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- 24/05/2020 00:00
Religión, moral y derecho
Mucho se habla de la “moral Cristiana”. El término aparece repetidamente en nuestra Constitución Política, lo que ha sido criticado por muchas personas (incluyendo a la suscrita), ya que hay varios tipos de moral. La moral es un conjunto de hábitos o costumbres que una sociedad determinada considera positivos, pero puede variar de una sociedad a otra, así como por el transcurso del tiempo. Esto lo hace relativa y una norma que es relativa no debe aparecer en la ley fundamental de un país. La tolerancia y el diálogo intercultural son posibles sin que alguien tenga que dejar de creer en lo que cree, ni dejar de ser lo que es.
Muchos autores han teorizado sobre la diferencia entre Derecho y moral. La función más importante del Derecho es erradicar la violencia de las relaciones humanas y el fanatismo es una manifestación de la violencia. El fanatismo existe en dos posturas que están polarizadas: el fanatismo religioso y el fanatismo anti-religioso. El Derecho debe regular la sociedad sin causar más violencia. Debe ser neutro, laico e incluyente, por lo que no puede obligar a nadie a comportarse según un sistema normativo moral, como lo es la religión.
Moral viene del latín “mores”, que significa costumbre. Hay costumbres malas y costumbres buenas, pero tendemos a ver nuestras costumbres, nuestro sistema, como el único y el superior, estigmatizando a cualquier otro.
La moral existe desde las sociedades primitivas, desde que el ser humano necesita desenvolverse de acuerdo a normas que le permitan relacionarse con sus pares y que sean aceptadas por su grupo social. La moral cristiana se basa en los principios de caridad expuestos por Jesús, y supone que los cristianos deben llevar una vida virtuosa, practicando los consejos y la propia experiencia de vida de Jesús. Con el tiempo, la Iglesia como institución creó un sistema normativo mediante dogmas y jerarquías eclesiásticas, como una forma de controlar las relaciones entre los individuos, que no existían en el tiempo de Jesús. Lo que se considera como moral siempre responde a situaciones económicas, sociales y espirituales del momento, de la época, mientras que el sistema normativo moral de la Iglesia Católica, por ejemplo, sigue planteando los valores y propuestas que eran válidas en la época en que fueron creadas y que muchas veces chocan con la moral que es aceptada en nuestros tiempos.
Podemos citar como ejemplos la moral dominante en el mundo antiguo, con la división de la sociedad en dos clases de hombres: libres y esclavos (las mujeres eran poco más que un apéndice del hombre, un varón defectuoso). Los esclavos eran considerados cosas (res) y la moral de los hombres libres se oponía a la de los esclavos, que la rechazaban. La moral en la época feudal, aceptada por la Iglesia, consideraba normal el derecho de pernada, según el cual el Señor tenía derecho a cohabitar con la novia de su siervo antes de su noche de bodas. Luego, con las grandes revoluciones que alteraron el orden monárquico y acabaron con el absolutismo de la Iglesia en la vida privada de las personas, volvió la moral a dar un giro hacia la libertad individual, los derechos humanos y el feminismo. La educación sexual, la sexualidad como algo natural e innato de la persona humana, así como el derecho de la mujer a ser dueña de su propio cuerpo y a tener los hijos que desea y que puede responsablemente criar, han sido rechazados por la Iglesia Católica por considerarlos “inmoral”. Por otro lado, las personas “no creyentes” o no cristianas rechazan la costumbre de prohibir la venta de bebidas alcohólicas en “Viernes Santo”, de tener imágenes de santos o crucifijos en los planteles educativos donde estudian sus hijos, o de verse obligados a soportar las invocaciones religiosas en los actos gubernamentales.
Toda persona tiene necesidad de pertenecer a algo. La religión es positiva porque da un sentido de seguridad, de pertenencia a algo, un grupo social o una familia. Pero toda fe ciega, ya sea en la ciencia o en los dogmas, es peligrosa, porque desemboca en el fanatismo y la violencia. Debemos ampliar nuestra manera de pensar y lograr que nuestro razonamiento sea elástico.
La diferencia entre la moral y la ética es que la ética reflexiona sobre las conductas que la moral propone como buenas o malas, siempre en busca de regular el orden social con el objetivo de que las personas puedan convivir en sociedad con libertad; y es que en algunos casos la moral o costumbre propuesta es injusta o discriminatoria contra un grupo dentro de la sociedad.
El sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin incluso separa la espiritualidad de la religión. Una persona puede ser espiritual, sin ser religiosa. Nos dice que la religión, como institución, no es sólo una, hay cientos, mientras que la espiritualidad es una. “La religión es para aquellos que necesitan que alguien les diga qué hacer y quieren ser guiados, mientras que la espiritualidad es para aquellos que prestan atención a su voz interior.” “La religión tiene un conjunto de reglas dogmáticas, mientras que la espiritualidad invita a razonar sobre todo, a cuestionar todo.” “La religión amenaza y asusta, mientras que la espiritualidad da paz interior.” “La religión habla de pecado y culpa, mientras que la espiritualidad dice, ‘aprender del error’.” “La religión sigue los preceptos de un libro sagrado, mientras que la espiritualidad busca lo sagrado en todos los libros.” “La religión se alimenta del miedo, la espiritualidad se alimenta de la confianza y la Fe.”
Así como evoluciona la moral según los valores y las situaciones económicas, sociales y espirituales del momento, es necesario que el Derecho se adecúe al cambio social. Con la globalización y la gran mezcla de culturas, religiones y costumbres que ésta ha causado en casi todos los países del mundo (sobre todo en el nuestro, por su posición geográfica), no podemos aceptar que el Derecho se estanque. Debemos aprovechar la oportunidad que nos da la posibilidad de reformar la Constitución (una vez que pase el estado actual de emergencia por el Covid-19), así como también mantenernos siempre al día con nuevas leyes que reflejen la constante evolución del pensamiento y las costumbres.