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Giovanna Benedetti: 'El asunto de tener como medida la mediocridad es muy cómodo y peligroso'
- 25/12/2022 00:00
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Una conversación con la escritora panameña Giovanna Benedetti nos puede llevar a muchos lugares y recorrer tantos temas. Aproveché una oportunidad pues Benedetti vive en España por lo que no hay muchas las oportunidades de coincidir. De hecho, la escritora no regresaba a Panamá desde antes de la pandemia. Las medidas de confinamiento y con ellas las limitaciones para viajar pospusieron la formalidad de su nombramiento en la Academia Panameña de la Lengua otorgado en julio de 2019, por votación unánime. La posición de Académica Correspondiente es en reconocimiento a su extraordinaria trayectoria profesional y sus aportes a la literatura y cultura panameñas", según la misiva entregada en aquella fecha a la homenajeada.
Mas el acto protocolar se realizó en octubre de este año; se le entregó el pergamino que la reconoce como tal. Y llegó mi oportunidad, pues estaría en Panamá hasta los primeros días de noviembre para la entrevista.
“No soy lingüista, soy abogada de profesión, soy doctora en derecho. Pero mi oficio diario es la literatura desde hace muchísimos años. Desde siempre, porque empecé a escribir desde que estaba en la Facultad de Derecho”, comenta en la terraza de la residencia familiar. “Y ser parte de la Academia más que todo es un honor”, afirma.
Las academias, las 22 de habla hispana, tienen como meta cuidar el idioma, actualizar los diccionarios regionales, “pero eso es una labor de generaciones, porque el idioma va cambiando, el idioma va variando”, reconoce. “El oficio de los que estamos en la Academia no es hacer que la gente hable bien, la gente habla como quiere; es recoger el idioma que se está utilizando en cada uno de nuestros países y se habla un español distinto y muy particular”, comenta.
Otra misión importante de este ente es guardar la memoria histórica de los escritores más renombrados para las generaciones futuras Y hacer investigaciones. “Son cosas que hacemos los escritores normalmente, con figuras relevantes como Ricardo Miró, Rogelio Sinán, Esther María Osses, grandes escritores. Y los que son lingüistas de profesión, que conocen el idioma por oficio, van más por el lado de estudiar cómo se utiliza el idioma”, establece.
Para Benedetti es un gran honor pertenecer a la Academia, donde regularmente se dan “reuniones de viejos” porque “allí no llegan escritores jóvenes; a nadie lo han nombrado a los 30 años. Habría que ser un fenómeno para tener todo lo necesario [para estar allí]”.Para mí es un honor y bueno, tengo seis premios Ricardo Miró, así que, creo que eso cuenta un poco”.
A la fecha, Benedetti ha logrado el máximo reconocimiento de los escritores nacionales en seis ocasiones y en tres géneros distintos: cuento, ensayo y poesía. También ha escrito dramaturgia y trabaja desde hace algún tiempo en su primera novela.
Me pide que la acompañe a su estudio, donde tiene algunos de los libros que ha publicado. En el camino me muestra algunas de sus pinturas, en salas y pasillos JUNTO a los maestros Dutary, Chong Neto, Silvera, Alvarado Y Trujillo. También forman parte de la escena sus esculturas en cerámica. “Son piezas de una exposición que hice Y algunas las dejé aquí, en casa de mi mamá”. Personajes con rostros singulares y gorros picudos. “Parecen duendes”, le digo y me responde: “son brujas”.
En el estudio, en una mesa descansa su laptop, documentos y de un dossier sobresalen recortes y algunas reproducciones en tinta. “Esto lo hago yo también”, mientras me muestra sus diseños gráficos. “Hago todo esto, pero no pretendo ser reconocida como una gran pintora o como una escultora. Lo mío es la literatura. Dejé de hacer la escultura porque me ocupaba mucho espacio en España, acá en Panamá tenía una casa grande y un taller y allí un horno; allá ni siquiera eso, tendría que pedir permiso para tener un horno en el departamento”, comenta.
