Ciclistas, atletas, patinadores y paseantes de la capital colombiana tienen una cita infaltable desde hace 50 años: la ciclovía de los domingos y festivos,...
El primer general Torrijos
- 31/07/2020 00:00
- 31/07/2020 00:00
En la ciudad de Málaga, Andalucía, España, hay un monumento en honor al general José María Torrijos, uno de los personajes más sobresalientes del primer cuarto del siglo XIX, abanderado y mártir de las causas liberales contra el absolutismo del rey Fernando VII. Vi el monolito y después aprecié el cuadro del pintor Antonio Gisbert, “Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga”, que mide seis metros de ancho por cuatro de alto y forma parte de la colección del Museo del Prado y que lo incluyeron en la exposición especial que se organizó con motivo del bicentenario de fundado, en 2019.
Siempre había sabido que el padre del general Omar Torrijos, cuyo trigésimo noveno aniversario de muerte se cumple hoy, era hijo de don José María Torrijos, nacido en Roldanillo, Colombia, al igual que otro Omar, pero pintor y más contemporáneo, Rayo, fallecido hace una década, cuyo museo he tenido el privilegio de visitar en dos ocasiones, pero este otro parentesco me era apenas conocido.
Vine a descubrirlo leyendo el manuscrito del magnífico texto que prepara para conmemorar el 40 aniversario de la muerte de Omar Torrijos su amigo, periodista y gran cómplice en todas sus batallas, Zoilo Martínez de la Vega, titulado Las guerras del general Omar Torrijos. Y aprovecho mencionar esta relación familiar para preparar el lanzamiento de tan importante documento que, definitivamente, arroja sendos reflectores sobre las ejecutorias de quien hizo posible que Estados Unidos nos devolviera el usufructo de nuestro principal recurso: nuestra posición geográfica.
Martínez de la Vega reproduce la historia teniendo como fuente un hermano de Omar, Moisés (Monchi) Torrijos, a quien define como periodista profesional y diplomático accidental, que fue el memorialista de la familia. En esta línea, el general Torrijos de Málaga, tan homenajeado allá, era tío bisabuelo de nuestro general santiagueño. Los unía, además del parentesco, la identificación de las virtudes cívicas y militares con las de una figura que siempre admiró, la del libertador Simón Bolívar, que era un referente para los hijos del Torrijos nacido en Roldanillo.
El primer José María Torrijos nació en la calle Preciados de Madrid, el 20 de marzo de 1791. Tiene en común con su sobrino tataranieto, el periodista José María Torrijos Legazpi, la fecha de nacimiento. Estos “vericuetos genealógicos y genéticos” llevaron su apellido desde Madrid a Santiago de Veraguas.
Con su descendiente panameño tiene en común que sus vidas fueron cortas, intensas y heroicas. El militar madrileño fue paje del rey a los 10 años y a los 16 nombrado capitán. Al año siguiente se incorporó a la guerra de la independencia contra los franceses, que terminó con el grado de brigadier por su valor y patriotismo. Por su ideario liberal lo metieron preso en 1871, y seis años después fue al exilio en Francia e Inglaterra, donde se dedicó a traducir obras para editoriales suramericanas y a conspirar contra el rey español, al que calificaba de “falaz, inconsecuente, vario, hipócrita, desconfiado y rencoroso”.
Encabezó una conspiración para tratar de derrocar al rey y se instaló con sus seguidores en Gibraltar en 1830. Así narra Martínez de la Vega este episodio: “Los consejeros del rey urdieron entonces una trampa para hacerle creer que tendría todos los apoyos militares en cuanto pisase suelo español. El gobernador militar de Málaga, Vicente González Moreno, se sumó a la falacia y le urgió a actuar, reiterándole una y otra vez que todo estaba dispuesto para recibirle y hacerle triunfar. Confiado en las promesas, Torrijos se lanzó a la aventura la noche del 30 de noviembre de 1831, embarcando con 51 compañeros en dos pequeños barquichuelos, rumbo a la costa malagueña”.
Fue una emboscada; cuando desembarcaron en Fuengirola las tropas del rey, que comandaba el mismo González Moreno (apodado “el verdugo de Málaga”), los esperaban para obligarlos a rendirse. El 10 de diciembre se impartió la orden de ejecutarlos, con el texto: “Que los fusilen a todos. Yo, el Rey”. Y así se hizo. El 11 de diciembre, en la playa malagueña de San Andrés, la orden se cumplió sin acceder a la voluntad del general Torrijos de dar él la orden al pelotón de fusilamiento y de recibir la descarga sin que le vendaran los ojos.
