“No dejo de oír a la gente pidiendo auxilio, su hilo de voz perdiéndose en la oscuridad y la silueta de un hombre en el techo de su coche alumbrada por...
El tambor y la poesía, 'El tambor de la Alegría'
- 05/11/2023 00:00
- 05/11/2023 00:00
Panameño, panameño, panameño vida mía”, no hay un panameño que no conozca cómo cierra el verso del tambor escrito por Juan Pastor Paredes, con música de la martiniqueña Carmen Lagnon. Es por muchos conocido que este tambor nació como un 'jingle' cuya finalidad era promover las noches de baile en uno de los más famosos toldos de la ciudad, propiedad de Lagnon, quien vendía comidas y, para las noches de carnaval, ofrecía bailes en su local, llamado así “El tambor de la alegría”.
En estos bailes, a los que se accedía por invitación, los caballeros pagaban la entrada. Las damas eran parte del atractivo de la noche. Se dice, eran muy alegres. Y el jingle, muy efectivo.
En 1918, dos años luego de la apertura del toldo, la pieza, un poco diferente al estilo de los tambores norte y corrido, de la región de Azuero, de acuerdo con un escrito de Juan Antonio Aragón en Crítica Libre (1999), caló en la población urbana. La letra no es más que el ruego de una mujer a su pareja para que la lleve a bailar.
El tambor de la alegría tiene varios méritos: es la canción más cantada y reconocida como panameña. También ha sido el jingle más exitoso del país. A más de 100 años de haber sido creado, sigue siendo cantado y bailado. Trascendió por mucho el toldo en el viejo caserón en calle 12 Santa Ana.
El primer disco panameño, un tostón de 78RPM, para el sello RCA Víctor, grabado en 1925 tendría dos temas: 'El tambor de la Alegría y 'Bonito viento 'pa navegá', ambos, tamboritos. Desde entonces, la pieza ha sido grabada por numerosos artistas locales y extranjeros. La cantó Celia Cruz, Chayanne… son pocos los artistas que al llegar a suelo patrio no quieran, aunque sea a modo de improvisación, cantar el famoso tambor. En el año de su centenario, 2018 Bolívar Márquez Campodónico recordó la fecha en un artículo. Destacó que en ese momento “solo en youtube hay más de 50 versiones de la canción; en Spotify hay 17 versiones; en i-Tunes Store hay 10 versiones que se pueden comprar”.
La colaboración entre producciones folclóricas y producciones literarias no son algo nuevo. Han existido siempre. Una inspira a la otra y, con el paso del tiempo, se van creando interesantes variantes.
Ricardo Miró es archiconocido por su poema Patria. Pero otra de sus obras menciona justamente aquel tambor. En “Musa panameña”, el poeta presenta la escena de una pareja que, al caminar en la noche, escuchan a lo lejos una música que los invita; se trata de un tamborito.
¡Ilusión que el labio miente!…
¿Dónde estará ese tambor
donde no flote el dolor
sobre el cantar de la gente?…
¿Dónde, dónde, vida mía,
si son nuestros goces breves
cuan larga nuestra agonía?…
Y sobre las alas leves
de la brisa que venía,
la dulce voz repetía:
-Yo quiero que tú me lleves
al tambor de la Alegría.
“No tengo la fecha exacta en la que se escribió este poema. En un lugar encontré que es de 1910, pero no estoy segura y sigo buscando. Por eso la importancia de publicar los poemas con fecha”, dice la académica Margarita Vásquez Quirós.
La investigación está pendiente, pero este dato nos abre la puerta para considerar que “Musa panameña” fue la inspiración para bautizar aquel toldo de Calle 12 Santa Ana. “Si nosotros tomamos como cierta esa fecha de 1910, cabría perfectamente. El poema fue muy reconocido y a la gente le gustó mucho”, sugiere Vásquez Quirós.
Esta es una muestra de cómo lo literario nutre al folclor. Pero también sucede de manera inversa. El folclor puede nutrir la literatura.
En agosto de 1931, Panamá recibió la visita de la poetisa Gabriela Mistral, atendiendo invitación de su amiga Esther Neira de Calvo, en ese momento, directora de la escuela Normal de Institutoras.