La escritora vive en España desde hace 10 años, decisión que no lamenta. “Panamá es mi país y lo quiero mucho, pero ya me he acostumbrado a otro ritmo de vida”, admite. Sus hijas han echado raíces en España. Es innegable que “la vida intelectual, la vida literaria, la vida editorial es más movidita allá y hay más oportunidades. Allá tengo un magnífico editor. Mi mamá, tiene 97 años Y mis hermanos viven acá y en esta era de movilidad nos vemos a cada rato y espero seguir volviendo”. Siente que no es ajena a lo que pasa en Panamá. “Estamos interconectados, a veces hago trabajos de abogado para la oficina de mi familia y lo puedo hacer porque no tengo que estar sentada aquí. Me encanta Panamá, es mi país y mi literatura gira mucho alrededor de cosas de Panamá. Aquí se vive una velocidad impresionante pero que a mí se me había olvidado. Seguiré viniendo y no dejaré de escribir sobre Panamá ni de hacer investigaciones sobre escritores panameños; pero vivir del todo, no”.
Y esta decisión está relacionada a la trascendencia que han logrado sus trabajos. Tiene múltiples publicaciones y sus obras han sido traducidas al inglés, alemán y húngaro, gracias a la calidad de lo ofrecido y por el lugar donde se encuentra.
Me muestra algunos de sus libros y me obsequia un ejemplar de “Después de los objetos, poesía reunida” (2017). Finalizado el tour, volvemos a la terraza. El sol marca su presencia, pero algunas nubes mitigan un poco el calor y hacen que se sienta algo de brisa susurrar en los árboles del patio. “El ambiente influye mucho y para los intelectuales nunca ha sido el mejor. Históricamente es un país de paso, de comercio, donde sí le va muy bien a la gente que tiene ese tipo de habilidades, es un país de negociantes y mira que estamos mucho mejor que el resto de Centroamérica”, sostiene. Según benedetti para los intelectuales es un país muy duro. “Es un lugar donde ni la gente lee mucho, hay que ser claros en eso, ni a la gente le importa demasiado la literatura. En cambio, España es un lugar donde creces intelectualmente. Las bibliotecas, las librerías, las reuniones de escritores son una maravilla. Te encuentras con gente de todas partes de América Latina en España, por las mismas razones. En términos generales, tenemos los mismos problemas ”, argumenta.
Países con mercados más grandes como México, Argentina, Colombia y Chile llevan la situación mejor que en “los países chiquitos, como el nuestro, con unas enormes limitaciones”.
“Allá [España] vas a crecer, vas a encontrar editores y más gente que te lea”, Para Benedetti, ningún país por grande y desarrollado escapa a los problemas: la concentración de poder por parte de grupos económicos y la manipulación de la información son algunas de las situaciones que suceden aquí y allá. “Uno ya no sabe en qué creer, antes de todo esto, en los años ochenta, no había estos sistemas telemáticos, uno se enteraba por lo que leía, por lo que le contaban o lo que veía en la televisión. Ahora hay tanta información y la mayoría es inventada; la gente se está volviendo neurótica, se las creen porque alguien se los dijo y no lo investigan. Es la posverdad. Es muy feo, muy malo además, no sabemos cuál va a ser el impacto de esos bulos. Y, ¿cómo sacas tú a la gente de eso? Nada de lo que digas los va a convencer…” lamenta.
“Nosotros, los escritores, escribimos de cosas que nos han sucedido. Tengo algunos cuentos que tienen que ver con realidades sociales, por supuesto uno los transfigura, buscas personajes para que vistan y digan las cosas que tú quieres decir. En eso consiste la literatura. Mi poesía, también tengo poesía de diferentes etapas de mi vida. Alguna es muy política, otra tiene mucho que ver con la gesta de la soberanía panameña, tengo un libro sobre el 9 de enero. VIvimos una era muy violenta con la reivindicación de la Zona del Canal. Teníamos que alzar la voz sobre aquello”, explica.
Para Benedetti, el hecho de provenir de una familia acomodada no significa que se identifica con la derecha. “Siempre he sido de izquierda... ¡de la izquierda de antes! Soy la oveja negra de mi familia y tengo algunas historias con eso”, dice con picardía.
En algunos momentos se ha identificado con la lucha de los pueblos y con el feminismo. “Me interesa mucho y me importa el feminismo, lo percibo como una tarea que no hemos llegado a solucionar del todo, no hemos llegado al final. Hemos logrado muchas cosas, cierto. Mi generación peleó por ello y tu generación también. Y esa lucha la deben retomar, con otras tareas, las siguientes generaciones”. Lamenta que, al menos en España, esta lucha se pierde yendo por las ramas.
“Están abriendo el panorama a cuestiones que, en mi opinión, veo un poco peligrosas”. Benedetti se refiere a la insistencia, por parte del colectivo trans de eliminar el término mujer para hablar de “persona gestante” o “persona menstruante”.
