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- 19/01/2020 00:00
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Confieso que soy una fiel seguidora de la política mexicana y sus entresijos, al igual de la relación que tienen los amos del poder con los medios de comunicación, que ha probado ser efectiva (depende del ojo con que se mire) para mantener lo que se conoce como “la dictadura perfecta”, razón por la cual el primer año del actual mandatario le ha sido tan difícil. Por eso me ha gustado tanto el libro El vendedor de silencio, de Enrique Serna, que trata de la vida del reportero Carlos Denegri, a quien se le llamó “El Rey Midas del cuarto poder” y en palabras del recordado periodista Julio Scherer García, era “el mejor y el más vil de los reporteros”. Impoluto e incorruptible, Scherer García era apodado “El mirlo blanco”.
Es la vida novelada de este personaje que vivió durante la mitad del siglo XX (1910-1970), que se le dice era más peligroso que el arsénico y que en algún momento estuvo intoxicado de poder, por el acceso que tenía a los presidentes y los secretarios de Estado, desde 1940 hasta su muerte. Por sus manos pasaron los sexenios de Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán Valdés, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y un refilón de Luis Echeverría Álvarez.
Si bien se concentra en la vida licenciosa, exagerada, depravada que llevaba el reportero (que quiso ser poeta de joven), muestra algunos de los acontecimientos que remecieron ese país durante su vida, y las circunstancias por las que atravesó el gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y sus más conspicuos miembros. No escapa la forma en que arengó contra los que protestaron en 1968 en la Plaza de Tlatelolco y enardecía a sus seguidores con sus consignas.
Carlos Denegri era de origen argentino, pero su familia se radicó en México desde que era muy pequeño. Su madre era una hermosa dama que se había casado en segundas nupcias con el padrastro de Carlos, Ramón Denegri, quien ostentó cargos diplomáticos e influyó grandemente en el despierto muchacho, que llegó a hablar varios idiomas y tuvo un roce provechoso en los países en los que vivió.
Llegó un momento en que Carlos Denegri era el líder de opinión más influyente de México, era el reportero estrella del diario Excélsior y gozaba de una red de contactos internacionales que todos sus colegas envidiaban. Lo más valioso que tenía el sujeto era el valor de su silencio, pues tenía un minucioso archivo de cada uno de los políticos, y sobresalió por encima de todos por su falta absoluta de escrúpulos. En permanente rivalidad y pugna con Julio Scherer García y Jacobo Zabludovsky (aunque éste último no era tan impoluto, pero envidiaba a Denegri), era también un tipo bien plantado, exitoso con las damas y con gustos exquisitos y extravagantes. El ascenso de Scherer García en el Excélsior representó la caída de Denegri en el mismo diario. Se inventó una sección de sociales, pues los ricos mexicanos querían mostrar sus mansiones, sus fiestas, viajes y vestidos y pagaban por ello.
El archivo en mención lo llamaba “Fichero Político”, cobraba por todas las menciones que se dieran en su columna o su programa de televisión y difamaba con absoluta impunidad. Para el escritor Carlos Monsiváis, si alguien caía en desgracia en esas columnas, les significaba “una temporada en el infierno”. Acumuló una riqueza a base de extorsión, más por callar que por decir lo que sabía de sus clientes.
Era además un alcohólico consumado y el trago hacía estragos en su conducta pública y, sobre todo, privada, en su hogar, con sus mujeres (se casó varias veces). Se le conocía como un misógino consumado, trataba a sus mujeres casi como a sus víctimas en el periodismo, sin clemencia ni misericordia. El autor hace un excelente perfil del personaje, rebuscando en sus raíces familiares y la patología íntima y social que demostró. Con esto no quiero señalar que todos los mexicanos son machistas, pero representaba al mero macho que tanto se ha divulgado en las películas y series.
Siendo una novela, está muy bien investigada porque todos los hechos ocurrieron, aunque los nombres han sido cambiados (no los de los políticos, sino de los cercanos a Denegri y las personas con las que se relacionó) y seguramente la ficción la introdujo en la parafernalia con la que vivió, los detalles de sus borracheras épicas o las suntuosas casas en las que habitó, los ranchos en donde pasaba los fines de semana o los restaurantes que frecuentaba. En la postdata afirma que, por caminos divergentes, la historia y la novela histórica se complementan en la tarea de mostrar los diferentes ángulos de una sola verdad poliédrica. La historia dice “así fue”, la novela histórica dice “así pudo ser”.
Hay poca información disponible sobre Carlos Denegri, por lo que lo referente a su vida personal y conyugal, en la que humilló y torturó a sus mujeres aduciendo amarlas tuvo que ser novelado en base a conjeturas y al estudio minucioso sobre un alma que estaba intoxicada de prepotencia y misoginia. El autor tuvo el privilegio de contar con el testimonio de una de las hijas del individuo, así como el de Jacobo Zabludovsky, pero no logró lo mismo con Julio Scherer, que se refiere al vil reportero en varios de sus libros que consulté, por su prematura muerte. Los libros que publicó el reportero también le sirvieron de referencia, pues fue testigo de excepción de la II Guerra Mundial, de la Guerra Civil Española, así como el expediente de su padrastro, donde encontró denuncias de las tropelías cometidas por el hijastro del entonces embajador.
El autor de El vendedor de silencio tiene varios libros publicados en el género novela, así como cuentos que figuran en antologías de narrativa mexicana breve publicadas dentro y fuera del país y ha sido premiado en varias ocasiones. En 2003 Gabriel García Márquez lo incluyó en una antología de sus cuentistas mexicanos preferidos publicada en la revista Cambio. También es ensayista, y en ese género ha publicado tres libros combativos y provocativos que dialogan con su obra narrativa o la complementan en el terreno de las ideas. Maneja el arte de la sorpresa, una ferocidad no exenta de gracia y un sentido del sarcasmo que no cae en la caricatura.
Su narrativa es sutil, envolvente y persuasiva, maneja varios tiempos y varias instancias para llegar a destaparlas en lo que uno menos espera. Ha sido una grata sorpresa el enganchar desde la primera página con esta novela trepidante y llena de detalles que denotan una investigación profunda tanto del tiempo en que está narrada como en los ambientes en que se desarrolla.
Serna ha escrito mucho acerca de personajes de la vida política, intelectual y de la farándula mexicana. Tiene el tino para describir sucesos que ocurrieron en México en épocas que se remontan al siglo XIX, al siglo XX y hasta nuestros días.