En su corta estadía, la poetisa fue visitada por maestros, profesores y personalidades de la intelectualidad de la época. fue declarada Huésped de honor por el Concejo Municipal y fue la invitada de honor en una cena ofrecida por Octavio Méndez Pereira y su esposa. Al día siguiente visitó al Presidente de la República Ricardo J. Alfaro. Asistió a una conferencia dictada por Méndez Pereira y ella promovería también una conferencia. También tuvo tiempo de conocer algunos lugares en la ciudad, antes de partir a Costa Rica.
Las atenciones dispensadas por los panameños y la impresión que se llevaría de nuestro país la inspirarían para escribir el poema “Tamborito panameño”, que apareció con dedicatoria a Méndez Pereira en su tercer poemario, Tala, publicado en 1938 y considerado uno de sus trabajos más maduros y una de las obras más importantes de la poesía chilena e hispanoamericana.
“Tamborito panameño” es uno de los poemas que engloba la cuarta parte de la obra denominada 'América', según críticos, “una re-lectura del contienente americano desde su raigambre ancestral y su fecundidad tropical, desde su cultura e idiosincrasia auténtica”. Se les describe como “heroicos poemas indo-ameicanos y alabanzas al sol, la tierra y los recursos naturales de esta América”.
En la publicación, a manera de explicación, la autora establece que el tamborito es el nombre de un baile indígena, descripción en la que se queda un poco corta, pero a pesar de ello, describe en sus versos la energía del baile con una métrica exacta a la del tamborito.
Mar pirata, mar fenicio
nos robó a la paganía,
y nos roba al robador
el tambor de la alegría.
¡Vamos por ningún sendero,
que el sendero sobraría,
por el tumbo y el jadeo
del tambor de la alegría!
“Las coplas del tamborito son netamente poesía española: octosílabos que riman”, asegura Vásquez Quirós. Al ser nuestro idioma el español, los istmeños fueron copiando formas y estilos, pero “los poetas de esta tierra 'actualizaron' el soneto, la décima, el romance, y la copla, hasta hacerlos suyos, amén de otras formas estróficas y de versificación”, como Vásquez Quirós dejó plasmado en “Lecturas cruzadas de la literatura panameña”, publicado en la Revista Lotería 450-451 dedicada al Centenario de la república en 2003.
En cuanto al ritmo, es de origen africano. Los tambores, el pujador y el repicador siguen el patrón de instrumentos africanos mientras que la caja es una trasformación de la caja militar española.
“Así que tiene de español, —las coplas y las palmadas— y de africano el ritmo de los tambores. No tiene señales indígenas más que en algunos bailes veragüenses”.
Ese sonido rítmico del tambor, ese pum pum, es rescatado por la panameña Giovanna Benedetti, quien utiliza la figura para referirse a un sonido sordo un poco diferente: el ruido de las detonaciones de las bombas durante la invasión de Estados Unidos a Panamá en diciembre de 1989.
Panameño, panameña
¿dónde está la patria mía?
La turba embiste y rompe
Su inercia amontonada.
Y en el filo de sus marejadas
Ya no ofrece resistencia.
El poema se incluyó en la obra El tambor de la agonía y otros poemas, (1989-2014) y trae a través del juego de palabras una emoción completamente contraria a la de la alegría, aunque rime. El rumor que trae la brisa no es de un baile, es de la guerra.
'Yo quiero que tú me lleves al tambor de la alegría', un ruego. Una invitación a ser felices que viene desde los primeros años del siglo XX y se extiende hasta el día de hoy.
“Si lo vemos como lo ve Miró, como una voz que se escucha a lo lejos, y que le llega al alma a la persona... pasa que este tipo de producción literaria, lírica, es conmovedora. Conmueve y además está escrita con ritmo y eso hace que sea un tipo de poesía que permanece en la memoria”, analiza la académica.
El tamborito, en el campo, es un rumor que lleva la brisa, pero también es ese ritmo que contagia, que describe sin dificultad alguna, el temperamento del panameño. “Yo quiero que tú me lleves...” el jingle de aquel toldo es una invitación a ser felices a pesar de todo.