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- 13/04/2022 00:00

Para el crítico y analista literario es importante disponer de herramientas necesarias que coadyuven al análisis y a la comprensión de un texto, además se hace imperioso el conocimiento de las teorías literarias necesarias para la tarea comparatista de una obra con otra sin caer en sesgos ni en paralelismos equívocos.
La literatura comparada presenta un abanico de opciones a través de sus ramas, como la tematología y la imagología, que sustentan las bases de la crítica literaria. Además, la literatura comparada está presta siempre para emprender cualquier tipo de estudio desde el punto de vista de la comparación, las imágenes (imagología) y temática de los textos literarios (tematología) y con el significado e interpretaciones (hermenéutica) de los mismos.
Resulta necesario poder discriminar entre escritor y lector para aclarar la simplicidad de lo importante en el texto: el lenguaje. En el texto La muerte del autor publicado en 1968 por el filósofo, escritor y semiólogo francés Roland Barthes (1915-1980), se plantea la disyuntiva: ¿Acaso resulta importante la biografía del autor para acometer el análisis de una obra literaria? ¿Es el autor el que habla en el texto? ¿Realmente es el personaje el que habla en el texto? Para el autor de La muerte del autor, no.
Barthes plantea, en su trabajo literario, la idea de la desaparición del autor porque hay un universo de lectores que, a su obra literaria, le darán diferentes interpretaciones (hermenéutica) que obligarán que su muerte sea inminente.
Esta es la idea principal que se plantea en el texto traducido por Fernández Medrano y, que supone, que un texto no muestra una idea original propia del escritor, sino que plantea el ciclo de otrora idea literaria que hace de la suya, una idea centrada en otro texto. La muerte del autor supone, una problemática para la crítica literaria de entonces que proponía la inclusión de los datos biográficos del autor para poder analizar y conocer el texto literario en sí.
No podemos esperar un autor como eje central del texto, es el lenguaje y el lector los que toman beligerancia como binomio fundamental de la obra literaria. Afirmamos, sin duda alguna, que el texto literario es de habitual pertenencia del lector y, también, que está provisto de la cultura universal que lo hacen suya. La muerte del autor, esa metáfora que anuncia la desaparición del autor de su obra literaria, más que una sentencia, es el resultado de una serie de elementos de cultura literaria que fueron moldeando el estilo del prototipo de un texto literario cuya finalidad primordial es el lenguaje.
Michel Foucault (1926-1984) filósofo y escritor francés en su obra ¿Qué es un autor? (1969) presenta el juicio que el texto literario sobrevive al autor, es una idea parecida a la de Barthes, pero con la diferencia, pensamos, que Foucault presenta la idea de que tanto el autor y la obra desaparecen; en Barthes, es el autor quien desaparece y la importancia recae en el lenguaje y en el lector.
Es decir, podemos aportar que la idea romántica del escritor como creador (creacionismo), esa idea maravillosa que presentaba Vicente Huidobro en su poema 'Arte poética' (1916), en el último verso, el poeta es un pequeño dios, quedó en el olvido según la propuesta de Barthes y Foucault. Stéphane Mallarmé (1842-1898) y Paul Valéry (1871-1945), en su momento, también planteaban lo mismo con relación a la desaparición o la muerte del autor. Lo contrario a la propuesta de Barthes y Foucault sobre el autor lo encontramos en el empirismo inglés y el racionalismo francés que lograron exaltarlo o elevar su imagen cual nicho de una figura omnipotente.
Para terminar, podemos afirmar que los aportes de Barthes en La muerte del autor son oportunos para presentar, como elementos principales en el texto literario, al lenguaje y al lector, elementos que, durante mucho tiempo, estaban bajo el dominio del autor quien ejercía el papel dominante como hacedor del texto literario.
La importancia de La muerte del autor de Roland Barthes para la crítica literaria es, precisamente, mostrar el lenguaje como eje motor del texto literario y que la obra es producto de otras obras que se han conectado entre sí y le han dado forma a la literatura general como medio comunicativo cultural. Es entonces que, La muerte del autor no es más que el sensible nacimiento de la figura del lector como elemento fundamental que genera un sinnúmero de interpretaciones a través del lenguaje.