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- 23/10/2022 00:00
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Continuando por el área de Canakalle, a la entrada del estrecho de los Dardanelos, y una vez relatada la semana pasada la guerra de Troya a través de los vestigios que dejaron sus protagonistas y el magnífico museo que se erige en el sitio del conflicto llevado a poema épico por Homero en la Ilíada y la Odisea, veamos lo que pudo ser una segunda guerra de Troya.
El 28 de junio de 1914 el archiduque Francisco Fernando, heredero del trono de Austria, fue asesinado en Sarajevo por un terrorista serbio. Un mes después Austria declaró la guerra a Serbia bombardeando la ciudad de Belgrado. Este hecho se señala como el comienzo de la I Guerra Mundial. Para muchos fue un pretexto tan tonto como lo fue el secuestro de Helena por el príncipe Paris. Fue en realidad la primera movida que dieron los poderes imperiales para hacerse con el control de las riquezas más grandes del mundo.
Políticamente, el mundo se había dividido en bloques opuestos. Por un lado, Alemania, el imperio Austro Húngaro e Italia, llamados “los poderes centrales”. Por el otro los “aliados”, que conformaban Inglaterra, Francia y Rusia. Los dos bloques habían iniciado una carrera para armarse y necesitaban una chispa, que se les ofreció en bandeja de plata con el asesinato del archiduque. La pregunta es, ¿cómo llegó hasta los Dardanelos ese conflicto que concernía solamente a Europa Central? ¿Y cómo se libró una guerra similar a la de Troya en la península de Gallipoli, del lado europeo, frente a las costas de la legendaria ciudad turca?
La situación política del imperio Otomano, que controlaba el estrecho de los Dardanelos era poco menos que caótica antes de la guerra. Uno de los más grandes imperios se estaba desintegrando: Bulgaria se había independizado, Salónica, Creta y las islas del mar Egeo se adhirieron a Grecia, Egipto también había obtenido su independencia bajo la protección del Reino Unido, Italia se había apoderado de Trípoli (Libia) y del archipiélago de Dodecaneso, Inglaterra proclamó la anexión de Chipre.
La derrota en 1912-1913 en las Guerras Balcánicas había llevado a la ruina al ejército turco. No tenía el más elemental armamento para librar una contienda moderna. La flota estaba menguada y el gobierno estaba en bancarrota. El país no estaba en condiciones de combatir ni tampoco tenía la necesidad, de hecho, la política de los “aliados” y de los “poderes centrales” era mantener esa zona neutral. Pero al verse aislado, el Imperio Otomano buscó aliados en el mundo y no le quedaba otra que escoger entre Inglaterra y Alemania.
Hubo un período de dudas pues unos se inclinaban por los países aliados más que por los agrupados en torno a Alemania. La presencia de Rusia, sin embargo, era un problema, ya que este imperio había sido tradicionalmente un enemigo de los otomanos. El grupo denominado “Turcos Jóvenes”, conformado por un grupo heterodoxo de intelectuales y revolucionarios, que tenían en común su oposición al régimen del sultán Abdulhamid y el deseo de establecer una república constitucionalista a pesar de la animadversión que les producía Rusia propusieron una alianza anglo-turca que fue rechazada.
Había grandes personalidades turcas que habían estudiado en Alemania y estaban cerca de los “poderes centrales”, como Enver Bajá, que fueron pavimentando la alianza con ese bloque bajo el argumento de que, si la guerra estallaba, los rusos la emprenderían contra los otomanos. Con Rusia en el lado de los “aliados”, era muy poco probable el asegurarse la protección de Inglaterra y Francia. Los británicos podían controlar los mares, pero ésta era una guerra que se escenificaría en tierra y Alemania estaba lista para mostrar el poderío que había desarrollado. Era el momento de apoyar a los germanos para recuperar las provincias otomanas que habían ido perdiendo.
Por otro lado, si Rusia era derrotada, la población turca del centro de Asia que estaba bajo el dominio ruso recuperaría su libertad y los turcos tendrían la oportunidad de establecer un imperio que se extendiera desde el Mar Adriático hasta la Gran Muralla en China.
