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- 14/10/2023 00:00
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Actualmente Panamá presenta dos problemas importantes relacionados con la alimentación. Uno de ellos es el aumento de los casos de sobrepeso en el país, lo que se traduce en enfermedades crónicas no transmisibles, como la obesidad que generalmente va acompañada de hipertensión, diabetes, insuficiencia cardíaca e incluso cáncer y, por otra parte, el acceso a los alimentos de parte de los consumidores. Un informe presentado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) 2023 revela que en Panamá el 73% de los adultos padece de sobrepeso. Ante este problema de salud tan evidente, La Estrella de Panamá conversó con Rafael “Yayi” Carles, empresario, escritor, miembro fundador del Movimiento de Alimentación Saludable y especialista en estrategia de políticas alimentarias, sobre nutrición, un tema que no solo es importante en la etapa adulta, sino en todo el ciclo de la vida. Según Carles, su estilo de vida cambió en 1997 cuando entró a laborar en la recién creada Comisión de Libre Competencia y Asuntos del Consumidor (Cliclac), y le abrió un sinnúmero de puertas. Pero, fue en 2005 cuando funda su proyecto Life Blends y desde allí “me lanzo en el campo de la alimentación saludable como empresario, consultor de nutrición y asesor en salud pública”. Hoy, Carles nos comparte sobre la importancia y cuáles son los desafíos que enfrenta la población y las posibles soluciones para una vida más saludable.
Mi tesis de universidad fue sobre la química molecular de vitaminas y enzimas, por lo que tengo una vasta experiencia en bioquímica. Mi primer trabajo fue en el Laboratorio de Química Analítica del Departamento de Toxicología de la Facultad de Medicina en la Universidad de Panamá, donde operaba los instrumentos de laboratorio que monitoreaban muestras de sangre y orina para pruebas de detección de vitaminas y enzimas en pacientes de la Caja de Seguro Social. También allí serví de asistente de laboratorio a los profesores de la Facultad de Odontología en las clases de química orgánica. Eso fue en 1980, al tiempo que el dos veces ganador del premio Nobel Linus Pauling publicaba su libro La vitamina C y el resfriado común. Igualmente en esa época, Frances Moore Lappé publicaba su libro Dieta para un planeta pequeño, y Michael Jacobson lanzaba su libro Food for People, Not for Profit. Desde entonces la nutrición comenzó a ser parte de mí y además tuve curiosidad por saber si había alguna ciencia detrás de todo esto. Comencé a leer libros y aprender, y pronto descubrí que hay mucha ciencia en estos temas. Lamentablemente, unos meses después me ofrecieron un buen trabajo en la industria petroquímica y me mudé a Aguadulce, en la provincia de Coclé, donde mi carrera profesional dio un giro en enfoque. Porque si bien la bioquímica me seguía despertando curiosidad, por los siguientes casi veinte años puse la parte nutricional de mí en modo de hibernación. Era solo cuestión de tiempo que algún día regresaría a coquetear con la nutrición y los aspectos químicos de esta ciencia.
Después de dejar la industria química en 1997, acepté la invitación de presidente Pérez Balladares de ocupar un cargo en la recién creada Comisión de Libre Competencia y Asuntos del Consumidor (Cliclac). Allí aprendí sobre leyes, reglamentos y normas de una amplia gama de industrias, incluyendo la industria alimentaria. Y, sin duda, mis conocimientos previos en química fueron fundamentales para mis nuevas responsabilidades. Al codearme con empresarios, industriales, académicos y funcionarios de diversas especialidades en temas de canasta básica, pude ayudar a crear un nuevo marco de información para alimentos y productos relacionados. Por ejemplo, la implementación del concepto de fecha de vencimiento fue una de las tantas novedades que se introdujeron en ese primer año.
Los cuatro años como comisionado de la Cliclac me abrieron un sinnúmero de puertas. Una fue la del periodismo, y debo reconocer que me cambió la vida. Desde entonces escribo y tengo mis columnas. En 2002 publiqué mi primer libro y eso me permitió entrar en un grupo selecto que he aprovechado para hacer docencia. Luego en 2005 fundo mi proyecto Life Blends y desde allí me lanzo en el campo de la alimentación saludable como empresario, consultor de nutrición y asesor en salud pública. Y desde esta perspectiva comencé a realizar activismo para promover hábitos de consumo saludable dentro de los mismos gremios empresariales e industriales. Mi primer proyecto de ley fue para impulsar comida saludable en cafeterías y quioscos escolares. Mi primera ley fue la Ley 75 de 2017 que crea los parámetros de hábitos saludables en escuelas. En 2020, en medio de la pandemia, ayudé a crear el Movimiento de Alimentación Saludable, donde actualmente soy miembro y me especializo en estrategia de políticas alimentarias.