“Está muy bien que se hagan leyes para apoyar el transgenerismo. Necesita el respaldo jurídico, estoy absolutamente de acuerdo, es un colectivo que ha sufrido muchísimo, ha habido mucha violencia contra ellos”, sostiene, pero de allí llegar al llamado “borrado de mujeres”, el que pretende eliminar el sexo de forma jurídica hay un trecho muy largo, pues esta iniciativa lo que lograría es invisibilizar el principal elemento sobre el que se basa la desigualdad estructural. “Antes la palabra mujer era la que utilizábamos para mencionar cosas naturales como el parto y la menstruación y ahora se ve como algo excluyente”, reclama. “Debemos cuidar lo que hemos logrado, que no nos lo echen abajo. ¿Por qué la palabra mujer causa roncha? Al final son los hombres los que terminan imponiendo”, considera.
De la lucha de género pasamos a géneros literarios.
A la hora de poner esas ideas en el papel, además de motivos, inquietudes y situaciones hay que considerar el género a utilizar. “Si estoy haciendo una investigación y quiero transmitir de una forma muy directa, escribo un ensayo. Es la manera más directa de transmitir un pensamiento ya sea político, histórico, cultural o de género, el que tú quieras. Si quieres llegar a más personas, incluso sin que se den cuenta, mandarles el mensaje, pero con un envoltorio más agradable, escribes cualquier tipo de ficción: novela, cuento, poesía o dramaturgia”, indica.
“Esas son otras maneras de enviar un mensaje, ofreciendo un atractivo, un divertimento. Lees una trama y te están enviando un mensaje. La poesía tiende a mandar un mensaje subliminal que está más allá del verso, más allá de la palabra. Pero el mensaje siempre está”, enfatiza.
Para la escritora “la literatura es un mensaje que se atraviesa a través de la palabra y tiene un ritmo, un formato --cada uno de los géneros tiene su formato-- del cual no debes salirte porque no estás cumpliendo con la estructura que es muy importante”, forma que algunos jóvenes no llegan a tener claro.
“Cuando me mandan trabajos es lo primero que les digo. Lo primero, debes descubrir la diferencia de los géneros entre sí. Qué hace a un poema ser un poema, que un cuento sea un cuento, que una novela sea una novela y el ensayo que es el género que se parece más a lo que tú has estudiado (periodismo). Lo que hace que un género se reconozca es la estructura. El mensaje que quieras decir lo puedes decir en cualquiera de estos medios. En cualquiera de los géneros”.
Benedetti se explaya en esta explicación. El ensayo es una elaboración propia que sale de la cabeza de quien lo escribe y no lleva pies de página, a diferencia de la monografía. Los cuentos son breves con un comienzo, una tensión interna y un desenlace Y tienden a tratar una sola anécdota. En cambio, las novelas tienden a tratar varias anécdotas a la vez que tienen algo que las une Y el poema es más libre. Puedes darte el lujo de escribir sobre cualquier tema siempre que aquello tenga un ritmo, “debe tener un ritmo… el poema respira entre verso y verso. Tiene que sentirse. No puedes escribir una serie de frases y decir que es un poema. Tiene una música interna y ese ritmo es lo que lo define, así como la tensión que tiene adentro”. Por último, la dramaturgia es muy fácil de reconocer ya que “son personajes que actúan una trama".
Por ello, para dominar cualquier género además de talento se requiere de trabajo. “Que tengas una iluminación y te llegue todo de golpe, eso no se da normalmente. Debes de trabajar mucho, hacer mucha investigación; pero también tendrás este momento es que estás tan metido, que todo va surgiendo desde adentro. Esto ocurre cuando estás inmerso en los trabajos”, revela.
Esto nos lleva a concluir que para completar un trabajo editorial se requiere de tiempo y transpiración, mucho más si se quiere llevar a un concurso. Entonces, ¿por qué es que se han declarado desiertos varios concursos literarios este año?
“Los concursos existen para premiarla La excelencia. Partamos de ahí. , No para premiar lo mejor dentro de lo que se entrega. Allí hay una diferencia. Si tienes un grupo de oferta, irá de lo peor a lo mejor. Pero ese no es el afán de un concurso. El concurso no es para escoger la mejor de una serie. Pueden ser todas mediocres y habrá siempre una mejor. Puede que no haya una excelente dentro de un grupo. Lo mejor siempre es relativo. Puede que haya varias excelentes y escoges entre ellas”, explica.
