Mi visión del doctor Víctor Levi Sasso

Actualizado
  • 30/06/2021 00:00
Creado
  • 30/06/2021 00:00
Además de ingeniero civil, fue un gran educador, un gran planificador de la educación y un gran visionario del futuro de Panamá
El arquitecto Víctor Levi Sasso

El Dr. Víctor Levi Sasso (Colón, 12 de julio de 1931- ciudad de Panamá, 4 de octubre de 1995), hermano de mi madre, habiendo tenido una formación eminentemente científica, al mismo tiempo hacía gala de una visión profundamente humanista de la educación y de la vida misma. Además de ingeniero civil, profesión en la que mereció los máximos laureles en Lehigh University (Pennsylvania), en donde obtuvo tanto su maestría como el doctorado, fue un gran educador, un gran planificador de la educación y un gran visionario del futuro de Panamá, como quedan pocos de su generación. La primera biblioteca personal que, como adolescente, vi con libros sobre cultura universal fue la suya, en su casa. Lo que más había ahí eran libros sobre las grandes religiones y las principales guerras y batallas del mundo, y acerca de las más importantes corrientes filosóficas, históricas y literarias. Asimismo, había abundantes compendios de geografía, antropología, psicología, política, medicina, astronomía, artes plásticas, escultura y arquitectura: además, por supuesto, de libros sobre temas eminentemente científicos y de ingeniería.

Recuerdo, asimismo, que el tema de no pocos de sus libros de historia versaba sobre la Segunda Guerra Mundial; y que tenía muchas biografías de personalidades distinguidas, tales como Einstein, Freud, Marx, Churchill, Washington, Lincoln, Benito Juárez, Sartre, Tolstoi, Hemingway, Unamuno, Lorca (y su libro Poeta en Nueva York), Da Vinci, Miguel Ángel, Rafael, Picasso, Dalí y los principales pensadores griegos y romanos, entre otros, así como ciertas obras escritas por algunos de estos.

También obras sobre el Canal de Panamá, su historia y funcionamiento. De autores panameños solo recuerdo haber visto algún libro de Rogelio Sinán, Ricardo Miró y las novelas de Joaquín Beleño. También estaban, en inglés, la obra maestra del gran poeta estadounidense Walt Whitman: Leaves of Grass, un par de novelas de Hemingway y de Julio Verne, que por supuesto me devoré. Estas lecturas fueron, a lo largo de su vida, algunas de las obras capitales de un voraz lector empírico que poco a poco se fue haciendo de una formación sorprendentemente integral y variada.

No es de extrañar, entonces, que haya tenido una visión humanista del mundo, y que el educador latente que bullía en él desde sus años universitarios en la Facultad de Ingeniería Civil en la Universidad de Panamá, haya aflorado cuando ideó para Panamá un gran centro especializado para las diversas ingenierías y para formar técnicos, meta por la cual luchó hasta desembocar, primero en el Instituto Politécnico, que él dirigió, y después en la Universidad Tecnológica de Panamá, de la que fue su primer rector.

No en vano el campus central en la ciudad de Panamá de esta universidad estatal, la cual goza hoy de un sólido prestigio, y que ha graduado hasta el momento más de 60,000 ingenieros y técnicos nacionales, lleva honrosamente su nombre.

Es sabido que Víctor Levi Sasso estaba convencido de la necesidad de brindarles una educación tecnológica básica, al más alto nivel, a las clases sociales panameñas más desfavorecidas económicamente, a fin de escoger de entre los más capacitados y talentosos tanto al grueso de los futuros ingenieros de diversas especialidades como a los técnicos, para que aportaran lo mejor de sus conocimientos al desarrollo del país y al Canal de Panamá, todavía en vida de él enclave yanqui que llegó a visualizar como propiedad soberana de Panamá. Ideó facilidades económicas y oportunidades idóneas para que esto se lograra de la mejor manera posible.

Tenía, por tanto, una idea ampliamente democrática, y podría decirse que en cierto sentido socialista, acerca de cómo la educación, y también sus frutos, deben ser distribuidos equitativamente entre las clases más necesitadas, empezando por las personas que, siendo inteligentes y brindándosele una educación estatal de alto nivel, demuestran ser capaces de educarse y de aportar a su propio bienestar y al de su país.

Creía en una educación especializada, pero a la vez integral. Siempre entendió, y así planificó la enseñanza universitaria, que en el primer año era importante formar valores, desarrollar el intelecto, perfeccionar el español y la redacción, aprender otros idiomas, ampliar el espíritu y la imaginación, entender que el mundo no es solo ciencia y tecnología, sino también relaciones humanas, solidaridad, voluntad de hacer bien las cosas. De ahí las materias humanísticas que se imparten en la UTP, y el ímpetu que desde hace 24 años se le ha dado a diversas manifestaciones artísticas y literarias (por 12 años bajo mi supervisión como primer coordinador de Difusión Cultural de la institución: 1996-2007; y después como asesor cultural).

Como persona, siempre fue un hombre de una gran sencillez, sin grandes pretensiones intelectuales (a pesar de su inteligencia sobresaliente y su don de liderazgo), y jamás se enfrascó en la búsqueda de fama o honores. La honradez y rectitud eran otras de sus virtudes. Siempre vivió y vistió modestamente, en ese sentido no parecía el rector que era. Le encantaba hablar con todo el mundo, sin pretensión alguna de querer sobresalir. No pocos en la UTP todavía lo recuerdan paseando por los corredores y conversando animadamente con sus colegas o alumnos, pero también comiendo en la cafetería de la universidad con empleados de base de la institución (personal de cafetería, de limpieza, de servicios: plomeros, electricistas, etc.). Sin su visión de futuro, su capacidad organizativa, su liderazgo y su don de gentes, la Universidad Tecnológica de Panamá difícilmente sería hoy la señera institución de educación superior de vanguardia que sin duda es.

Cuando en 1996 empecé a laborar en la UTP para crear la Coordinación de Difusión Cultural, él ya había fallecido. En más de un sentido su visión humanista me guió en mi labor cultural en dicho centro superior de estudios hasta mi salida en enero de 2021. Quiero pensar que hubiera estado orgulloso de la labor cultural desarrollada en esos 24 años de faena. Así era el Dr. Víctor Levi Sasso, mi tío.

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