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- 23/08/2022 00:00
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Los hermanos Wilbur y Orville Wright habían establecido una fábrica de bicicletas en la ciudad de Dayton, Ohio. Allí, mientras trabajaban, su entusiasmo se centraba en la lectura de las destrezas de un alemán, Karl Wilhelm Otto Lilienthal, quien experimentaba replicar el vuelo de las aves en naves construidas por el hombre. Este alemán estudiaba sobre la fuerza del aire y fabricó alas con correas para poder dominar los intentos de ascender del suelo.
De este precursor europeo, los inventores de Dayton se interesaron en las experiencias con planeadores que se hacían andar de acuerdo a los movimientos del cuerpo del piloto y que se impulsaban, lanzándose desde una colina artificial que Lilienthal construyó cerca de Berlín y también desde otras elevaciones naturales. Tal técnica les llamó poderosamente la atención, sobre todo por el papel de los ciclistas en hacer andar el sistema de tales aparatos.
El concepto de los planeadores les hizo replicar modelos, según la teoría que analizaban y empezaron a probarlos hacia finales del siglo XIX tanto en Dayton, como en Carolina del Norte, donde los vientos eran más propicios por su constancia y uniformidad de dirección. Al inicio del siglo XX crearon una nave pesada y la bautizaron como Flyer, y en ella el piloto iba acostado sobre el ala inferior, desde donde accionaba la dirección de la ruta.
El prototipo que fabricaron era un biplano con ambas alas recubiertas de lonas blancas (muselina) y fuertes para soportar el viento. Estaba dotado de maniobrabilidad longitudinal y vertical. Los hermanos Wright diseñaron este modelo con una mejora importante en la forma de manipular respecto a los planeadores del alemán Lilienthal, pues aunque aquel ya permitía el control de la aeronave, en el innovador proyecto se realizaba principalmente mediante el desplazamiento del propio tripulante para cambiar el centro de gravedad.
Un ejemplar de este modelo se exhibe actualmente en el Museo de los Hermanos Wright, edificio y galería situado en el parque histórico Carillon, en la salida de la ciudad de Dayton, a un costado del río Miami.
Allí se han reconstruido diversos espacios que tienen que ver con la tarea que ellos cumplieron y el histórico vuelo que les hizo famosos, y que es expuesta de forma didáctica para documentar esta hazaña.
“Los hermanos Wright fueron hombres de excepcional talento, férrea determinación y gran curiosidad intelectual, cualidades que ellos atribuían a su educación”, diría David Mc Cullough, autor de la obra Los hermanos Wright y ganador dos veces del premio Pulitzer. “Trabajar duro era una convicción, y como mejor y más contentos se sentían era inclinados los dos sobre el mismo banco de trabajo, con los delantales del taller puestos protegiendo sus trajes y corbatas”, así los describía en su faena cotidiana.
Ambos hermanos estuvieron satisfechos con su aparato. Habían logrado construir un motor más liviano que el de los autos; conocían las capacidades del tiempo (viento, corrientes de aire, temperatura) y habían hecho varios ensayos. El 17 de octubre de 1903, Orville decidió subir al ala inferior de la máquina que había armado y emprendió un vuelo que duró unos segundos tan solo y recorrió escasos 36 metros, según los entendidos de la época.
“Para empezar, solo hubo un puñado de testigos en la remota barra de arena frente al Atlántico que sirvió de escenario al histórico suceso, que apenas mereció una breve reseña en páginas interiores de un diario de Dayton, Ohio, el pueblo natal de los pioneros de la aviación”, diría Roberto Aspiazú en El Universo.
El diseño del pájaro artificial de estos hermanos debía resolver varios problemas que enfrentaban los inventores, quienes en otros países intentaban consolidar la propuesta que Leonardo Da Vinci concibiera, de dominar el aire en forma voluntaria. Entre estas interrogantes estaba la autonomía de la nave en el aire, la direccionalidad, los giros y la manera de aterrizar sin que fuera un choque. Esto le había costado la vida a Lilienthal.
La observación de las aves, la experimentación con los barcos y otras prácticas les permitieron organizar el proceso de esta nueva experiencia en cada una de sus fases. Alabeo, cabeceo, guiñada, propulsión: nuevos conceptos sobre movimientos que ellos debieron resolver y relacionados con la innovadora aventura, que luego se convirtió en negocio, cuando estos hombres convertidos en aviadores, lograron inscribir su propuesta y sacar una patente.
Dos años después, el 5 de octubre de 1905 volvieron a ejecutar la experiencia, y en esta ocasión lograron avanzar 35 kilómetros, pues estuvieron en el aire 40 minutos, una nueva hazaña, que le dio una continuidad al vuelo inaugural del Wright Flyer I, que ha quedado como hito para la aviación internacional y que se realizó en el estado de Ohio.
