Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 20/12/2021 00:00
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Nunca podré comprender cómo en un cuerpo tan diminuto y frágil como el Julio Zachrisson podían caber al mismo tiempo un corazón tan grande, un talento tan enorme, una generosidad tan descomunal y una panameñidad tan agigantada. El tiempo y las enfermedades le fueron arrebatando lo poco que tenía de cuerpo, pero por una misteriosa ironía el alma sin parar le crecía. Perdió la vista, pero nunca dejó de ver con los ojos del afecto. Vivió por más de medio siglo en Madrid, pero el alma nunca se mudó para España ni para ninguna parte: permaneció hasta el último día aquí, en su patria, donde había nacido hace 94 años. En Europa recibió una lista inacabable de premios y reconocimientos que jamás lo envanecieron: los recibía más bien con irreverencia y jovialidad. Este año, el Centro de Cultura Contemporánea de Madrid mantuvo en exposición, desde enero hasta el 30 de noviembre – casi un año completo— una impresionante retrospectiva de su obra; sin embargo, por su panameñidad sin fisuras, solo aspiraba poder compartirla con sus compatriotas. Murió sin ver satisfecho ese anhelo, pero yo confío en que podamos devolverle tanto lustre que le dio a nuestro país exhibiendo aquí su obra portentosa. Él, desde la eternidad, lo agradecerá con una sonrisa, o más bien con una carcajada de satisfacción. Julito no solo sentía como panameño: hablaba como panameño. A pesar de vivir afuera toda una vida, nadie podía notarlo pues nunca perdió acento, cadencia y modismos que nosotros usamos a diario y, lo más sorprendente, siempre actualizado. Las palabras de nuevo cuño formaban parte de su hablar cotidiano, así como las que caían en desuso también de su hablar desaparecían. Las veces que lo llamaba para saludarlo, para saber cómo estaba, terminaba él informándome a mi de lo que sucedía o estaba por suceder en Panamá. Sus peticiones para los viajeros eran siempre las mismas: guandú, galletas Pascual, picante y sazón panameños. Las exquisiteces europeas jamás pudieron rivalizar con los muy sencillos sabores panameños, que le materializaban en el paladar lo que siempre llevaba en el corazón. Aunque sus ojos ya no le servían, nunca perdieron la vivacidad y la picardía de sus años más jóvenes. Por el contrario, parecía una ceguera fingida, quizás porque había logrado el milagro de mirar con los recuerdos y con el afecto que le dispensaba a la legión de amigos que acumuló y cultivó durante una vida dedicada al arte… y a la amistad. La prensa y la crítica en España se han desbordado en elogios. El País tituló así: 'Fallece a los 94 años el que fue el gran pintor latinoamericano de la oscuridad nocturna y su fulgor, su fiesta y su muerte'. Los medios tradicionales así como las redes sociales en Panamá han sido pródigos en destacar la trayectoria, las ejecutorias, pero sobre todo, el pesar de tanta gente por un panameño prodigioso como artista y excepcional como amigo. El edificio donde vivía, frente a la plaza de toros Las Ventas de Madrid, ostenta una placa que reza: Aquí vivió Gonzalo Torrente Ballester y en ella escribió la trilogía Los gozos y las sombras. (Julito estaba casado con Marisé, hija de Torrente Ballester; y ella, como en una novela de amor, murió apenas diez días antes que él). De manera que ese apartamento es doblemente célebre, porque allí vivió y escribió un formidable novelista español y allí vivió un extraordinario grabador y pintor panameño. No sé si colocarán otra, pero cada vez que la nostalgia me lleve por ahí, para mi habrá una placa (aunque solo yo la pueda ver) que dirá: Sin haber salido nunca de Panamá, aquí vivió y murió el gran artista panameño Julio Zachrisson. Esquirla: Hoy se cumplen 32 años de la intervención militar de los Estados Unidos. Y precisamente, cuando lo vi por última vez –esta maldita pandemia no me permitió siquiera despedirme de él — me pidió que yo conservara la prueba de autor del grabado 'La invasión', que aparece como ilustración de estas líneas, que escribo con corazón destrozado por la muerte de Julito.