Benedetti ayudó a redactar la ley que estableció los más recientes cambios en el concurso de literatura Ricardo Miró y se elevó la cuantía de los premios. Para ello revisó la reglamentación de similares concursos en diversos países y se marcó esa pauta.
“En el Miró a veces se han dado fallos de desierto y el jurado debe argumentarlo. El trabajo debe ser de una calidad y expectativa que coincida con lo más alto. Si no, no sería un concurso nacional de literatura, ni el concurso Octavio Méndez Pereira, ni el Tristán Solarte. Todo el mundo debe entender esto. En el Miró eso está establecido en la ley. No conozco las bases de los demás concursos para hablar al respecto, pero sería de esperarse”, analiza.
Excepcionalmente este año los fallos desierto se dieron en dos concursos diferentes, lo que generó cierto desconcierto en la comunidad literaria. “La novela es un género difícil que exige mucho rendimiento. Creo que es saludable, aunque duela, porque esto estremece un poco el asunto. No puedo poner las manos en el fuego y decir que efectivamente estaban buscando la excelencia y que allí no la había, porque no conozco las obras ni tampoco el juicio del asunto. Ahora vamos a ver si el próximo año se ponen las pilas los escitores y se encuentra algo mejor”, hace la salvedad.
Para la escritora, es lógico que exista incomodidad pues quien concursa "necesita que le expliquen el porqué. Lo que están hablando son los que han concursado y eso duele. He participado en concursos donde no he ganado. Y duele. Pero duele más si lo declaran desierto”.
Por otra parte, el jurado está compuesto por seres humanos “que tienen una serie de prioridades, de simpatías, de antipatías y cuando los ponen frente a algo para emitir un juicio… no todo el mundo es tan aséptico. Muchas cosas influyen, pero fueron fallos unánimes, ¿por qué no confiar en el jurado y volver a escribir?", sopesa. Una obra que gana un concurso debe poder sostenerse”, insiste.
En lo que no se debe negociar es en la búsqueda de la excelencia. “A lo mediocre siempre le falta algo. Un trabajo es excelente cuando puedes establecer que no necesita nada más y eso es lo que se tiene que buscar. Hay que poner estos rigores porque si no, terminamos con una trabajo muy llano, muy laxo”, subraya.
Aprovecho para plantear ¿Algo como lo ocurrido con la educación? “Se bajan los estándares… hasta en la política. Buscas a uno que no es tan bueno, pero no es tan malo como los otros. Aunque, pensándolo bien, nunca vas a encontrar un candidato político excelente, que yo sepa, eso no existe”, enfatiza. “Pero, en literatura hay obras excelentes. El asunto de tener como medida la mediocridad es muy cómodo y peligroso”, asevera.
Llega a la memoria de Benedetti un ensayo de Rogelio Sinán llamado “Lo perfecto”. Fue escrito en la década de 1940 y el escritor aborda el tema de la mediocridad en el intelectual panameño. “No hemos cambiado casi nada en el asunto de premiar la mediocridad y él no se refería a un concurso, sino al Instituto Nacional donde él era profesor. Menciona como ejemplo a grandes profesores como José Dolores Moscote y Guillermo Andreve y a profesores mediocres que venían a ocupar 'zapatos grandes'. Esa es la expresión que usó”, menciona.
Sinán muestra una decadencia cada vez más cercana, Planteaba lo que se veía venir en este país, porque nunca se premió lo bueno. “En Panamá, hay un culto tremendo a la mediocridad. De eso habla Sinán. ¿Por qué? por el miedo a que el excelente mire. Cuando premias al mediocre, Y esto lo han estudiado mucho los psicólogos, la mediocridad domina. Mira lo que ha pasado en Estados Unidos, ellos se miraban en Kennedy, ahora Trump es el estándar. Lo mismo pasa en Panamá. Acá dicen 'robó, pero hizo' Y me parece que es una de las frases más absurdas que alguien pueda decir. Por eso hay que escoger la excelencia”, concluye.
El reloj nos trae de vuelta a la realidad. Han pasado dos horas y con Giovanna Benedetti hemos conversado casi de todo, sobre el idioma español, arte, la realidad panameña y la actualidad mundial. Sobre el auge del conservadurismo, la posverdad, los bajos niveles de educación, el embarazo adolescente y las nuevas facciones del feminismo, algunos en esta nota. También sobre la búsqueda de la excelencia y la mediocridad que nos apabulla. Ah, también de literatura. Pero, ¿acaso no se nutre la literatura de toda esta realidad? No se puede separar una de la otra. Ni aquí ni en España, ni en ningún otro lugar.