Javier Yanes, en la revista digital bbvaopenmind, considera que Wilbur y Orville Wright lograron convertirse en “los inventores legítimos del avión: el control del movimiento en los tres ejes del espacio, un concepto que continúa vigente más de un siglo después”.
Con la finalidad de preservar su legado, Orville, quien sobrevivió hasta la ancianidad, se propuso construir un pequeño museo en el parque Carillon y dirigió todas las etapas y hasta el área donde debía de instalarse una de las naves que utilizaron para sus vuelos iniciales. Orville no pudo ver cristalizado su esfuerzo porque murió un año antes de la inauguración de este histórico local.
El Museo Carillón conserva escenarios emblemáticos de la ciudad de Dayton. La cantina, la escuela, una cabaña, una fábrica de productos variados, que reflejan la realidad de la ciudad al inicio del siglo XX y de antes. Todo ello está reconstruido en los terrenos del lugar. Algunos sitios son verdaderos y fueron trasladados allí para la conservación y también, la exhibición.
En un espacio cerrado se ha dedicado a reconstruir la gran inundación de la ciudad en 1913 y mediante imágenes, fotos y un documental audiovisual, se expone la crisis del poblado y la situación vivida por sus ciudadanos.
Una pequeña colina recoge la sede del museo de los hermanos Wright. El local está dividido en diferentes espacios que recrean la evolución de su trabajo. Hay en una primera área, la réplica del taller de construcción de bicicletas con partes, accesorios, llantas colgadas de los andamios. También las mesas de trabajo e implementos utilizados. Varios maniquíes recrean a estos personajes y a su hermana, incluso con movimientos que rememoran determinados momentos.
La información es abundante sobre la saga, los acontecimientos a su alrededor y la vida de la familia en el contexto de la ciudad, que se convirtió en un espacio de creación; porque allí se inventaron varios artefactos cruciales en la tecnología. Sallie Fisher, guía turística especializada en historia, dice que “... en 1900 había más patentes estadounidenses de Dayton, Ohio, que en cualquier otra ciudad del país.”
En esa urbe se creó la máquina calculadora, por la empresa NCR, las tarjetas de crédito, el lector electrónico y también componentes del llamado Fat Man de la bomba atómica que se lanzó sobre la ciudad japonesa de Nagasaki.
El salón donde se exhibe la nave aérea es muy especial. Pareciera construida específicamente para albergar el avión y fue así. El pequeño avión tiene un muñeco que asemeja al piloto, mientras conduce el biplano durante su viaje. También están los instrumentos, el aparato para emular las corrientes de aire, el túnel de viento y partes fundamentales del aeroplano, que medían la presión, altitud, temperatura y otros factores.
Un grupo de voluntarios atiende al público y le orienta en las preguntas. Emmet Kreuger, adulto mayor, es uno de ellos y él confiesa que no conoció a ninguno de los hermanos, pero en su familia escuchó hablar de ellos. “Orville y Wilbur no cursaron estudios formales de ingeniería, pero se dedicaron a experimentar directamente con los problemas técnicos más complejos que presentaba el reto de hacer volar un aparato.”
Este voluntario tiene la mente llena del recuerdo de las actividades y hechos significativos de los hermanos; “...inventaron el túnel de aire con dispositivos especiales para incrementar la resistencia del viento (el “drag” o resistencia aerodinámica). Así probaban en su taller las condiciones climáticas antes de llevar el avión al sitio de prueba”.
Y agrega don Emmet: “Por eso obtuvieron resultados más rápida y directamente, porque obviaron la parte teórica y se dedicaron a experimentar directamente con la problemática del vuelo, para resolver dichos dilemas en su propio taller”.
Sallie Fisher también conoce en detalle el lugar, donde atiende al público. Ella contesta todas las interrogantes y cuenta también algunas anécdotas: “Mi madre conoció bien a Orville, porque ella trabajó para la Cámara de Comercio de Dayton; mi padre era un ingeniero químico que tenía una pequeña compañía de caucho. Ellos eran muy emprendedores desde que establecieron su fábrica de bicicletas”.
En la parte exterior del museo, están situadas unas bancas de metal y en una de ellas hay dos sombreros de bombín hechos de cobre, que sugieren la presencia de los hermanos. Este monumento también tiene una réplica afuera del Club de Ingenieros de Dayton como recuerdo de la importancia de estos pioneros aéreos.
Desde esta pequeña ciudad surgió la idea de que el hombre pudiera volar en aparatos, que semejaban a las aves. Su forma, despliegue de las alas y la tecnología del motor permitió cumplir aquello que Da Vinci había descrito y explicado a través de diagramas, líneas y bocetos.
Wilbur y Orville Wright también lo soñaron y pudieron aplicar su ingenio para hacer realidad esa experiencia de la aviación, al surcar los aires y desplazase a voluntad.