Los restos del general Torrijos y los de sus compañeros reposan en el monolito levantado por el Ayuntamiento de Málaga en la plaza de la Merced, y reproduce la última carta que le escribió a su mujer, Luisa Carlota, que entre otras cosas dice: “Quise ser víctima por salvar a los demás. Temo no haberlo alcanzado; pero no por eso me arrepiento. De la vida a la muerte hay un solo paso y ese voy a darlo sereno de cuerpo y espíritu”. Tenía 40 años.
Una vez restablecido el régimen constitucional, el general José María Torrijos fue rehabilitado y su nombre escrito con letras de oro en el Palacio del Parlamento. Recibió el título nobiliario de conde de Torrijos que conservó su viuda y biógrafa Luisa Carlota Sáenz de Viniegra, quien en 1860 publicó el testimonio Vida del general José María Torrijos.
El periodista malagueño Francisco Griñán describe el cuadro que se cuelga en el Museo del Prado así: “Los nubarrones tapan el cielo azul que asoma al fondo. Viene tormenta. Y solo hace falta bajar la mirada para comprobar que la tempestad ya ha empezado. En forma de lluvia de balas que ensombrece el destino del general Torrijos y 19 de sus correligionarios. Cuatro de ellos ya aparecen asesinados en una esquina del cuadro, mientras el resto afronta la tragedia agarrándose de las manos a la espera de la venda en los ojos previa al tiro de gracia. La escena, cargada de dramatismo, lleva por título “Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga” (1888) y es una de las obras más populares de la pintura española decimonónica. No solo por su mensaje político de lucha contra el absolutismo de Fernando VII y de denuncia de la muerte de unos héroes sin juicio previo, sino también por su intensidad plástica, que la convirtió en la obra más destacada del último período de la pintura de historia en la España del siglo XIX”.
Pero más sorprendente es conocer el soneto que escribió José de Espronceda, poeta romántico, que dice:
“Helos allí: junto a la mar bravía.
Cadáveres están ¡ay! los que fueron
honra del libre y con su muerte dieron
almas al cielo, a España nombradía.
Ansia de patria y libertad henchía
sus nobles pechos, que jamás temieron,
y las costas de Málaga los vieron
cual sol de gloria en desdichado día.
Españoles, llorad; mas vuestro llanto
lágrimas de dolor y sangre sean,
sangre que ahogue a siervos y opresores,
y los viles tiranos, con espanto,
siempre delante amenazando vean
alzarse sus espectros vengadores”.
Thomas Carlyle, filósofo, historiador, traductor, matemático, profesor, crítico social y ensayista escocés que murió en 1881, dedicó un capítulo a su sacrificio en el libro The life of John Sterling (1851). Por esos guiños del destino, el más ferviente amigo inglés de Omar Torrijos, Graham Greene leyó de joven esta historia y la cita en su libro Descubriendo al general Torrijos.
Omar Torrijos escuchó la copla flamenca que aún suena en las cantinas en una grabación que le regaló el periodista español Félix Pacho Reyes, que dice:
“El día que lo mataron/a Torrijos el valiente/se amotinó la gente/y el pueblo se sublevó.
Y el general dijo:/podéis quitarme la vida;/pero mis ideas no”.
Su árbol genealógico nos indica que José María Torrijos tuvo dos hermanas y un hermano, Joaquín, que por represalias reales emigró a Colombia en 1832, a Buga, población del Valle del Cauca. Dedicado a la agricultura, se casó con colombiana y tuvo varios hijos, y uno de ellos se instaló en Roldanillo, a 140 km de Cali, donde nació José María en 1879. Este se trasladó a Panamá en 1908, se casó con la veragüense Joaquina Herrera y tuvo 11 hijos, siendo el octavo de ellos el general Omar Torrijos Herrera.
Don José María Torrijos fue maestro y, cuando se casó la primera vez con su colega Elisa Terán y esta murió de parto, optó por el sacerdocio en un seminario de Popayán. Allí coincidió con el poeta Guillermo Valencia, padre del presidente colombiano Guillermo León Valencia (1962-1966). La vida los haría también coincidir en ser padres de dos gobernantes.
A su traslado a Panamá, en 1908, abandonó el seminario e inició su apostolado magisterial, y siendo maestro en Soná conoció a doña Joaquina, con quien se casó en 1915. Su octavo hijo, Omar, nació el 13 de febrero de 1929 y murió el 31 de julio de 1981.