iniciamos hace 18 años.
Aunque inversos, ambos lemas aportan al análisis del 3 de noviembre la propuesta de que el nacimiento de la República y la construcción del Canal están históricamente entrelazados a tal punto, que constituyen una unidad analítica indivisible. No podemos entender el nacimiento de la República de Panamá sin la construcción del Canal, como tampoco podemos entender la construcción del Canal sin el nacimiento de la República de Panamá.
En esta línea de pensamiento, comparto con la historiadora colombiana Diana Uribe su tesis de que la construcción del Canal de Panamá por los estadounidenses señala claramente como perdedores a Nicaragua (porque pierde el proyecto del Canal interoceánico) y a Colombia (porque pierde a Panamá y al Canal). Como vencedores, por otra parte, destaca a Estados Unidos de América (que logra todos los derechos para la construcción del Canal de Panamá con un tratado leonino a su favor) y a Panamá (quien, a pesar del tratado leonino, logra crear su República y construir el Canal).
En retrospectiva podemos hacer una especie de inventario sobre el legado del 3 de noviembre a la nación panameña actual, identificando entre los más importantes logros, los siguientes:
El nacimiento de la República de Panamá (si bien en términos de protectorado como paradoja).
La construcción del Canal de Panamá por Estados Unidos de América (con enclave colonial en la Zona del Canal y bases militares).
Se empodera el transitismo como economía hegemónica, narrativa histórica y como proyecto nacional (en detrimento del Panamá agrario y del Panamá indígena).
Nuestra identidad de panameños se separa y desvincula crecientemente de la identidad latinoamericana, para crear una idea ficticia de ser el “centro del mundo” y un país con relaciones bilaterales especiales y privilegiadas con Estados Unidos de América.
La narrativa transitista de la historia oficial permite que el 3 de noviembre desplace al 28 de noviembre de nuestra independencia de España, imponiéndose como fecha principal de la nacionalidad y por tanto debilitando y desplazando nuestro sentido de pertenencia con la historia latinoamericana.
Entre los desafíos del Panamá de hoy, y con la mirada puesta en el 3 de noviembre, podemos destacar los siguientes retos:
Valorar y perfeccionar la República de 1903, con el fortalecimiento de nuestras instituciones democráticas, con la erradicación de la impunidad, protectora de la corrupción, que se perfila como una de las mayores amenazas a nuestra democracia, y con leyes que conduzcan a mayor igualdad en los derechos humanos y en el acceso a las oportunidades.
Fortalecer nuestra independencia, extendiendo la neutralidad del Estado panameño más allá de la neutralidad del Canal. Panamá no tiene fortaleza militar propia ni intenciones imperialistas, por lo que puede ser fácilmente presionada por Estados Unidos u otra potencia para involucrarse a favor de causas bélicas ajenas a los intereses y seguridad de Panamá, exponiendo su vulnerabilidad frente a los peligrosos enemigos de estas grandes naciones.
Reformular el transitismo hacia un proyecto nacional sostenible, equitativo e incluyente o reemplazarlo por otro modelo que logre estos objetivos.
Fortalecer el patriotismo de nuestra juventud, con una conciencia nacional vinculada y solidaria con la identidad e historia latinoamericanas, que facilite la concreción de alianzas regionales estratégicas necesarias para defender intereses comunes, como la profundización de nuestras democracias, la libertad y la soberanía de la región y de cada una de nuestras naciones.