La más importante es que vengo de la industria y la conozco como la palma de mi mano. Y me preocupa cada vez más el daño que causa a la salud cuando empresas fabrican productos que contaminan y enferman a las personas. Como miembro de varias organizaciones, gremios y juntas directivas, me avergüenza el hecho de que la industria se está quedando sin excusas y cada vez tiene menos credibilidad. Ese aspecto de señalarlos directamente y viéndolos a los ojos es algo que muy pocos tienen la capacidad y valentía.
Además de escribir las tres columnas semanales en mi blog lifeblends.net, La Estrella de Panamá y En Segundos, todavía estoy full en las funciones gerenciales de Life Blends. Tengo un par de cuentas de clientes que asesoro en materia de estrategia organizacional y apoyo en aspectos comunicacionales. Es decir, estoy oficialmente jubilado pero muy lejos de estar retirado. Actualmente tengo dos proyectos de libros andando, uno para escribir mis memorias y el otro para publicar mis artículos más influyentes en los últimos años. También tengo caminando la Fundación del Movimiento de Alimentación Saludable para promover actividades puntuales de sensibilización y educación a la población sobre temas de nutrición y alimentación.
Recientemente le entregué a cada uno de los candidatos presidenciales una propuesta para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional del país, entre las que recomiendo la construcción de un huerto en cada una de las 3.000 escuelas del país. Eso costaría $3 millones, una cifra que es menos del 10% de la partida discrecional del presidente de la República y le puede cambiar la vida al 90% de la población nacional. Igualmente estoy dándole seguimiento al proyecto de ley que le redacté hace dos años a la diputada Mayín Correa para la eliminación de grasas trans y la reducción de sodio en las dietas. Igualmente, como miembro de la Comisión para el Mejoramiento de la Salud, estoy procurando aumentar el impuesto de las sodas y crear nuevos impuestos para los alimentos ultraprocesados y comida chatarra. Y finalmente, en consulta con algunos diputados que se me han acercado, vamos a presentar el próximo año un anteproyecto para promover menús de comida saludable en restaurantes.
Siempre he pensado que el problema más desafiante en nutrición es determinar qué come realmente la gente. Todos sabemos sobre la relación de la comida con el riesgo de enfermedades crónicas. Es nuestra responsabilidad comenzar a formular preguntas de investigación y diseñar estudios para responder inquietudes sobre la dieta y la salud. Ese es el desafío intelectual. El desafío práctico es la necesidad de una financiación totalmente independiente. Los recursos para la investigación en nutrición son limitados y los recortes presupuestarios a nivel ministerial hacen que la necesidad sea más crítica. Sin financiación independiente, la agenda de investigación en nutrición se inclina a favor de proyectos que la industria de alimentos puede utilizar para mercadeo. Con lo cual, el gran desafío es poder encontrar mecanismos para definir patrones dietéticos que promuevan la salud, descubrir formas de proporcionar dietas saludables a las personas que carecen de recursos e identificar enfoques dietéticos eficaces para prevenir enfermedades no transmisibles.
La nutrición es una asignatura que necesita urgentemente de científicos bien capacitados que puedan abordar los complejos temas biológicos, sociales y políticos relacionados con la producción y distribución de alimentos. Se trata de temas difíciles de abordar y necesitan toda la ayuda que puedan obtener. Por eso estoy planeando traer a Panamá un proyecto llamado “Los niños se comen el futuro”, en el cual las clases de matemáticas, español y ciencias se dictan en torno a la nutrición y conocimientos de agricultura y cocina. Es un proyecto que en España ya ha dado muy buenos resultados y donde la principal tarea es lograr un mecanismo de financiación que incluya el adiestramiento de maestros y la preparación de libros y materiales. Igualmente, a través de la fundación estoy haciendo acercamiento con las autoridades municipales para que incluyan en sus presupuestos locales la construcción de huertos comunitarios y usando dinero de descentralización que bien manejado puede dar resultados muy favorables al bienestar de los residentes de cada comunidad. El día en que cada persona sepa cómo sembrar y cosechar una hoja de lechuga o espinaca, ese día reconocerá el milagro de la vida y sabrá reconocer el valor de nuestros agricultores.