Mustafá Kemal, hasta ahora desconocido, pero con una buena educación militar, se había convertido en la sombra de Enver Bajá, Ministro de Guerra y Comandante en jefe del ejército. Kemal ejecutaba mientras Enver socializaba hasta que se dio cuenta del desastre que enfrentaba su país al haberse embarcado en esa guerra e insistía en que se mantuviera al imperio otomano neutral.
Los alemanes ayudaron a modernizar el ejército otomano. Los “Jóvenes turcos” sugirieron una política más balanceada, tanto económica como política y militar para contrarrestar a Inglaterra, Francia y también a Alemania. Ésta última quería unirse a los otomanos abiertamente, pero la oposición no lo permitió, por lo que suscribieron un pacto secreto en agosto de 1914. Dos buques de guerra británicos serían construidos con ese propósito.
Cuando los dos buques estaban listos, los otomanos fueron a recibirlos, y fue cuando el Primer Ministro británico Winston Churchill, desconociendo el acuerdo secreto que habían suscrito, anunció que esos barcos se utilizarían por la armada británica. El desaliento fue muy grande porque hasta el turco más humilde había contribuido a la construcción de esos barcos.
La importancia estratégica del estrecho de los Dardanelos, que separa Asia de Europa, era obvia. Su control significaba el acceso al Mar Negro y los puertos rusos. El estrecho atraviesa el corazón de Turquía, que se había puesto del lado de los alemanes. Un ataque al estrecho separaría a los aliados. Churchill decidió atacar a los “poderes centrales” a través de Turquía, aunque sin el respaldo del Secretario de Guerra inglés, que pensaba, con mucha lógica, que moviendo tropas tan lejos del centro de los enfrentamientos debilitaría el frente occidental. En cambio, el almirante del Mar, Fisher sugirió un ataque a Turquía con escuadrones de 100 mil ingleses, tropas indias, griegas y búlgaras. Dieciocho naves de guerra enfilaron hacia el estrecho.
Tres mil años antes, la armada más poderosa de su tiempo había zarpado hacia los Dardanelos, con 100 mil griegos que iban a luchar contra los troyanos. La historia se repetía. A pesar de los planes de llegar al Mar de Mármara en dos semanas, el asalto se enfrentó a las tropas turcas que no los dejó avanzar. Todo empezó el 19 de febrero de 1915. El 18 de marzo se toparon con las fortalezas que se habían construido en el siglo XV, de paredes de gran espesor y solidez. Los turcos tenían armas de poco calibre, pero una voluntad tenaz que causó severos daños a los barcos ingleses. El estrecho también había sido sembrado de minas y muchos barcos aliados explotaron.
La victoria del 18 de marzo de 1915 fue la primera de los turcos en muchos años, lo que les permitió estar pendientes de una posible invasión y pudieron fortalecer la península. Ender Bajá aprovechó para formar un nuevo ejército, en defensa de los Dardanelos. Hoy día esa fecha se celebra con gran pompa y en el escenario de los acontecimientos, además de las trincheras y todos los recovecos que tuvieron que atravesar los turcos para defenderse, en la punta, se levanta un regio monumento en honor de todos los héroes de Gallipoli.
Esa aventura bélica le costó a Winston Churchill una derrota que empañó su rutilante carrera, así como permitió el surgimiento de la figura de Mustafá Kemal Atatürk (que significa padre de los turcos) debido a su amplio conocimiento del área, su mente estratégica y su decisión de combatir hacia el triunfo. Ocho años después logró, el 29 de octubre de 1923, hace 99 años, abolir el Imperio Otomano y constituir la República de Turquía (hoy Türkiye).
Un detalle importante en esta mítica batalla, además de la derrota de Churchill, fue la participación de tropas neozelandesas y australianas, que se les denominaron ANZAC y que, según los historiadores, ambos países cimentaron su identidad como nación en esa batalla, a pesar de que combatieron del lado de los ingleses. A ellos se les rinde un especial homenaje todos los años.