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- 14/08/2011 02:00
- 14/08/2011 02:00
GASTRONOMÍA
D icen por ahí que cuando uno realmente está pleno es cuando recoge el fruto de sus esfuerzo de manera que su discípulo alcanza un nivel igual o parecido al de uno.
Gastronómicamente hablando, hace ya unos dieciséis años fui instructor de un programa de educación del sistema dual en el ya fenecido INAFORP. En ese programa preparé por dos años a una docena de muchachos y muchachas para que se convirtieran en cocineros, mediante el uso de un programa que les obligaba a practicar cinco días a la semana en una cocina de algún miembro de la asociación de restaurantes y asistir a un día de clase a la semana en los locales de la asociación, en donde se les impartían las técnicas y recetas más importantes de la cocina internacional.
Por una parte, durante su semana, aprendían a trabajar en lo que para algunos fue su trabajo y un día a la semana se les enseñaba el oficio.
Hoy, muchos años después, hay dos personas que han logrado ubicarse como chefs. Una es Nelsa, trabaja como chef en un restaurante italiano de la localidad y el otro, Mauro, es el chef ejecutivo del Club Unión. Del resto sé poco, pero entiendo que hay alguno trabajando en restaurantes.
Ambos, Nelsa y Mauro, llegaron al programa con el conocimiento básico de la cocina que todos aprendemos para subsistir. Hoy ambos alcanzan niveles de excelencia superiores a la media de cocineros del país.
Mauro, con quien tengo mas relación, practico en mi restaurante y quedo como cocinero por dos años más, hasta que sus ambiciones personales y mi falta de presupuesto hicieron que saliera a trabajar por ahí. Lo recupere dos años mas tarde y lo hice subchef en el casino Royal, en donde junto a André aguanto hasta que encontró otros retos profesionales de mayor envergadura.
Hoy se ha convertido en todo un señor chef, respetado por toda la comunidad de chefs de la República por su saber hacer y, como dice la gente, su sazón panameño-internacional que tantos éxitos le está dando.
Hace unos días acudí a un matrimonio al club y pude degustar junto con los otros mil invitados sus delicias gastronómicas a otro nivel, que sorprendieron y agradaron a todo el mundo. Por sus comentarios, la gente estaba maravillada y yo hinchado de pecho al poder decir que era discípulo mío.
Desde ese día no hago más que sentirme orgulloso porque el fruto de mis enseñanzas, gritos, malos humores, rabietas, insultos y malas crianzas ha tenido éxito y demostrado.
No sé si seré un buen maestro, pero a las pruebas me remito. En menos de 25 años he logrado de alguna manera dejar huella en la gastronomía panameña tanto por mi trabajo como por mis discípulos.
Qué verdadera alegría siente uno cuando lo puede disfrutar. Felicidades a todos mis discípulos por vuestros éxitos conseguidos.
Buen provecho.